Los ataques con molotovs a la embajada de Cuba en Washington han provocado una ola de solidaridad con la isla y gobiernos como los de China y Rusia emplazaron a Estados Unidos a investigar los orígenes y responsables de estas acciones.
Por Joaquín Pérez
La noche del 24 de septiembre, la embajada cubana en Estados Unidos sufrió un ataque con molotovs, en momentos en que se desarrollaba la cumbre de las Naciones Unidas en Nueva York. Cuba, y su presidente Díaz-Canel, acudían a Nueva York con un gran éxito diplomático, presidiendo el principal grupo negociador al interior de las Naciones Unidas, el G-77, que originalmente aglutinó 77 naciones cuando se formó en 1964, pero que hoy cuenta con 134 países miembros.
Nueve años llevaba el G-77 sin reunirse, la vez anterior fue sólo en forma conmemorativa. Fue el liderazgo político internacional de Cuba el que logró reunir a representantes de 134 naciones en La Habana, reclamando transformaciones a las Naciones Unidas en pos de un mundo multipolar que ponga fin a la era de dominación mundial de los viejos imperios occidentales, hoy en decadencia.
Tras el ataque de desconocidos con molotovs, la embajada cubana solicitó la presencia de oficiales del Servicio Secreto de los Estados Unidos, quienes se presentaron en su sede y tuvieron acceso a sus instalaciones para constatar la acción ant cubana. Además, la ola de solidaridad internacional no se dejó esperar.
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De inmediato, numerosas cancillerías, incluidas las de Rusia y China, exigieron al gobierno de EEUU que investigue de forma seria los ataques a la embajada de Cuba.
Matthew Miller portavoz del departamento de Estado estadounidense calificó este lunes de «inaceptables» los ataques a instalaciones diplomáticas, agregando que, «estamos en contacto con funcionarios de la Embajada cubana y, de acuerdo con nuestras obligaciones bajo las Convenciones de Viena, el Departamento está comprometido con la seguridad de las instalaciones diplomáticas y de los diplomáticos que trabajan en ellas».