En momentos como estos, previos a una movilización, en la cabeza de muchos y muchas se deben estar cruzando diversos cuestionamientos como: ¿Será necesario seguir movilizándonos? ¿Será importante salir a marchar nuevamente? Frente a dudas como estas es necesario tomar algunas consideraciones.
Para comenzar, la necesidad de la movilización no está dada ni por un capricho de los dirigentes, ni por cálculos políticos frente a la coyuntura actual; está dada exactamente por la misma necesidad histórica que levantó los paros y las tomas el 2011; la misma que hizo sentido a la gran mayoría de nuestras familias y les dio el impulso para salir a la calle con nosotros; la misma que levanta día a día la organización en los más diversos espacios tanto del mundo estudiantil como de otros sectores: la necesidad de una educación digna, de una vida digna para nuestro pueblo.
Es esto lo que mantiene vigente nuestro movimiento, son las demandas que poco a poco se van transformando en programa, en esa plataforma de lucha que debe servir de guía para las transformaciones urgentes que el país necesita; que se expresan claramente al exigir la renacionalización del cobre y la recuperación de los recursos naturales estratégicos para el financiamiento de los derechos sociales fundamentales, como son la educación gratuita y una sistema de previsión digno, que acabe con el nefasto sistema de AFP, y una asamblea constituyente que permita la deliberación soberana de nuestro pueblo en torno al modelo de sociedad que queremos y necesitamos construir.
Es imperante que hoy esas banderas se levanten aun con más fuerza, pues no podemos mirar para el lado y no hacernos cargo de la coyuntura que hoy vive el país. Estamos exactamente a un mes de las elecciones presidenciales, y en ellas las principales tensiones están precisamente en los temas que tanto el movimiento estudiantil como los movimientos sociales en general han puesto en el tapete. Sin embargo desde los grupos de poder ya se han impulsado las tácticas correspondientes para bloquear el avance de estos movimientos, principalmente a través de la candidatura de Michelle Bachelet y sus voladeros de luces, los que de ninguna manera dan solución efectiva a estos conflictos, sino que muy por el contrario establecen medidas superficiales con las cuales buscan mantener el estado actual de cosas: es la misma Concertación que aplicó la ley antiterrorista a los mapuches y que acaba de aprobar la Ley Hinzpeter en el Senado; la misma Bachelet de la LGE; el mismo Escalona que articuló la Oficina de Inteligencia en los 90' para acabar con la organización popular y que hoy pacta la estabilidad en un próximo gobierno con la CPC; son los mismo del TLC con Estados Unidos; y son los mismos que tienen en sus manos la sangre de Rodrigo Cisternas y tantos otros.
Frente a esto la tarea es doble, pues necesitamos mantener y aumentar los niveles de movilización y de politización de las grandes mayorías, pero además debemos prepararnos para las batallas que vienen. Es ahí donde se torna fundamental la disputa de cada uno de los espacios donde nos encontremos, en el caso estudiantil son esenciales las federaciones y centros de estudiantes; en estos espacios deben estar compañeros y compañeras que tengan la convicción de que el próximo periodo debemos tomar la delantera y que para eso lo principal es la organización, la unidad y, por supuesto, la lucha. Debemos dotarnos de una Confech que esté dispuesta a dar la pelea: no una Confech para Michelle, sino que una Confech para la lucha, una Confech para la educación gratuita!