Dasten Julián y Ximena Valdés son los editores de la publicación de LOM: "Sociedad precaria. Rumores, latidos, manifestaciones y lugares", que reúne diversos estudios acerca de uno de los fenómenos que caracterizan la era neoliberal: la precariedad social y económica de las y los trabajadores. Este importante trabajo apunta al corazón de los desastres del actual modelo, explicaciones que van acompañadas por el trabajo de dos investigadores de gran relevancia y trayectoria en este campo.
Robinson Silva Hidalgo*
El texto reúne trabajos que apuntan a la precarización desde enfoques tan distintos como los estudios de género, migratorios, étnicos y, por supuesto, sociológicos. En esta entrevista, Dasten Julián nos aporta algunas reflexiones para entender el concepto de sociedad precaria y cómo se define en el marco de la construcción neoliberal de nuestro presente.
– El título del libro es tajante, dando a entender que vivimos en una «sociedad precaria». A grandes rasgos, ¿qué se entiende por sociedad precaria?
Una sociedad precaria es una sociedad que induce, reproduce y funciona a partir de múltiples formas, expresiones y condiciones de precariedad y precarización para la vida de quienes la componen. Así mismo la idea de «sociedad» es precaria en el sentido en que no se concibe como una organización colectiva sentada en la idea de una comunidad o una colectividad, sino más bien en la competencia, el lucro y el sálvese quien pueda. Es precaria, ya que es inestable, incierta y frágil, lo cual está relacionado con el reforzamiento de la violencia estructural de múltiples modelos de dominación, el debilitamiento de los lazos de solidaridad y seguridad social institucional, pero a la vez con la emergencia de revueltas, resistencias y movilizaciones ante la desigualdad, las expulsiones, despojos y explotación. Estamos sujetos a una precariedad que va desde el poder de capitales económicos y su incidencia en la cooptación política, hasta la forma en que comunicacionalmente estamos informándonos. Es una tentacularidad ante la cual no hemos podido desarrollar soportes y cortafuegos sólidos. Si pensamos que en Chile el agua es entendida como propiedad privada y que Iván Moreira sigue siendo senador de la república después de «raspar la olla», creo que podemos visualizar con mayor claridad los fundamentos de una sociedad precaria.
– La asociación es directa entre los conceptos de precariedad y neoliberalismo, ¿crees que es una condición histórica del capitalismo neoliberal el tener una sociedad precaria o es, más bien, su consecuencia?
Es casi una relación de codependencia. Es difícil entender la precariedad a la que asistimos y experimentamos sin pensar en la neoliberalización de las relaciones sociales. El capitalismo ha impuesto, históricamente, marcos de presión y precarización del trabajo y la vida, a la vez que en algunas de sus expresiones han ido apuntando a la regulación y la redistribución a partir de la movilización y lucha de los y las trabajadoras. El neoliberalismo, por su parte, combina una expresión del capitalismo del siglo XIX con una sociedad financiera, donde el Estado juega un rol fundamental en desentenderse del cuidado de la población y desregular el funcionamiento, expansión y despliegue del mercado. El capital entiende esto como una posibilidad para comercializar la vida, conquistar el tiempo de descanso y estrujar hasta el límite el trabajo y, con ello, nuestros cuerpxs y psiques. Estas tensiones se presentan en consecuencias para las democracias, la naturaleza y nuestra propia forma de relacionarnos, incluyendo un soporte tecnológico importante en la digitalización, la automatización y la robotización de la vida; es una tendencia global que puede ser radicalizada por gobiernos autoritarios y directamente fascistas que erigen políticas orientadas a responder a la precariedad de manera individual(ista), relevando ideas como el sacrificio, el esfuerzo y el mérito, lo cual conlleva a la profundización de la segregación, el pauperismo y la desigualdad. Es una espiral de las sociedades precarias que se está exhibiendo especialmente en el llamado Sur Global, donde las recetas neoliberales van acompañadas de rastros históricos de colonialismo, racismo y dependencia periférica del sistema-mundo capitalista. Nuestro caso más cercano es la forma de excepcionalidad con la que se está tratando la provincia de Malleco (Araucanía) y Arauco (Biobío) con la política de seguridad militar de la «Macrozona-Sur».
– Si hablamos de sujetos precarizados ¿Podrías definir entre quienes se hace más notoria esa precariedad y por qué?
Cuando hablamos de sujetos precarizados hablamos de quienes se ven trabajando en situaciones de precariedad y desde allí deben accionar. Sin embargo, la precariedad tiene un carácter transversal a la estructura ocupacional, por lo que la gran mayoría de la población enfrenta alguna situación de precariedad en su trabajo y se percibe en este proceso de precarización. En la última década ha proliferado la precarización en trabajos altamente cualificados, que contaban con cierto margen de seguridad, así como en la emergencia de «nuevos trabajos» en sectores digitales, retail, etc. Por otra parte, persiste una geografía urbana-rural que sigue un patrón de expoliación agrícola y rural que ha cercado a comunidades campesinas e indígenas, así como la predominancia de enclaves extractivos que dan territorialidad a una precarización expansiva. De conjunto, este proceso tiene una expresión de clase en ocupaciones con baja y cualificación intermedia, pero ha tendido a expandirse, especialmente a partir de la pandemia, redibujando la salud del trabajo y las garantías de este para el bienestar de las personas. Sin embargo, hay intersecciones que hacen más palpable la crudeza de este proceso en ciertos sujetxs, lo cual requiere de una visión de mayor complejidad, ya que muchas veces desborda el ámbito propio del trabajo.
La precariedad laboral la estamos percibiendo con mayor claridad en el caso de la población migrante, de mujeres y de jóvenes ¿Por qué? En el caso del migrante se relaciona con el racismo y también con los límites al ejercicio de ciudadanía, muchas veces la falta de un permiso de residencia o una visa de trabajo impulsan a trabajar en la informalidad, e incluso a ser sujeto de condiciones de trabajo esclavo y trata de personas, es una precarización selectiva y segregadora. En el caso de las mujeres, hay una condición histórica que es la división genérica del trabajo que tiene su base en el patriarcado. esta condición coloca a las mujeres en una situación de asimetría y de desvalorización de su trabajo, así como esconde e invisibiliza el trabajo de cuidado, es una precarización sexualizada que es expansiva, en términos del género, a las disidencias sexuales. Los y las jóvenes son un segmento que tiende a ser considerado como subvalorado en su fuerza de trabajo, la falta de experiencia, un supuesto menor valor en su reproducción, etc., colocan a los y las jóvenes en situaciones de desventaja. Esta precariedad muchas veces alcanza diversas resistencias, boicots y revueltas, pero más bien persiste la tendencia a ser desechados con contratos de plazo fijo, bajos salarios y jornadas intensivas.
– Si coincidimos en que la precariedad del trabajo debe ser superada, ¿es la regulación la manera más eficaz de enfrentarlo o pudieran existir otras estrategias?
Mi percepción es que estamos en un contexto que requiere de proponer estrategias que vayan más allá de la regulación. La regulación no es la forma más eficaz y permanente en el tiempo para superar la precariedad, pero sí un factor muy importante y que debe contar con una perspectiva que responda a los intereses y necesidades de lxs trabajadorxs. Por ello, considerando lo que hemos podido indagar en «Sociedad precaria», es que se necesita fortalecer una cultura de derechos, una educación y concientización sobre la relevancia e importancia del valor de nuestro trabajo, sobre las condiciones de dignidad que deben ser respetadas en los espacios laborales, así como de una estrategia económica de desarrollo que le acompañe. En esto tienen mucha relevancia la acción de las organizaciones sociales, sindicales, universidades, centros de formación técnica y ONG’s que estén involucradas en la promoción de estos objetivos y apuntando a fortalecer el tejido social, el conocimiento en derechos laborales y la asociatividad en el ámbito productivo. Importante también es contar con empresas que se sumen a este proceso, en una perspectiva de trabajo digno y trabajo decente, así como de sostener relaciones laborales fundadas en la valoración del trabajo, democracia económica, participación de lxs trabajadorxs en la toma de decisiones en la empresa y el respeto de los derechos laborales y humanos.
La regulación, entendida como políticas, legislación, fiscalización, instituciones y sanciones, ofrece un marco necesario de soporte a algunas demandas que exige la precariedad, pero en el caso de Chile y América Latina sigue siendo muy débil para ofrecer respaldo efectivo a las necesidades de lxs trabajadorxs. La cultura empresarial tiende a tener un enfoque centrado en desechar y reemplazar al trabajador o trabajadora que ejerce sus derechos, con un sistema de sanciones aún proclive a la impunidad, que es un factor a considerar en el presente escenario. Por ello, para subsanar esta debilidad de base, cualquier paradigma regulatorio debe considerar la participación, diseño y colaboración de los y las trabajadoras, así como el fortalecimiento de los derechos colectivos, como elemento fundamental para la pertinencia, ejercicio y viabilidad en el tiempo de las prácticas de superación de la precariedad. Sin trabajadorxs con conocimientos de sus derechos y sin la protección de ejercer derechos colectivos (por ejemplo, negociación ramal) seguiremos en una cultura despótica de precarización del trabajo, más allá de las intenciones legislativas, normativas o la buena voluntad de las y los legisladores.
– En la actual crisis social, económica y política chilena, ¿cómo se puede enfrentar la precariedad laboral?, ¿qué debiera hacer el Estado o las comunidades al respecto?
La precariedad laboral se está enfrentando de muchas maneras. Hasta el momento está primando el sentido práctico y la necesidad subjetiva como respuesta. Hay sujetos que están apuntando a la autonomía, frente a un desempleo que ha mostrado tasas persistentes este año y que no alcanza las cifras de 2019. La informalidad es un pilar del movimiento en este proceso, así como el microemprendimiento. El desempleo de mujeres también muestra un peack crítico para las tendencias anteriores. Las licencias laborales por salud mental se han incrementado desde la pandemia. Los salarios han perdido valor, mientras la inflación avanza. Los sindicatos están tratando de negociar condiciones que incluyan cláusulas de no-despido, mientras saben que sus salarios están perdiendo valor. El teletrabajo no está efectivamente regulado, las plataformas digitales tienen una legislación frágil, mientras los sectores extractivos siguen precarizando a través de la subcontratación y la prestación de servicios. No hay regulación al mercado inmobiliario, los arrendamientos, la canasta básica y los servicios. Es un escenario crítico para la salud del trabajo.
El Estado tiene la obligación de responder a esta situación. Las políticas que se promuevan deben ir en esta línea integral de fortalecimiento de derechos, así como de disputar el tiempo de trabajo y el tiempo de cuidados, considerando las especificidades de los casos y sujetxs inmersxs en la precariedad laboral. Es muy importante impulsar políticas junto a las organizaciones y movimientos que han puesto el eje en seguridad social, trabajo no-remunerado, tiempo de trabajo y derechos colectivos. Las comunidades tienen el derecho de exigir que estas medidas vayan tomando forma y de participar deliberativamente en su diseño, así como apuntalar cláusulas en contratos públicos, licitaciones, restricciones en uso de suelo, etc. Las ollas comunes, las agrupaciones promigrantes, las colectivas de mujeres, los sindicatos y cooperativas son expresiones de estas solidaridades que persisten en precariedad y que debiesen tener un canal directo para el diseño de políticas y regulación. Por otra parte, es importante mencionar que es necesario robustecer y alimentar el proceso de un tercer sector que desarrolle estrategias productivas más solidarias, cooperativas y ecológicas, con impulso de instrumentos estatales de financiamiento y pertinencia territorial. Acá hay una potencia enorme para hacer un contraataque a la precarización del trabajo y la vida en estas expresiones.
*Universidad Austral de Chile-Valdivia
Fotografía de Rodolfo Jara. Extraída de https://www.df.cl