La ciudad de Suruç, ubicada en la provincia kurda de Sanliurfa y a pocos kilómetros de la frontera con el Kurdistán sirio, es uno de los puntos en los que miles de refugiados sobreviven tras los ataques y masacres cometidas por el Estado Islámico (EI).
Aunque Suruç se encuentra en territorio turco, su población es de mayoría kurda y esa tierra, según sus habitantes, pertenece a un país que no existe por capricho de las grandes potencias europeas que dividieron a Medio Oriente luego de la Primera Guerra Mundial.
El pueblo kurdo sigue expectante a lo que sucede en Kobane, del otro lado de la frontera, localidad que es defendida desde hace más de dos meses por las fuerzas guerrilleras YPG y YPG, ligadas al Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK). Y este seguimiento de los combates en Kobane es algo literal, porque los edificios y casas de esa ciudad se pueden observar nítidos desde Suruç, salvo cuando las bombas comienzan a explotar y una polvareda color tierra se levanta furiosa desde el suelo.
Ahora Suruç se ha convertido en refugio para unas 60 mil personas desplazadas y por eso está desbordada y con urgentes necesidades humanitarias. En esa ciudad se encuentra Claudia García, médica argentina en hemoterapia. Militante de Convergencia Socialista (CS), García pasa los días realizando tareas de asistencia a los refugiados. En diálogo con Resumen Latinoamericano y Marcha, la médica argentina contó que en Suruç, localidad rodeada por grandes sembradíos y de carácter campesina, hay "hay alrededor de 60 mil desplazados, distribuidos en varios campos, aldeas y también en casas particulares". Pese la crítica situación, señaló que "el ánimo de la gente, en general, es optimista y tienen confianza en que podrán volver a su tierra".
Pero en su relato también se palpa la realidad más cruda y que afecta tanto a los kurdos de Suruç como a sus compatriotas desplazados desde el norte de Siria. "La situación es difícil -explicó-, hay muchas necesidades y empezaron los primeros fríos del invierno que serán muy crudos". García agregó que las necesidades más urgentes en la ciudad "son las de alimento, ropa de invierno, calzado y frazadas", no sólo por el invierno que se avecina sino "porque la mayoría de las personas han tenido que abandonar sus casas y refugiarse prácticamente con lo puesto".
Si bien en Suruç no existe la presencia del EI, García advirtió que el Ejército turco mantiene desplegado un destacamento como también soldados en la frontera con Kobane con el objetivo de "impedir el paso de las personas que quieren cruzar" a defender esa ciudad. Lo dicho por la médica argentina no es una novedad, ya que se han conocido diferentes denuncias y artículos periodísticos en los que se apunta al gobierno del presidente turco Recep Tayyip Erdogan de facilitar armamento y logística a los mercenarios del EI para que crucen hacia Kobane, mientras bloquea la frontera para que los pobladores kurdos no se sumen a la resistencia guerrillera.
La resistencia
García llegó a la frontera con Kobane el pasado 5 de diciembre desde Amet, capital de Kurdistán y principal ciudad del sureste de Turquía. Luego de atravesar retenes militares y controles varios, puso manos a la obra para asistir a los refugiados y convertirse en testigo presencial de un panorama político particular para Medio Oriente: la búsqueda del pueblo kurdo para afianzar una revolución que comenzó hace dos años en medio de la crisis siria, con características inéditas en la región, en un proceso que intenta democratizar el norte de Siria incluyendo a otras nacionalidades que habitan la vasta zona.
Pese a que en la actualidad las noticias sobre este tema se reducen a cuántos bombardeos se efectuaron o cuántos mercenarios del EI fueron abatidos, en Kobane existe un pueblo que se niega a huir y abandonar su tierra.
En una carta que difundió semanas atrás, la médica argentina rescata una característica del pueblo kurdo silenciada por el sonido de las bombas y el tableteo de las ametralladoras, pero que los acompaña en todo momento. García narró que estando en un poblado fronterizo, hombres y mujeres kurdas bailaban y entonaban canciones alusivas a su lucha y resistencia. Cuando las ráfagas de ametralladora se escucharon, acompañadas por las explosiones de las bombas, esos hombres y mujeres continuaron vivando a sus mártires. Y en esa carta, García recordó lo que un kurdo le dijo para ejemplificar lo profundo de su pueblo: "Un kurdo pelea solo contra el viento en la montaña, dos kurdos discuten de política y pelean entre ambos; mientras tanto, tres kurdos bailan".
Según las noticias que llegan a Suruç, "el 80% del territorio de Kobane está controlado por las YPG-YPJ", indicó la integrante de CS, quien acotó que esa cifra significa "que después del último intento de ofensiva del EI, iniciado el pasado 29 de noviembre desde territorio turco, el ataque de los mercenarios armados por el imperialismo fue repelido y retrocedieron en el terreno que habían avanzado". Igualmente, García aclaró que los ataques del Estado Islámico junto a los bombardeos de la coalición internacional, encabezada por Estados Unidos, convirtieron a Kobane "en una ciudad que está prácticamente destruida".
Aunque la situación de la población de Kobane es crítica, la médica afirmó que "para las kurdas y los kurdos, el valor y la capacidad de las YPG-YPJ para defender la ciudad es indiscutible". En sus charlas con refugiados, dijo García, "el reconocimiento hacia la guerrilla es permanente". En particular, la admiración es mayor hacia las mujeres guerrilleras que en estos meses han marcado la diferencia en la defensa de la ciudad y en los combates contra el EI.
"En cuanto a mi apreciación acerca del desempeño de las mujeres -analizó la médica-, puedo decir habiendo estado en Cinar, Cizre y ahora en Suruç, se destacan por su participación activa y ocupando roles de responsabilidad más que los hombres, tanto en la organización de la ayuda a los y las habitantes de Kobane como en las múltiples actividades que se deben realizar para sostener la lucha y la moral del pueblo kurdo".