Se cumplen tres décadas desde que la policía chilena acribilló a las personas que iban en un bus de la locomoción colectiva en el que se replegaron lautaristas tras realizar un asalto a una sucursal del Banco O’Higgins. El hecho terminó con el asesinato de seis personas y una decena de heridos por balas disparadas por agentes policiales en lo que se ha conocido como «masacre de Apoquindo».
Por J. Arroyo Olea
Corría el 21 de octubre de 1993. El reloj indicaba que era cerca de las 14:00 horas y un número indeterminado de personas al interior de una micro eran acribillada por Carabineros de Chile y la Policía de Investigaciones en la intersección de las calles Manquehue con Apoquindo.
Entre las y los pasajeros se encontraban cinco militantes del Movimiento Juvenil Lautaro, quienes se subieron a la locomoción colectiva replegándose tras haber realizado una acción de «recuperación» -asalto con fines políticos- a una sucursal del Banco O’Higgins. Tras ser interceptados por una patrulla de Carabineros, uno de los militantes disparó desde dentro de la micro, generando un cerco alrededor del vehículo y que decenas de policías dispararan hacia este, pese a la rendición de las y los lautaristas que se mostró median banderas blancas.
El resultado fue seis personas asesinadas, entre las que cuentan tres jóvenes lautaristas, una decena de personas heridas y al menos 300 impactos de bala, reflejando el nivel de violencia policial desatado por organismos del Estado.
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30 años después del hecho, aún resuenan las palabras del entonces presidente Patricio Aylwin. Con una coalición de partidos políticos que le dieron su respaldo, Aylwin planteó que «cuando se arrancan los delincuentes se acusa a Carabineros de ineficiencia, de negligencia, de que la autoridad no se ejerce. Cuando se ejerce la autoridad entonces se acusa (...) de excesos«. Pese a las críticas emanadas de parte de la población respecto al actuar policial, el democratacristiano las categorizó como «una crítica absolutamente pasional e irracional«.
¿La frase de broche? El entonces presidente explayó: «yo respaldo plenamente la actuación de Carabineros«.
Tras tres décadas, el hecho continúa siendo fuente de lecturas relacionadas al actuar policial en Chile. En un reciente trabajo, Luciano Sáez Fuentealba explica que «la acción ocurrió en medio de una crisis en lo relativo al control de Carabineros y su ajuste a las circunstancias democráticas. El rol de las policías era clave en la pacificación de los grupos armados de izquierda -en un contexto, además, de búsqueda de estabilidad democrática basada en la lucha contra el terrorismo y su conexión con la delincuencia-. Pero también un punto de tensión por su propensión a vulnerar los Derechos Humanos».
En este sentido, Sáez establece que «la impactante espectacularidad tras a los sucesos de Apoquindo -policías acribillando un microbús en el barrio alto de la capital- marcan una importante distinción con prácticas represivas ocurridas durante la dictadura, principalmente en relación a los límites espaciales de la violencia policial».
Tras la masacre, indica el autor, el gobierno de la Concertación «prometió evaluar los procedimientos policiales tras los hechos», lo cual se materializaría en una encuesta telefónica cuyos resultados expusieron un respaldo al actuar policial. Y es que el gobierno nunca dejó de respaldar el accionar, pese a existir una promesa de proyecto de ley de indemnización a las víctimas. Cinco días después del hecho, Aylwin señaló a La Época: «creo que Carabineros cumplió el deber que tenía de actuar persiguiendo delincuentes que habían cometido un delito», indicando también que «a mí se me ocurre que yo hubiera hecho lo mismo«.