Por Darío Núñez
La inoperancia y perversidad en las decisiones gobernantes frente a la epidemia del corona virus COVID19 que afecta a nuestro país no alcanza a ser disfrazada por el anuncio de declarar al país en Estado de Catástrofe que hizo el mandatario. La desidia del gobierno solo nos garantiza una efectiva catástrofe en los meses venideros.
Lo mismo ocurre con el posterior anuncio del cierre de los mall, el que viene adornado con la invariable letra chica que caracterizan las medidas de este gobierno inoperante. El mentado cierre de estos centros comerciales no es una decisión gubernamental sino que el decreto es un acuerdo voluntario con el gran comercio del retail que se niega a cerrar, que se resiste a perder algún margen de sus utilidades; a estos empresarios, como al gobierno, no les importa la salud de la población ni las consecuencias fatales que puede acarrear la avaricia enfermiza que domina sus decisiones. Se supone que cerrarán los mall, pero no las farmacias, supermercados, tiendas destinadas a ofrecer suministros de primera necesidad (cuya utilidad se puede entender), bancos (cuya utilidad en los mall se asocia sólo al consumo a que están destinados esos lugares), pero el acuerdo voluntario señala que también -oh sorpresa- podrán permanecer abiertas aquellas tiendas destinadas a "abastecer de bienes del hogar", esto es las grandes tiendas del retail. Absurdo. Tan absurdo como aquella medida de un municipio que acordó mantener abierto los mall solo hasta las 16:00 horas. ¿Acaso podrán un letrero prohibiéndole al virus "ingresar" a esos centros comerciales en los horarios de apertura? ¿Nadie les ha explicado a estos señores que el problema no es el horario sino la aglomeración de personas?
Esta mezquindad y ceguera para poner efectivas medidas de atajo a la expansión de la epidemia en nuestro país, se enmarca en la perversa actitud de los gobernantes de priorizar los intereses del empresariado (o del mercado) por sobre las necesidades, la salud y la vida de nuestra población. Controlar que la cifra de contagiados con el COVID19 no se expanda de manera incontrolable no es problema ni prioridad para este gobierno, no es motivo de interés para este gobernante errático que, efectivamente, solo es un ocupante del Palacio de La Moneda, un andante perdido en esos espacios destinados - se supone- a gobernar en función de los intereses del país.
En entrevistas con medios televisivos concedida en la noche de este miércoles el mandatario no ocultó su pretensión de que en Chile lleguemos a tener 100.000 contagiados con el coronavirus. Cien mil, y hace su pronóstico como si se tratase de una tasa de interés bancario o de su ganancia mercantil. Este gobierno necesita por razones que no podemos dilucidar de cien mil chilenos contagiados ¿por qué? Tal vez por venganza por la rebelión y levantamiento social que se ha manifestado desde el 18 de octubre en adelante; con este oscuro gobierno y errático gobernante todo puede ser posible, por absurdo que sea.
Pero en la proyección gobernante, habla de cien mil contagiados como si nada. Por eso, tal vez, no adoptan ninguna medida atinada, oportuna y efectiva para reducir la masa de contagiados. Todas las pocas medidas que se han adoptado han surgido de modo inevitable por la presión de la población que ha llevado a que los municipios se vean forzados a adoptar o exigir medidas concretas; y la presión de los municipios es lo que ha llevado al maldito gobierno a adoptar algunas medidas, como fue por ejemplo la paralización de los colegios. El cierre parcial de los mall se produce a consecuencia de la movilización de los propios trabajadores de los centros comerciales, si fuera por el gobierno no debieran cerrar en absoluto.
El sentido de la realidad, el mínimo estudio de la experiencia china y coreana, por un lado, y de Italia, España y Francia, por el otro (por citar los ejemplos más conocidos en estas latitudes), debieran servir de referencia para el tipo de medidas preventivas a adoptar, la oportunidad de las medidas, la intensidad y amplitud de las mismas. Pero ninguna de esas experiencias externas ha sido tomada como antecedente, o sirven de algo en beneficio de población. El gobierno solo se refugia en que su asesoría la hacen expertos expertísimos y las apreciaciones de estos iluminados parecen ser infalibles y no pueden ser objeto de críticas o de dudas. Pero ya sabemos a lo que conducen los "expertos" que asesoran las decisiones de los gobernantes, particularmente de estos gobernantes. Allá ellos, pero las consecuencias las sufre y las sufrirá la población común y corriente, el pueblo, que no tendrá acceso a los medios técnicos ni médicos para recibir la atención necesaria cuando la enfermedad les ataque.
Pero eso no le importa a este gobierno andante. No. Lo que importa es su maldita proyección de tener 100.000 enfermos contagiados de coronavirus. De esos cien mil, espera tener 16.000 (dieciséis mil) afectados simultáneamente; así, como si nada y de estos, unos 8000 (ocho mil) necesitados de hospitalización. Además, por supuesto, el gobernante también espera que haya unos cuantos muertos aunque no especificó cifras de con cuantos chilenos muertos estaría satisfecha su maldita proyección. En un sistema de salud jibarizado y esquilmado por el modelo de mercado que ha invadido y destruido el sistema de salud pública chilena, un modelo de salud que no da abasto para absorber las necesidades normales de la población, ni las exigencias habituales de los inviernos ¿pretende, este gobernante, hacernos creer que podrá tener la capacidad de atender las demandas de una epidemia desatada? Solo puede uno concluir que estos gobernantes realmente se creen el discurso de que el sistema de salud chileno es de los mejores del mundo, como dijo Mañalich hace unos días. Y seguro que para ellos debe ser así, porque como negocio, la salud en Chile debe ser uno de los mejores sistemas de negocios del mundo; tal como ocurre con el sistema previsional y otras plagas de este modelo moribundo.
Está claro que de este gobierno no podemos esperar nada positivo ni efectivo para prevenir la expansión del virus y el desastre que puede significar ese crecimiento descontrolado de la enfermedad. La prevención, cuidados y resguardos deben ser instalados y exigidos por la propia población, por las propias organizaciones sociales, por las propias comunidades, incluso por los propios municipios. De otra manera, esta pandemia se convertirá en catástrofe. El todo caso, el previsor andatario ya decretó Estado de Catástrofe ¿tal vez para que nos vayamos acostumbrando a la idea?