El año 1992, las imágenes insistentes de una mujer caminando en cuclillas dentro de un gallinero en algún campo de la región de la Araucanía irrumpieron a través de la televisión y los diarios. Sus editores la llamaron "La mujer gallina", mientras que su nombre, Corina Lemunao Lemunao, fue conocido como el complemento de su apodo, valorado como dato anecdótico, del mismo modo que las eventuales explicaciones respecto a las situaciones que la indujeron a vivir del modo por el cual fue conocida.
Aniceto Hevia / resumen.cl
Teatro La Obra acaba de montar en Teatro Biobío, «Achawal Domo Che», luego de haber sido estrenada en 2015 y vuelta a presentar en otras ocasiones. El trabajo propone un relato biográfico de Corina Lemunao Lemunao, además de una problematización respecto a la manera en que su situación fue expuesta por los medios de difusión.
Pobreza, abandono y repercusiones de la cultura patriarcal marcan la narración elaborada por la dramaturga coronelina Gisselle Sparza, quien sitúa su mirada desde las antípodas de las descripciones predominantes del campesinado y el pueblo mapuche, marcadas por los estereotipos del «buen salvaje» y la «barbarie».
Pero este texto no avanza solo. En realidad, el texto es sólo uno de los torrentes que atraviesa la obra, pues la incorporación del lenguaje corporal, la música y la luminosidad para expresar lo que desborda lo literal resulta crucial al momento de valorar el total despliegue implicado en el montaje. «Achawal Domo Che» dispone de una estética austera, tal vez porque la respuesta a tanta estridencia e indecencia no podría ser de otro modo. La escenografía está hecha de coligües, que pueden formar una jaula, pero que también pueden servir para encaramarse, ver desde lo alto o remontarlos. De una guitarra de cuerdas metálicas, un acordeón y un cajón peruano reverbera la música que avanza con el ritmo y la intensidad de las pulsaciones de los cuerpos y fuerzas que sufren e intervienen. Su simplicidad, coherente con el relato, conmueve y surca la obra con una profundidad que la marca desde el inicio. Con el uso de un foco, Teatro La Obra nos muestra que la degradación contra Corina no radica únicamente en el gallinero, pues ocurre también a través de la cosificación de ella misma, seccionando lumínicamente su cuerpo, mostrando zonas de este ahora convertidas en objetos de atención morbosa. En el momento en que los ases de luz impactan el cuerpo de Corina queda al descubierto el significado de su apodo, queda en evidencia que "La mujer gallina" fue una denominación, que al igual que la luz de una cámara, destacó mientras que ocultó partes de sí. Destacó lo que servía para impresionar y ser consumido como novedad, a la vez de soslayar la pregunta de cómo es que ocurría eso si el país había sido "salvado del caos" y enrumbado hacia la "modernización". Este es uno de los hechos enfrentados por Gisselle Sparza, primero mostrando a quien ha sido el objeto de turno de esta práctica y, luego, señalándonos cómo ha operado.
La agresión ejercida contra Corina por los medios de comunicación, no solo careció de un acto reparatorio, sino que persiste contra quienes no se pueden defender. La vida de las y los pobres sigue siendo siendo el caldo predilecto para la comidilla de quienes justifican su vileza en la llamada libertad de prensa. De este modo, «Achawal Domo Che» nos retrotrae al '92, pero también nos obliga a mirar nuestro presente y reconocernos también expuestos/as «al foco».
En estas presentaciones, las interpretaciones coreográficas y actorales estuvieron a cargo de Juanita Paz Saavedra, David Dinamarca, Francisca Díaz y Javiera Hinrichs en la música. La escenografía y el vestuario fueron creaciones de Nessagara y contó con el apoyo técnico de Enzo D´Arcangeli.