En Argentina se está discutiendo, fuertemente, acerca de las políticas que se busca implementar por parte del gobierno ultraderechista de Milei. Hemos visto la debacle económica para las clases populares, mientras las clases medias tiktokean sus compras y vacaciones en Chile, los trabajadores se devanan los sesos para llegar a fin de mes, en fin, a la casta no le pasa mucho y siempre son los pobres los traicionados por políticos vociferantes, como los de la Libertad Avanza, el partido de Milei.
Entre las resistencias que comienzan a movilizarse, las comunidades universitarias han sido de las más activas, tanto estudiantes como académicos han salido en defensa de la educación pública, amenazada por el desfinanciamiento y el cierre de casas de estudios y programas debido a lo mismo, incluso llegando a cuestionar el trabajo del Conicet, un símil de la ANID chilena, agencias de investigación científica que desarrollan la ciencia en el país.
Como ya se vio con Bolsonaro, el programa neofascista cuestiona que el Estado financia a las Universidades, sobre todo a las públicas, tildándolas de centros de formación de izquierdistas, que son un derroche innecesario de dinero fiscal y que el trabajo realizado es de dudosa calidad, todo basado en discursos sin mostrar datos ni bases que lo comprueben, porque simplemente no existen.
La mejor respuesta al actual debate argentino sobre este asunto vino de las rectorías de las casas de estudios públicas, en particular la rectora de la Universidad Nacional del Comahue (Mendoza) Beatriz Gentile, quien enrostró a los políticos de gobierno, y con cifras y datos, cómo la universidad pública contribuyó en la modernización de la sociedad argentina, preparando miles de profesionales que con su trabajo fueron capaces de darle derechos y dignidad a su país, subiendo la escolaridad, los índices de desarrollo social y la construcción de un país con proyecto propio.
Pues bien, y ya puestos en Chile, con todos los defectos de las universidades públicas, entre ellas su desconexión con las necesidades y problemas de la población, estas han podido sobrevivir a la neoliberalización, teniendo que renunciar a derechos, asediada por el empresariado y con un Estado silencioso. Aún así, es un espacio conquistado que el oscurantismo derechista intentará destruir, para que reine la ignorancia, esa que cierra mentes y llena urnas en días de elecciones.
Para ello, parte de las artimañas parecen ser el descaro de militantes de dicho sector que, desconociendo la añosa decadencia de la educación pública propiciada incluso desde sus puestos en el Congreso, vienen a responsabilizar administraciones actuales. Por ejemplo, de la Universidad Austral de Chile, que viene en picada financiera y dirigencial hace ya varios años. «Deben despojarse del amiguismo político» declaró a La Segunda la senadora de Renovación Nacional, María José Gatica, desconociendo la postura transversal de la clase política y su partido en la privatización, desde la dictadura en adelante, del derecho a la educación y de su total mercantilización. En la misma línea, Gatica planteó que «la única forma de que la UACh salga a flote es que dejen las ideologías de izquierda». Sra. Gatica ¿En serio descolgará a su sector de la crisis que vive la educación?
Ya se avizoran estas críticas a lo público, se ha dejado caer contra ciertos académicos e instituciones, también limitando financiamientos y el que existe, pretende profundizar el modelo empresarial que nos gobierna. La ultraderecha chilena sabe que en la academia tiene un fuerte rival, e intentará destruirla. Lamentablemente, en ese esfuerza encuentra aliados involuntarios, representado por un progresismo miope que solo se dedica a satisfacer sus gustos personales sin dedicarse a investigar para darle mejor vida al pueblo de Chile.
Queda estar atentos y vigilantes.
RESUMEN