[resumen.cl] La Masacre de Laja - San Rosendo fue perpetrada por agentes del Estado que asesinaron a 19 trabajadores detenidos días después del Golpe de Estado de 1973. De acuerdo a los antecedentes recopilados por sus familias, la nómina con los nombres de cada uno de ellos, con la cual se guiaron los carabineros que les detuvieron, fue provista por la propia Papelera que aún opera en Laja y sigue siendo de propiedad de la familia Matte. Aún más, acusan que la empresa habría dispuesto el vehículo y el chofer para el traslado de los detenidos hasta el lugar en que fueron fusilados, así como les habría ofrecido el alcohol bebido por los efectivos policiales antes y después del crimen. El hallazgo temprano de los cuerpos obligó a los criminales cambiarlos de lugar, conduciéndolos hasta el cementerio de Yumbel, donde fueron encontrados en 1979. Aproximaciones al olvido es una obra que nos acerca a este hecho y también a los actos de denuncia que teatristas realizaron en esos años, franqueando la censura impuesta por la dictadura.
Resumen conversó con Nora Fuentealba Rivas, dramaturga y directora de esta obra, quien compartió su mirada acerca de los procesos implicados en su creación y de cómo esta busca dialogar con los ejercicios de memoria ya realizados por Isidora Aguirre, la compañía teatral El Rostro y las familias de los 19 trabajadores.
Aproximaciones al olvido seguirá transmitiéndose a través de Teatro Biobío hasta este domingo 14 de febrero.
-Francisca Díaz, quien inicialmente interpreta tus cuestionamientos al momento de emprender Aproximaciones al olvido, habla de tus preguntas acerca de cómo fue que algo tan próximo a tu vida no había sido reconocido por ti con la connotación que ahora le das. Háblanos de ese proceso.
«Si bien soy actriz de formación, me he desempeñado como investigadora teatral desde que salí de la carrera, y es el ejercicio de esta práctica el que me llevó a conocer el Retablo de Yumbel de Isidora Aguirre a través de un proyecto Fondecyt al que fui invitada. Parte de esa investigación consistió en antologar artículos y otros escritos sobre la dramaturga chilena. En ese contexto leí por primera vez la pieza de Aguirre, quedé perpleja, no solo por la calidad dramática de la autora, sino porque apeló a mi memoria y a mis olvidos. Olvidos heredados, institucionalizados, olvidos impuestos, olvidos que me hacían recordar mis raíces... sentí que sabía muy poco de mi región, sentí que tenía un deber de memoria, pues yo nací en Nacimiento, y como señala la actriz Francisca Díaz, cuando toma mi voz en la obra: "viajé a Yumbel con mi familia innumerables veces, caminé por esas calles de barro, sin saber que bajo ellas se encuentra la historia de quienes les fue arrebatado el tiempo".»
-Y la obra…
«Primero hice una investigación documental, recopilé datos, vi reportajes, leí e hice todo lo que se puede hacer desde la lejanía, pero eso no fue suficiente. Me dirigí entonces a hablar con Gustavo Sáez y Ximena Ramírez, dos de los fundadores de la compañía El Rostro, quienes llevaron a escena Retablo de Yumbel. Ellos me contaron del proceso de investigación de Isidora Aguirre para escribir la obra. Me sorprendí por la obstinación de Ximena, quien le insistió a la Nené para que escribiera sobre lo que había pasado, así también con la profundidad de la investigación de la dramaturga, pues la Vicaría le facilitó expedientes que hablaban del caso para que pudiera escribir la pieza. Ahí fue cuando dije: ¡yo quiero hacer eso! ¡quiero investigar y hacer una obra! ¡No quiero montar el Retablo, quiero hablar de Retablo, de cómo esta pieza icónica del teatro chileno hecha durante la dictadura cívico militar ha sido prácticamente omitida de los repertorios actuales. Quiero hablar del trabajo del Teatro El Rostro, de su valentía al montar la obra en plena dictadura. Quiero contar la historia de quienes no están en las historias oficiales. Quiero denunciar! Y fue así como me acerqué a quienes conocían la historia de La Masacre, conocí a gente maravillosa, que de forma muy generosa compartieron sus vivencias conmigo, y frente a todo lo que se me fue narrado, me di cuenta que ninguna ficción era suficiente para dar a conocer tanto lo acontecido como sus secuelas. Fue por ello que invité abiertamente a personas de la Agrupación de Detenidos y Desaparecidos de Laja y San Rosendo a participar del proyecto. Allí conocí a María Isabel Riquelme, a Gloria Urra, a Emilio Araneda y su hija Sofía, a Mirta Gutiérrez y su hija Mariela. Todas y todos parte de la obra. Pero aun faltaba algo más, sentí que era prioritario algún representante de la compañía El Rostro, fue ahí cuando me acerqué a Julieta Saéz, hija de Gustavo y Ximena. Ella también había actuado en la obra, de hecho, toda su familia ha trabajado en ella. Y bueno, con todas esas voces decidí emprender el camino, pero necesitaba además que se representara el olvido de quienes no habíamos vivido las historias de forma directa, de allí que Francisa Díaz y Cristóbal Troncoso se convirtieran en piezas fundamentales del trabajo hecho, al que se sumó después la diseñadora Fernanda Videla. Ellas y él fueron el contraste y el sostén de los testimonios de quienes no siendo actores, ni actrices, se enfrentaban al desafío de contar sus historias. Pues una cosa es relatar lo sucedido para un reportaje y otra muy distinta es recordar para denunciar una y otra vez lo acontecido. En ese sentido, cabe señalar, que lo que dicen las chicas de Laja, lo que dice Julieta, son narraciones de ellas, entregadas en los ensayos, historias transcritas para servir de esquema con la finalidad de repetir aquello que nos pareció importante. Así, las chicas, empoderadas de sus vivencias, nos hacen participes de parte importante de la historia de Chile, de la historia local y la historia del teatro. De allí que afirme que por sobre todo ellas hacen un ejercicio de mucha generosidad, no cualquiera comparte sus relatos, no a cualquiera se le hace parte de los dolores y alegrías que se han vivido, de las memorias.»
-El título de Aproximaciones al olvido sugiere una problematización respecto a cómo está compuesto eso que llamamos olvido, también de qué agentes intervienen en este fenómeno. ¿Cómo crees que se posiciona la obra en este contexto?
«Lo que pretende la obra es hablar de ese olvido, del que nosotros, las y los otros, hemos sido parte, para transgredirlo y hacer un trabajo de memoria suficiente para dignificar esas vidas que no están, para hacer ingresar a la historia aquello que se ha mantenido al margen, para hacer historia, para hacer... "porque aún queda mucho por hacer"»