El fuego prueba el oro; la miseria los hombres fuertes
Séneca
Leí en algún lugar que todo está escrito, que todo está dicho, pero hay que volver a repetirlo de distintas maneras, para que se asimile.
Los hechos ocurrieron, hace más de 20 años. Quiso la casualidad, que fueran dos chicos al borde de los 20, quienes sufrieran en carne viva, el ser quemados en vida.
Lo que no fue casualidad, es que fueran dos jóvenes que se sumaran a la protesta de los días, 2 y 3 de Julio, del año 1986. Se hubiesen quedado en sus casas, conformados o solamente observando la televisión, quizás nada de eso hubiera ocurrido. Y funciona de esa manera, a través del miedo, se intenta paralizar alguna reacción. Cuando las torturas, las balas, los golpes, ya no convencen, se sube, o más bien dicho, se baja, hacia otros peldaños de la barbarie humana.
La camioneta militar acelera y logra dar alcance a Rodrigo Rojas y Gloria Quintana. Les son propinados, los golpes de rigor. Quizás no lloraron, quizás no rogaron, quizás no gritaron lo suficientemente fuerte. Quizás se defendieron, y eso los provocó. El asunto es que, poseído por los fármacos, para tales tareas, o algún desorden de tipo orgánico-espiritual, típico de estas gentes, que el Oficial Sergio Fernadéz Dittus, da la orden que se les rocié bencina sobre sus cuerpos. No sé sí habrá dado sólo la orden, o el mismo habrá comenzado a regar los cuerpos. Lo que está claro es que, después que aquel que encendió y tiró el fósforo sobre ellos, se quedaron mirando las flamas, repetidas en sus pupilas.
Los gritos habrán estremecido hasta el cemento, y en ello, también a los soldados. El militar a cargo, con mirada fría, ordena que cubran sus cuerpos con unas mantas. Con eso basta, habrá pensado. Sabía que estaban aún con vida, pero el aceite humano, que se mezclaba contra sus botas, le fue amargando el semblante. ¿Cuál era su idea? ¿Cuál fue su pensamiento al quemarlos? El degollar a seres humanos, ya estaba consumado, ¿Fue esto, algo preconcebido? ¿Refundar la metalurgia del dolor?
Les tiran unas frazadas encima. Los oficiales, con estómago carcomido, los suben al vehículo. El chófer pregunta hacia dónde dirigirse. Nadie responde. El silencio conduce en línea recta.
Lanzan a Rodrigo y Gloria junto a unas acequias, en la tierra de Quilicura. Son encontrados por lugareños, y enviados a la urgencia pública.
Gloria, con casi el 70% de su cuerpo quemado, logra sobrevivir a la pira militar.
Siendo el 6 de julio de 1986, Rodrigo, muere a causa de las quemaduras, cremado al estilo militar.
¿Cuántas maneras hay de matar a un ser humano? Sólo una: ¡olvidándolo!
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