Sr. Director.
Lamentablemente ha vuelto a la palestra pública Carlos Larraín, ahora bajo la conspiratoria idea de un golpe de Estado que -a su criterio- se estaría gestando por quienes encabezan el Gobierno.
El guión pareciera ser similar a su posición que mantenía en 2011 al plantear en un Consejo Nacional de su partido Renovación Nacional: «hay mucho que hacer, seamos hombrecitos o mujerazas, como quieran ustedes ponerlo; ¡no nos va a doblar la mano una manga de inútiles subversivos!, que están instalados muchos de ellos desgraciadamente en un Parlamento, que no supimos ganar».
Dicho sin mayor fundamento, casi como al voleo, Carlos Larraín viene a intentar instalar una idea que no tiene ningún asidero en la realidad. Casi como que «la subversión» está instalada en La Moneda y, de ahí, un golpe es inevitable.
Pareciera ser que al señor Larraín aún le hace falta reflexionar más, y sus 80 años de vida no han sido tiempo suficiente para hacerlo. Sería bueno que partiera haciéndolo por su casa y, entre esos, por su militancia pro golpista que aún levanta la dictadura y el golpe de Estado de 1973 como una «lamentable necesidad».
¿O es que se le olvida que es una momia hablando de arqueología? Como cuando en 2007 señaló que la búsqueda de los Detenidos Desaparecidos «era la búsqueda de restos arqueológicos».
Lamentablemente, dudo que a esta altura de su vida comprenda que, quienes rompieron el tan defendido orden institucional, fue precisamente su sector político.
¡Las patitas oiga!
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J. Arroyo Olea