Buenos Aires.- La emocionante proyección en el estatal Canal 7 de la película Diálogo de las Américas, como se conoció la reunión mantenida por el presidente de Chile, Salvador Allende, y su visitante de esos días de noviembre de 1971, el líder cubano Fidel Castro, resultó de extraordinaria actualidad y vigencia y puede ubicarse como antelación de lo que es hoy el proceso de unidad latinoamericano y los peligros que lo amenazan.
Como si fuera hoy, se oye la voz pausada de Allende, quien responde sobre los obstáculos que enfrentaba su gobierno, y se refirió a los medios de comunicación: Es más que una libertad de prensa. Es un libertinaje de la prensa. Se deforma, se miente, se calumnia, se tergiversa. Los medios de difusión con que cuentan son poderosos, periodistas vinculados a intereses foráneos y a grandes intereses nacionales. No sólo no reconocen sino que deforman las iniciativas nuestras. Todo esto, teniendo nosotros que respetar las conquistas que el pueblo alcanzó y de las cuales lógicamente hace uso y mal uso la oposición al gobierno popular.
El documental que se vio hoy por primera en Argentina y que fue estrenado en abril de 1972 en París, presentando por el gran poeta chileno Pablo Neruda y el actor Marcel Marceau, surgió de la filmación del encuentro entre ambos dirigentes por el cineasta Álvaro Covacevich; la entrevista fue conducida por el periodista chileno Augusto Olivares, quien murió en la desesperada defensa que se intentó contra el bombardeo de los golpistas el 11 de septiembre de 1973, cuando estaba junto a Allende y un grupo de sus allegados en La Moneda.
Desde entonces el documental no volvió a verse hasta que fue recuperado de entre las pertenencias de Covacevich, quien vivió su exilio en México. Aquí se realizó una adaptación en el Canal Encuentro para cumplir con ciertos parámetros técnicos, aunque el diálogo fue conservado sin modificación alguna, como señala Emanuel Respinghi, del diario Página 12.
La visita de Castro a Chile duró 20 días, ante la mirada dura de Washington, que no se resignaba a aceptar el surgimiento del primer gobierno socialista por vía electoral en América Latina, y desde el primer día del ascenso de Allende al gobierno, y aun mucho antes, comenzó la conspiración que llevaría al golpe militar y a la sangrienta dictadura de Augusto Pinochet.
Allende: ¿Te das cuenta Fidel? ¡Tres minutos para definir los obstáculos de una revolución que tiene que hacerse dentro de la democracia burguesa y con los cauces legales de esa democracia! Hemos avanzado. Obstáculos… nacen de qué. En primer lugar, de una oligarquía con bastante experiencia, inteligente, que defiende muy bien sus intereses y que tiene el respaldo del imperialismo, dentro del marco de una institucionalidad en donde el Congreso tiene peso y atribuciones y el gobierno no tiene mayoría. De allí entonces que las dificultades sean bastante serias y hace que el proceso revolucionario chileno, dentro de los marcos de esta legalidad, encuentre cada día y en cada momento obstáculos para el avance del cumplimiento del programa de la Unidad Popular.
La exposición de cada uno de ellos sobre ambos procesos muestran las coincidencias y diferencias. Allende no creía que se fuera actuar violentamente contra su gobierno, aunque era evidente la guerra de la oligarquía y la mano de Estados Unidos, por considerar la profesionalidad de las fuerzas armadas y 160 años de funcionamiento ininterrumpido del Congreso. Y además rescata el poderoso movimiento obrero de Chile, la existencia de un Partido Comunista de masas que fue el más importante de América Latina y del mundo, un Partido Socialista, fuerzas capaces de enfrentar los peligros que ya amenazaban el proceso.
Castro explica a su vez en qué condiciones se produce la revolución cubana en un país sin salida bajo la dictadura de Fulgencio Batista. Destaca las diferencias entre Chile y Cuba cuando se produce la insurgencia. Habla de la concepción de los revolucionarios cubanos de que el gran motor de la historia han sido las luchas de las masas oprimidas contra los opresores. En nuestro país existía la doble motivación: era sometido y humillado por el imperialismo y, además, dentro de esa situación, una gran masa de campesinos sin tierra, una gran masa obrera explotada, en las condiciones de miseria espantosa, falta total de asistencia médica para las capas pobres de la población. Es decir, que había una situación social desesperante, podríamos decir que la gran motivación de nuestro pueblo era la lucha por la vida.
Y las respuestas de ambos describen acusiosamente los problemas de entonces, que siguen siendo los del presente, de la dependencia, del imperialismo, la vida de América Latina, la tragedia de los pueblos. Es un diálogo que podría ser mantenido hoy por dos presidentes de cualquiera de los países en proceso de cambios, un debate fascinante, vivo, que pone el dedo sobre muchas llagas y que se hace necesario en una región donde las causas profundas de las desigualdades siguen estando hoy.
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