Por primera vez, el genocida admitió que la dictadura militar de la que fue presidente «desapareció» los cuerpos de los militantes y trabajadores que secuestró y torturó «para no provocar protestas dentro y fuera del país». Reconoció que el eufemismo bajo el cual se ocultaron los crímenes fue «Disposición Final, dos palabras muy militares, que significan sacar de servicio una cosa por inservible, por ejemplo, una ropa que ya no se usa o no sirve porque está gastada».
Las nuevas provocaciones del dictador aparecen en el libro «Disposición final», del periodista Ceferino Reato, en cuyas hojas repite los argumentos esgrimidos en el reciente reportaje de la revista española Cambio 16. «Había que eliminar a un conjunto grande de personas que no podían ser llevadas a la justicia ni tampoco fusiladas», reveló el expresidente de facto, para quien «era necesario» cometer los crímenes de esa manera, de modo tal «que no fuera evidente, para que la sociedad no se diera cuenta ni pueda provocar protestas dentro y fuera del país». Es que «cada desaparición puede ser entendida ciertamente como el enmascaramiento, el disimulo, de una muerte»,
Desde las páginas del libro de Reato, Jorge Rafael Videla consideró que el Golpe del 24 de marzo de 1976 «fue un error porque no se necesitaba» para combatir «la subversión», aunque justificó los asesinatos cometidos al sostener que «no había otra solución» para ganar lo que sigue considerando como «la guerra contra la subversión».
«Las desapariciones se dan luego de los decretos del presidente interino Ítalo Luder (casi seis meses antes del golpe), que nos dan licencia para matar. Desde el punto de vista estrictamente militar no necesitábamos el Golpe. Fue un error». «Nuestro objetivo -añadió- era disciplinar a una sociedad anarquizada. Con respecto al peronismo, salir de una visión populista, demagógica; con relación a la economía, ir a una economía de mercado, liberal. Queríamos también disciplinar al sindicalismo y al capitalismo prebendario.»
Durante las entrevistas realizadas entre octubre de 2011 y marzo de 2012 en la celda número 5 de la prisión federal de Campo de Mayo, afirmó haber ordenado desaparecer cuerpos de personas muertas en tiroteos, como el del jefe del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), Mario Santucho, porque «era una persona que generaba expectativas. La aparición de ese cuerpo iba a dar lugar a homenajes, a celebraciones. Era una figura que había que opacar».
Además, precisó que «por su preparación militar e ideológica», el ERP «era más enemigo que Montoneros; era algo ajeno, otra cosa. Montoneros guardaba algo del nacionalismo, del catolicismo, del peronismo con el que había nacido». Por otra parte insistió con que «no hay listas con el destino final de los desaparecidos», aunque sostuvo que «podría haber listas parciales, pero desprolijas».
De la misma manera, criticó al sector empresario de haberse «lavado las manos». «Nos dijeron: ‘Hagan lo que tengan que hacer’, y luego nos dieron con todo. ¡Cuántas veces me dijeron ‘se quedaron cortos, tendrían que haber matado a mil, a diez mil más!'», enfatizó.