Una fiesta en la cancha de Candelaria, a un costado del Gimnasio, fue el lugar ideal para que los narco impulsaran una frenética actividad que terminó con una persona apuñalada.
Por Felipe Soto Cortés
La actividad se realizó el viernes 11 de marzo pese a que no contaba con el permiso de la municipalidad de San Pedro de la Paz, señalaron desde la entidad edilicia a Radio Bío Bío.
No obstante, los organizadores del evento, que disfrazaron la iniciativa como un festival de música urbana, vendieron entradas que fluctuaron entre los 5 mil y 25 mil pesos para el público general y un ingreso al sector VIP que era vendido a 250 mil pesos.
La fachada de festival de una actividad cultural dio la posibilidad de que el poder narco -que crece año a año en el Gran Concepción- demostrara como actúa con total impunidad en un barrio popular.
Mesas con tusi - nombre derivado de 2C-B, una feniletilamina psicodélica que "pateada" puede incluir ketamina, anfetaminas y otros productos que provocan además de alucinaciones y dependencia, graves daños a la salud-, cripy -marihuana modificada genéticamente-, además de grandes cantidades de alcohol, fueron parte del cocktail organizado en la cancha de la población.
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Según información que trascendió durante la tarde de ayer, un sujeto que participó del evento, fue apuñalado y habría muerto en un centro asistencial del sector.
Lo que sucedió el viernes en San Pedro es una muestra de lo que se ha acrecentado el poder del narcotráfico en las poblaciones y barrrios residenciales del Gran Concepción. Fuegos artificiales, disparos y una extrema tolerancia hacia el consumo y venta de drogas duras es parte de lo que vive el común de la población. Es una sentida demanda poner fin a esta abusiva situación.
Pues allí donde el Estado ha retrocedido -es decir, en los lugares donde sus habitantes no tienen garantías como sueldos decentes, servicios públicos de calidad, educación de calidad y oportunidades de desarrollo- es donde el narcotráfico hunde sus garras.
Su avance se ha producido también en los últimos años gracias a las precarias condiciones que vive la población, derivadas de un modelo económico clasista y segregador, que se vio profundizado con la pandemia.
Y por cierto, debido asimismo a la corrupción endémica de las policías y la liviandad con que se persigue al crimen organizado.
Es hora de que esta permisividad se termine, la persecusión a dichas bandas es una necesidad imperante para los sectores populares que sufren día a día las consecuencias del negocio que sin asco utiliza a niños y adolescentes como sus soldados.
Foto: Radio Bío Bío