Hacia 1996 algunas funerarias de la región del Bío Bío ofrecían un nuevo tipo de ataúd: el ataúd simbólico. Era tanta la demanda, tantos los pescadores desaparecidos, y estaba tan entronizada la tradición de entierros en los cementerios simbólicos, que aquello parecía un segmento de mercado donde se podían hacer buenos negocios solucionando una necesidad pública. La nueva urna debutó con tal éxito por parte de Funeraria Universal que las empresas competidoras supieron que, en adelante, debían mantener un stock permanente.
Desde hacía algún tiempo muchas familias de pescadores venían adquiriendo urnas de reducción para los entierros, pero con éstas es solo una persona la que debe llevar todo en brazos, y algunas familias desean portar el féretro en andas. En todo caso, siempre ha parecido preferible que los propios deudos y sus amigos construyan o adapten la caja fúnebre, aunque esas tradicionales, sencillas y bellísimas cajas de madera, hechas especialmente por albañiles de puerto o carpinteros de ribera, pueden tener inconvenientes: distraen tiempo de alguien que podría ayudar en los preciosos momentos finales de la búsqueda por mar o por la orilla. Y, además, pasado un tiempo bajo la tierra se desarman hasta transformarse también en tierra, lo que es un problema si, por traslado del cementerio o por traslado de los parientes, hay que mover la tumba simbólica.
Las urnas de cenotafio han ido modificándose. No tenemos noticia de cómo se recubrían los entierros simbólicos en los orígenes de la costumbre; tal vez con un cuero o con una prenda de ropa del difunto envolviendo lo demás. A fines del siglo XIX se utilizaba un envoltorio de lona, la misma lona de vela, aquella en que se envolvían los cuerpos sepultados en el mar. Luego una caja cualquiera, de madera o latón, era adaptada como recipiente fúnebre. Y, desde luego, estaban y están las especialmente fabricadas por los apenados deudos. Por otro lado, algunos naufragios, desde antes del vapor, fueron tan conmocionantes que los armadores hicieron algunos prototipos de cajas especiales e, incluso, posteriormente el astillero Asmar ha provisto urnas metálicas, encargadas por empresas que desean cooperar. Pero deben llevar su contabilidad, y los carpinteros de ribera no dan factura.
El advenimiento de nuevos tipos y precios no debe extrañar, dado que los cementerios simbólicos cercanos a las ciudades proporcionan un símil, en apariencias, de un cementerio cualquiera: lápidas, epitafios, llantos, distintos modelos de tumbas y cruces, mausoleos, visitas de deudos en luto, flores y velas. Y los funerales revestidos con la tragedia de la muerte sin cuerpo tienen una solemnidad especial.
Así, no es de extrañar que algunas empresas, incluso lejanas, cada diciembre regalen en la zona decenas de calendarios y tarjetas: «Urnas Pedro Gómez desea a usted un año pleno de felicidad y le ofrece especialmente sus servicios en urnas de alta calidad especialmente hechas en castaño, raulí, alerce y pino».
Crónica extraída del Libro «Cementerios Simbólicos. Tumbas sin difunto: Pescadores Artesanales de la Región del Bío Bío» .
Se puede adquirir en:
Librería Estudio. O’Higgins 465 Locales 38 y 40 Galería Italia
Librería Paz. Galería Alessandri s/n Loc. A Concepción
Librería Lar, 2° piso, artistas del acero. O’Higgins 1255. Concepción
[FOTOS] Cementerios Simbólicos de Pescadores: «Dónde hay vida, hay muerte»