Para muchas personas, el rol que juega el gobierno en la negociación del salario mínimo es el de una especie de mediador entre los empresarios y los trabajadores. Este año, sin embargo, la discusión sobre el salario mínimo se abrió con el accionar previo de Evelyn Matthei, Ministra del Trabajo, y Felipe Larraín, Ministro de Hacienda, quienes presentaron un proyecto de ley para que, en tiempos de crisis, a los trabajadores se les reduzca la jornada a la mitad, y se les cancele el 75% de su salario. El 50% lo pagaría el empleador y 25% restante el seguro de cesantía del trabajador.
Todo ello con la excusa de proteger el empleo. La misma excusa que los gobiernos anteriores.
Tras la polémica desatada por el proyecto de ley, se inicio el debate acerca del salario mínimo. La primera propuesta del gobierno fue de 191 mil, luego 193 mil pesos. Muy lejano a los 250 mil propuestos por la CUT. El rechazo del gobierno a esta propuesta, hablaba de la irresponsabilidad y el populismo que implica este tipo de alza, planteando nuevamente, la necesidad de proteger el empleo. Lo que sorprendió eso si fue la ofensiva contra el mundo trabajador desde la cartera de Evelyn Matthei que desoyendo todas las sugerencias, tanto internas como internacionales, propone una flexibilización de la jornada laboral. En el lenguaje de esta economista, la crisis financiera internacional es la oportunidad para intervenir los ya bajos salarios de los trabajadores, y de esta manera dar mejores condiciones de inversión al empresariado. Señalo que es su lenguaje pues desde su cartera es donde se ha hablado de un país laboralmente exitoso y a las puertas del pleno empleo; hace meses señala que al aumentar los salarios no se podría mantener el nivel de empleo que hay en el país, confirmando solapadamente, que una gran cantidad de trabajos de este país exitoso son mal pagados. Y en su gramática, eso es mejor que nada.
La ofensiva Matthei es la avanzada empresarial que ha considerado el subempleo como norma (trabajo part-time, peak time, etc), pues permite un menor gasto operacional de mano de obra. Ello porque el subempleado carece de derechos que el empleado ostenta (colación, pasaje, salario mínimo, etc) y porque sus horas de trabajo valen menos que una jornada laboral completa, pero a la vez tienen mejor rendimiento. Flexibilizar el empleo, disminuir salarios, aumentar exigencias a la fuerza de trabajo; externalizan los costos para capitalizar las ganancias. O en otras palabras, ganar más pagando aún menos.
Un salario minúsculo.
Según los economistas de la Fundación Sol Gonzalo Durán y Marco Kremerman, el salario que propone el gobierno es el más bajo en los últimos 23 años. En Chile habría un minisalario mínimo, pues según varios economistas, el salario mínimo debe ser comparado con el PIB per capita, ." La literatura nos dice que cuando éste representa menos del 30% del PIB, se produce un peligro inminente para la economía y técnicamente existe un minisalario mínimo." Chile alcanza solo el 29% del PIB per cápita". El trabajador ha visto disminuido su poder de compra al menos desde el año 2001.
Vale la pena recordar, que la última encuesta CASEN, señaló que un 70% de los pobres chilenos tienen empleo, pero siguen viviendo en la pobreza.
¿Cómo es posible que eso ocurra en un país que crece anualmente un promedio del 5%?
El minisalario mínimo es posible en Chile porque los trabajadores no logran organizarse. Sin una organización real, los salarios precarizados son la norma, y muchas veces vulnerada pagando menos. Las organizaciones sindicales son vitales y ello lo demuestra la existencia en Uruguay y Bolivia, de un salario mínimo más bajo aún, pero que nadie paga porque los salarios son regulados por Consejos de salarios y finalmente se paga mucho más que eso.
Unos pesos más allá.
Esta ofensiva política del gobierno sobre el mundo del trabajador, representa a la vez la voracidad en las intenciones del empresariado sobre más recursos. La economía chilena, muy particular en el mundo, ha permitido que prácticamente todos los derechos hayan sido mercantilizados, lo que en otras palabras significa que se saca constantemente recursos del país, de los bolsillos de las personas, para financiar negocios y capitalizar otros. El mejor ejemplo de este tipo de engranaje, lo constituye el Sistema de AFPs. La agresión al mundo social se concentra en la flexibilización de los salarios y en el lucro con la seguridad social.
Lo que no se señaló tras la creación del sistema de AFPs, y que hoy sabemos, es que la dinamización de la economía que propugnaban sus orquestadores significaba que su AFP le puede prestar dinero a un banco, al interés de un 6%; y que ese mismo banco le presta su propio dinero hasta un 49% de interés. Un verdadero robo y a mano armada- como dirían los historiadores Salazar y Pinto-. Pues el cambiarse de sistema fue prácticamente una obligación, ya que las cotizaciones en el antiguo sistema se dejaron más altas que el de AFP, estableciendo un verdadero impuesto al que se quedaba en el antiguo sistema, y fue además, aprobado con las organizaciones sindicales destruidas por los militares.
Muchos lograban escapar del sistema de AFPs con el pago a través de boleta de honorarios, lo que pronto se acabará pues tendrán que cotizar de todas formas. El ritmo del negocio va aumentando, y sus dueños están proponiendo aumentar la edad de jubilación, aumentar las cotizaciones a un 12.5% y ya nos han presentado como un gran triunfo, el ahorro previsional voluntario.
Lo cierto es que el sistema de AFPs maneja recursos que equivalen al 70% del PIB chileno. Las AFPs contribuyeron al crecimiento del 30% de los activos del país.
Lo que no se señala en estos estudios, es que los sueldos miserables de la vida laboral son altos respecto de las pensiones que reciben los trabajadores. El año 2008, con los primeros coletazos de la crisis financiera se perdieron alrededor de 28 mil millones de dólares del fondo total de pensiones. La pensión promedio entregada por las AFPs es de $176.000. La pensión promedio entregada a quienes se quedaron en el INP es 4.2 veces superior a ese monto.
La flexibilización del mercado laboral, y la reforma al sistema de pensiones son las herramientas que el empresariado ocupa para salvar su bote, hundiendo otros. Los recursos para pagar esta crisis, hace tiempo salen de los bolsillos de los trabajadores.