Si existiera un programa preventivo estatal de la transmisión del VIH (virus de la inmunodeficiencia humana) con aspiración de ser eficaz, la información aparecida en el libro VIH-SIDA, la pandemia silenciada, podría ser entregada masivamente en folletos, si Televisión Nacional de Chile cumpliera el rol público que le asiste, crearía una multiplicidad de cápsulas audiovisuales orientadas a informar y alertar respecto a situaciones y conductas de riesgo de contagio. Es que el problema es acuciante, en tanto Chile ha sostenido desde el año 2010 una tasa de contagio de VIH calculada en unas 100 personas por semana, sólo en el rango de edad entre 13 y 29 años, y ostensiblemente mayor que en el resto de naciones de América Latina.
Aniceto Hevia
El químico farmacéutico y vicepresidente de la Corporación SIDACHILE (2016-2022), Fernando Bernal Ortiz, junto con el médico, Luís Santa Cruz Mendoza, han escrito VIH-SIDA, la pandemia silenciada, un texto que informa y alerta sobre este problema de salud pública. «Las autoridades deberían reconocer y entender que el problema es grave; existen campañas y medidas de prevención, pero no resultan ser suficientes para la población, ya que las cifras demuestran que el problema sigue latente», aseveran.
En efecto, con una diagramación pensada para la divulgación, además de recursos como infografías, tablas, gráficos y códigos QR para acceder a mayores antecedentes, los autores dan a conocer, entre otros datos, que según la Organización de Naciones Unidas (ONU-SIDA) al 2020 vivían 37,7 millones de personas con VIH en el mundo y que ese mismo año, 1,5 millones contrajeron el virus. En Chile, la misma institución detectó el mayor incremento de casos en países de América Latina, con una variación del 85% en el periodo entre 2010 y 2017, y posteriormente calculó que el año 2020, unas 77 mil personas vivían con VIH. Actualmente, la situación podría ser peor, pues antes de la pandemia eran diagnosticados cerca de 7 mil casos anuales y en 2020, este número descendió a unos 5 mil, al tiempo que también disminuyó es testeo. Sólo en 2021, según el Instituto de Salud Pública, se recibieron 10.005 muestras, confirmándose la presencia de VIH en 5.442 de ellas.
VIH-SIDA, la pandemia silenciada, comienza por distinguir las Infecciones de Transmisión Sexual (ITS) de las Enfermedades de Transmisión Sexual (ETS), explicando que estas últimas se presentan cuando las primeras no son identificadas oportunamente ni tratadas, esta es la relación entre el VIH y el SIDA (Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida). De este modo, a través de un tratamiento adecuado, basado en antirretrovirales para que las personas portadoras del virus puedan suprimir su replicación (lograr una carga viral indetectable e intransmisible) y restablecer su sistema inmune (aumentar el recuento de linfocitos T CD4 [+]). Un tratamiento antirretroviral adecuado puede también impedir la transmisión materno infantil del VIH y, en el caso chileno, su implementación desde el año 2010 a 2018, ha posibilitado que al menos 1.855 descendientes de madres con VIH hayan nacido sin esta infección, mientras que 113 de neonatos la han portado en el mismo periodo. Todos estos tratamientos están garantizados por la Ley GES-AUGE.
El texto llama la atención respecto a los métodos profilácticos específicos e inéspecíficos. Los primeros aluden a la Profilaxis Post Exposición (PEP), utilizada en casos de emergencia para reducir la posibilidad de adquirir el VIH luego de una exposición potencial, y también a la Profilaxis Pre Exposición (PrEP), mediante el consumo de antirretrovirales destinados a personas que se identifiquen con las siguientes condiciones: hombres que tienen sexo con hombres, personas transgénero, trabajadoras y trabajadores sexuales, y parejas serodiscordantes. Sobre este último método surgen cuestionamientos respecto a su disponibilidad, en tanto los centros de salud que lo proporcionan no están distribuidos equitativamente en el territorio nacional, concentrándose en la Región Metropolitana la mayoría, mientras que otros en Arica, Antofagasta, San Fernando, Temuco y Puerto Montt. Por otra parte, el Informe sobre Derechos, Salud Sexual Reproductiva y Violencia de Género, elaborado por Corporación Miles el 2021 y citado en este trabajo, recogió diversas apreciaciones acerca de su implementación, acusando distintas trabas para acceder a la Profilaxis Pre Exposición (PrEP), las que podrían explicar que a noviembre de 2020, a un año de su implementación, sólo 245 personas habían accedido a este tratamiento, cuando la expectativa inicial era de cinco mil.
Los fluidos en los que el virus se concentra para tener capacidad de transmisión son los sexuales, como el semen y el flujo vaginal; el moco que humedece las mucosas de la vagina y el ano; la leche materna; y la sangre. Sobre ello, los autores señalan que donar o recibir sangre no comporta un riesgo de infección pues desde 1987 todas las donaciones se examinan para detectar VIH. La vía de transmisión más recurrente del VIH es la sexual, alcanzando el 97% de los casos en 2018 y, dentro de esta, las prácticas sexuales entre hombres representó el 75% de los contagios, mientras que el 94% de las infecciones en mujeres fue luego de relaciones sexuales heterosexuales.
En el capítulo final de VIH-SIDA, la pandemia silenciada, sus autores desarrollan una mirada retrospectiva remontándose al año 1984, cuando se detectaron en Chile seis casos de hombres con VIH y el 23 de agosto del mismo año murió Edmundo Rodríguez, el primer paciente diagnosticado. Todo esto, un año después del descubrimiento del virus. En ese momento, las autoridades de la Dictadura desestimaron que ello podía transformarse en un problema de salud pública, focalizando su atención en una supuesta labor educativa considerando aspectos como "la biología de aparato reproductor masculino y femenino", "sexualidad normal", "sexualidad y familia" y "patología social de la sexualidad: homosexualidad, prostitución, violación, estupro e incesto", según la modificación al Decreto Supremo Nº 362 sobre Enfermedades de Transmisión Sexual, de septiembre de 1984. Más aún, en 1987 la Comisión Nacional del SIDA, señalaba que el virus "no constituye epidemia", según recoge Carmen Muñoz en su trabajo La Salud en Chile. Una historia de movimientos, organización y participación. El estigma y el sesgo con el cual fue abordado el incremento de contagios desembocó en que la situación se agravara, ante lo cual organizaciones sociales constituidas por personas con VIH, trabajadoras y trabajadores de la salud, representantes de iglesias católica y luterana y colectivos artísticos, desarrollaron diversas iniciativas de educación e información acerca de los hechos relacionados con el VIH.
Tener una sociedad educada e informada -afirman los autores- sería la única manera de controlar esta pandemia. Por ello es preocupante que el impacto de las campañas estatales sea insuficiente, pues han sido incompletas en la información entregada, no se han orientado a los sectores más expuestos al contagio (jóvenes), ni han incorporado un lenguaje oportuno y sin tapujos. La inexistencia de una Ley de Educación Sexual Integral resulta gravísima, porque la prevención sigue reproduciendo el canon exclusivamente biológico y reproductivo, sin abordar factores culturales implicados. En síntesis, los requerimientos son bastantes y apremiantes.
VIH-SIDA, la pandemia silenciada constituye un llamado de atención a la población para seguir conductas de cuidado y a las autoridades para que implementen medidas tendientes a proteger la salud pública, y aquí resulta relevante señalar lo planteado en el texto:
«Existen pruebas incuestionables que cuando las personas y las colectividades logran hacer realidad sus derechos -a la educación, la libertad de asociación, la información y, sobre todo, la no discriminación- se reducen los efectos personales y sociales del VIH y el SIDA.
La protección y promoción de los derechos humanos, por lo tanto, son esenciales para prevenir la difusión del VIH y atenuar las consecuencias sociales y económicas de la pandemia.»