Todos perdieron

Por Alejandro Baeza

Esta elección pasará a la historia por ser una en que nadie celebra, porque todos perdieron. Por primera vez desde el retorno a la democracia, las calles y plazas estaban vacías, sin nadie celebrando.

Decir que todos perdieron puede sonar extraño, pues a todas luces el ganador pareciera ser la ultraderecha pinochetista. No obstante, los resultados permiten hacer análisis muy interesantes.

Primero que todo y lo más obvio, es por la gran cantidad de votos nulos blancos, el número más alto registrado en cualquier jornada de votación en toda la historia de Chile. Sólo un partido, Republicanos, obtuvo una votación mayor a la suma de nulos y blancos. Si consideramos las listas, sólo la oficialista se suma a las escasas posiciones que lograron superar la apatía a este proceso de la clase política, es decir, solamente la postura más a la derecha y la que estaba más a la izquierda en la papeleta superaron el desinterés.

También, sin duda perdieron los sectores más de izquierda que quedaron totalmente al margen de este proceso y que tampoco fueron capaces de levantar una alternativa ni siquiera discursiva que aglutinara las amplias críticas al proceso.

Pero retomando la jornada del domingo, en una elección donde el voto era obligatorio so amenaza de multa, del total del universo habilitado para sufragar (15.150.572 personas), un 33% (un tercio del padrón) prefirió no asistir o no marcar ninguna opción, versus solamente el 22,89% sobre el universo total que obtuvo la lista más votada. Estos son los verdaderos números que no muestra ningún medio de comunicación.

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Qué significan estos votos nulos, blancos y el porcentaje de abstención es muy complejo determinarlo y su interpretación puede ser diversa. Probablemente, muchos querrán elucubrar y asumir que estarían más cerca de su propia visión política, pero lo único que es posible establecer con claridad es que ningún partido del espectro pudo convencerles y es una muestra de la crisis terminal de desconexión que vive el sistema político institucional chileno.

Esto es una muestra que todos perdieron, como clase política. La descomposición de ésta no deja de crecer y su desconexión con el pueblo es enorme, al punto que no hubo ninguna gran celebración en ninguna parte. Nadie se sintió ganador ¿Y esto por qué?

Caso a caso, orden decreciente de perdedores de las listas que participaron de la elección es la siguiente:

1 La Concertación

Sin lugar a dudas, los más perdedores de todos. No solamente no por no haber conseguido ningún consejero, sino porque este bloque (que en esta ocasión se presentó sin el PS) fue el hegemón de la política postdictatorial y una de las coaliciones más duraderas en la historia de Chile. Este domingo quedaron en un fracasado cuarto lugar, o quinto si consideramos a los votos nulos, lo que viene a ser un paso más en su rápida transición hacia la irrelevancia. Por dignidad sus representantes ya deberían jubilarse.

2 El Partido de la Gente

Este partido quedó tercero en las últimas elecciones presidenciales y estuvo a poco de pasar a segunda vuelta con un candidato que sólo hizo campaña por streaming. Con un discurso populista y crítico a la clase política, logró una votación histórica y apenas conformado entró inmediatamente al Congreso. No obstante, rápidamente la bancada se quebró y en esta elección quedaron en último lugar, sin ningún representante para el Consejo Constitucional. Una promesa que al parecer se desinfla más rápido de lo esperado. Su líder abandonó el país y prácticamente no se ha referido al tema, más que acusar una supuesta conspiración en su contra.

En este sentido, también es posible afirmar que otra gran perdedora es Pamela Jiles, quien abandonó su postura de populismo progresista para sumarse a este partido de populismo derechista justo en su peor hora.

3 La derecha

La lista conformada por los clásicos partidos de derecha, UDI y RN más Evópoli, el otro bloque tradicional de la política de la transición, también quedó por debajo de los votos nulos, una debacle, y obtuvo un millón de votos menos que la ultraderecha. Es decir, el mundo conservador está cuadrándose con las posturas más radicales, vaciando su electorado. Por lo que ahora deberá decidir si intentar ocupar el centro neoliberal que dejó la Concertación o sumarse al extremismo pinochetista.

4 El Gobierno

La lista del oficialismo consiguió sólo 17 consejeros, lejos de los 21 que necesitaba para al menos conseguir un tercio para vetar y poder negociar los artículos. Además, el mapa deja claro que su principal fuerza electoral se encuentra concentrada en la Región Metropolitana, lo que podría interpretarse que los discursos y propuestas de la coalición oficialista son de un carácter centralista que no hacen eco en el resto del país. En una elección que se presentaba como un plebiscito a la gestión de Boric, quedó una muy complicada posición.

Con estos resultados, ya el Gobierno ha dejado entrever incluir (pese a que de facto ya está) a la derrotada DC a La Moneda, profundizado la estrategia que asumió tras ganar la elección de acercarse cada vez más un centro que constantemente demuestra estar vacío.

5 La ultraderecha de Republicanos 

Éste es el punto más complejo. Republicanos, pese a ganar, quedó atrapado en un serio dilema al tener que realizar una carta magna modificando una que les parece perfecta. Con la cantidad de consejeros electa, se verá obligado hacer algo que por todos lados han dicho que no quieren: una propuesta de nueva Constitución. La de Pinochet es prácticamente un "tipo ideal" para este sector que ahora tiene la hegemonía en el actual proceso, por lo que la tentación de dejarla lo más parecido a la vigente será muy difícil de controlar, pues no necesitan ningún voto de la centroizquierda para impulsar sus iniciativas.

Con un par de consejeros menos, podrían, en su clásica postura victimista, señalar que no les dejaron participar del proceso y llamar a votar en contra en el plebiscito. No obstante, su triunfo fue tan arrollador que a la vez se transforma en una tragedia para ellos, pues muy probablemente se encontrarán obligados a llamar a votar a favor, ya que será su Constitución.

Por ende, en caso de rechazarse, sería una tremenda derrota para ellos mismos y desinflará el crecimiento que hasta ahora venían viviendo.

Tanto es el desinterés por una nueva Constitución de este sector, que en el discurso de la noche del 7 de mayo, el líder del partido dijo textualmente "No hay nada que celebrar" prácticamente no habló del tema y sus palabras estuvieron centradas en la inflación, narcotráfico y seguridad. Es decir, le habló directamente a las necesidades del pueblo.

Sí, lo hizo aludiendo al populismo, pero por otra parte ¿en qué está la izquierda? Desde este sector aún insisten en asumir la lucha de las políticas identitarias así como tratar de congraciarse con la derecha tecnócrata y sus medios de comunicación, así como asumir como las banderas históricas punitivas de este sector, estrategias que hasta ahora han resultado un fracaso tras otro.

Si no empiezan a proponer políticas efectivas y efectistas, y por qué no decirlo, también populistas, que vayan directamente a solucionar las condiciones materiales concretas con las que vive la gran mayoría del país, la ultraderecha se comerá toda esas ansias de transformaciones y de poder tener más dinero para mejorar su vida.

Esta desafección total en que nos encontramos es una oportunidad de oro para quienes quieren romper con el modelo, pero con propuestas que mejoren inmediatamente las condiciones materiales de una clase trabajadora agobiada por un sistema que les explota día a día, apuntar hacia el bolsillo con soluciones ya, sin miedo al populismo. Es lo que está haciendo la ultraderecha, pero con un populismo que solamente habla de "temas valóricos", delincuencia y migración. En este sentido, la izquierda si es que lo decide, tendría un espacio más amplio para crecer.

Cuando el debate estaba centrado en los abusos empresariales y de la élite, el pueblo votó por la izquierda, pero cuando ésta volcó su discurso solamente a la plurinacionalidad, ecologismo o políticas identitarias, el pueblo se volcó a la derecha (en su peor versión). Así son los datos que nos dejan los últimos años.

Por todo esto es que afirmo que todos perdieron, pero sin duda, quien más pierde en este proceso que nunca debió llevarse a cabo, es el pueblo chileno, que a fin de año deberá elegir entre la Constitución de Pinochet o una Constitución hecha por pinochetistas.

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