Sin un rasguño: los anuncios de Piñera, un insulto a la población

Sin que signifiquen ningún cambio, ningún costo, ningún rasguño para el modelo económico y de dominación imperante son los anuncios que hizo anoche el presidente Piñera en autodenominada «agenda social», su propuesta de solución para salir de la actual crisis.

El mandatario, los gobernantes, y los poderosos intereses económicos que representan y defiende, no parecen darse cuenta que la muchedumbre movilizada se hartó de ese modelo de explotación, de ese modelo de sometimiento, de ese modelo de esclavitud con que han expoliado por décadas a la población (y al medio ambiente). Los anuncios realizados por Piñera no pasan de ser cosmética de cuneta. Un verdadero insulto para los millones de chilenas y chilenos que, precisamente, están movilizados manifestando su hartazgo y reclamando soluciones profundas, reales, y exigiendo participación en las definiciones y contenidos de esas soluciones.

Las soluciones propuestas por Piñera luego de su conciliábulo con algunos dirigentes de partidos políticos con representación en el congreso, vuelven a ser más de lo mismo. Una nueva burla, un nuevo abuso, expresado con voz de confesionario pero con soberbia de púlpito e invocando a Dios como muletilla salvadora. El señor Piñera todavía no se da cuenta que el oasis, como que el calificaba la realidad de Chile, era solo un espejismo, su espejismo

Peor aún. El gobernante y su gobierno son sabedores de que sus medidas no son ninguna solución para la actual crisis y están conscientes que no se sirven para aplacar la movilización social. Por ello es que de ninguna manera está dispuesto a levantar el estado de excepción, el toque de queda y las demás restricciones que acarrea consigo la militarización del país; es decir, el gobierno sabe que necesita seguir reprimiendo y amedrentando para doblegar la rebeldía social.

Es simple. No se vaya a creer que el gobierno se rebanó los sesos para ver cómo proteger mejor y salvaguardar la integridad y los privilegios del puñado de familias dueñas de este país. La solución gubernamental sigue siendo reprimir y oprimir. El anuncio de soluciones no es más que un distractivo destinado a ganar tiempo y apostar al cansancio, al agotamiento físico de las fuerzas movilizadas, y a la división o fragmentación del apoyo colectivo de la sociedad movilizada. El método escogido fue el discurso simplista de apelar a los pobres extremos, a la salud de los ancianos, y al aumento del salario mínimo pero sin que lo paguen los empresarios sino que todos los chilenos. Ni un rasguño para los grandes grupos económicos y los dominadores de la economía en Chile, ni un rasguño al modelo. Por el contrario, las supuestas soluciones de Piñera le reportan más ingresos a esos poderosos empresarios de la salud privada, de las farmacias, y (para variar) de las AFP, que siguen engordando hasta en las crisis.

Más simple aún. Los genios del gabinete de hacienda, de economía y del segundo piso de La Moneda, encontraron una "solución" que apunta a sensibilizar los corazones de la masa electoral que sienten se les puede escurriendo con tanto bullicio y ya no prestarles el apoyo en las elecciones que vengan. Los de Palacio también se dieron cuenta que la gran masa movilizada es la población joven y esos no participan de los procesos electorales, así es que no tienen necesidad de ocuparse o preocuparse por esos sectores, por más que sean la inmensa mayoría. Creen que bastará con reprimirlos para doblegarlos (o reprimirlos hasta doblegarlos). De nuevo la arrogancia del poder en todo su esplendor.

Lo cierto es que los anuncios presidenciales fueron respondidos con una contundente manifestación de caceroleo, la más grande desde el comienzo de la movilización. Pese al recrudecimiento del accionar represivo de las fuerzas militares y policiales que cada vez se tornan más violentas y más irracionales. Como era de esperar.

Ni una palabra en el intervención de Piñera sobre el problema de la educación pública y las condiciones paupérrimas de los establecimientos educacionales del Estado, no olvidemos que este estallido comienza con las manifestaciones de los estudiantes secundarios de Santiago; ni una palabra sobre la salud pública y las condiciones de los centros de salud comunitaria y hospitalaria, y las carencias de insumos, de materiales y personal para satisfacer las necesidades de los usuarios del sistema público; ni una palabra respecto de resolver de raíz el robo de las pensiones de los jubilados y el robo de los fondos de pensiones de los actuales trabajadores ahorrantes, que dentro de unos años sufrirán lo que ahora están padeciendo sus abuelos o sus padres; ni una palabra de poner término al sistema de abusos en los cobros de los servicios básicos de agua, luz, gas, teléfono, locomoción, transporte (sin mencionar el costo de la canasta básica familiar); ni una palabra respecto de los abusos y atropellos en los valores de los combustibles, de los pasajes, y de los peajes; ni una palabra sobre las condiciones laborales de los trabajadores y trabajadoras explotados bajo las formas de subempleo, temporeros, a contrata, multirut, y otra serie de "leyes" y trampas especialmente diseñadas por los poderosos y sus políticos serviles para "legalizar" todos los atropellos de su modelo de acumulación de riqueza. Nada se toca.

Menos aún hacer alusión a las cuestiones matrices del robo macro que realizan los grandes grupos empresariales sobre las riquezas de todos el país. Ni una palabra respecto de terminar con esta constitución retrógada y dar paso a un sistema de participación y democracia ciudadana (ya dijimos que para estos gobernantes y clase política, el universo de sus ocupaciones llega solo a los que votan); un una palabra respecto de la recuperación de las aguas para el estado, de la recuperación de las riquezas naturales (mineras y otras); ni nada que afecte la sobre explotación y termine con la depredación de los mares que realizan los grandes consorcios pesqueros; ni ninguna medida correctora de la depredación ambiental y territorial provocada por las grandes empresas forestales; ni una palabra para contener la depredación de humedales y contaminación urbana provocada por los grandes consorcios inmobiliarios; ni una palabra para detener la degradación de la calidad de vida de los habitantes en locaciones afectadas por la contaminación de empresas e industrias arrasadoras. Nada de nada.

Piñera y su gobierno, los gobernantes de Palacio y de la clase política, los empresarios y dueños de este país, parecen no querer entender que la población se cansó, se cabrió, se sublevó. Como bien señalan las pancartas callejeras, no protestan solo por los 30 pesos del alza de los pasajes del metro sino contra los 30 años de abuso. Chile cambió, aunque les pese.

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