Una carta de memoria: Miguel Cuevas Pincheira

Por Eduardo Godoy

Miguel Cuevas Pincheira es uno de los tantos que una fatídica noche de septiembre fue secuestrado por Carabineros y civiles de Patria y Libertad, apartado de su familia semidesnudo desde su propia casa. He ahí la razón por la cual su compañera, Norma Panes, solía recorrer muchas ciudades buscándolo con un bolso que solía trasladar los zapatos camisa, calcetines y pantalón que necesitaría cuando por fin lo encontrara.

Tal es el caso que mientras caminaba por el centro, cuando de repente pasó un vehículo plomo, y mi mamá, quien me quiso acompañar me dijo: -«ahí va ese viejo de mierda»- ¿cuál? pregunté, ese que mató al papá de Miguel Ángel.

Los relatos con los que crecí son historias de un hombre humilde, zapatero de oficio y sin tapujos al hablar de política en un pueblo tan pequeño como Santa Bárbara.

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Algo así fue como creció su hijo, Miguel Ángel Cuevas Panes, mi padrastro. Quien tan sólo a la edad de 14 años tuvo que huir de su pueblo, dejándolo todo empezando a anidar una pena en el corazón que difícilmente se puede ocultar del todo.

Debe ser terrible saber que el asesino de tu padre sigue manejando, libre y sin ningún tipo de vigilancia.

Jorge Denis Domínguez Larena participó aquella noche y fue el único de 11 personas que su condena de 10 años y un día fue rebajada tan abruptamente a libertad vigilada.

Sinceramente, desconozco las razones del juez o me imagino qué tan bueno fue el actuar de su defensa, pero en fin.

Las detenciones ilegales, los secuestros y casos donde el cuerpo de «seguridad» de Chile se ven implicados de una forma similar es algo que sigue latente desde ese entonces y me imagino que desde antes.

Por eso nos es necesario recuperar la memoria, aferrarnos a la tristeza que nos provocaron. Y digo nos provocaron porque, como hijo ver la pena en la cara de tu padre es algo horrible y uno no sabe cómo ayudar.

Estoy seguro que el «pelao Domínguez», que así le dicen por acá, no se arrepiente de nada, que está sanito comprando en el supermercado, manejando su vehículo y siendo saludado por muchas personas que no les importa lo que hizo.

Estoy seguro que mis amigos y amigas no tienen idea.

Entonces nace algo, algo que podría destruirme y se localiza desde mis vísceras. Es ahora cuando acepto sumergirme en la corriente del río de la memoria y continuar río arriba contra esa fuerza que, sigo seguro, no podré andar solo.

Y estas palabras no tienen otro sentido más que el objetivo de recuperar la memoria que sigue viva, recuperar la rabia y ver cómo en su caótica actualidad seguimos con tanta pena, no te imaginas cuánta pena.

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