Editorial
Quizás una de las primeras conclusiones a las que está llegando gran parte del movimiento social, es la posibilidad de que el capital generado por las movilizaciones estudiantiles, arroje una nueva etapa de lucha por parte del pueblo contra el sistema neoliberal. Esta circunstancia puede ser interesante sólo si se incorporan nuevas ideas a un proyecto de liberación, si el acumulado de memoria que hoy tiene el pueblo, como diría Gabriel Salazar, se pone al servicio de un proyecto participativo y democrático.
En la región ya se piensa en cómo enfrentar una nueva fase, para crecer y profundizar en el proyecto de liberación popular, por de pronto se agudizan los conflictos en los barrios y entre los trabajadores, esto pudiera llegar a cuajar, se ven surgir asambleas en barrios y comunas, nuevas asociaciones territoriales de estudiantes, otras formas de organizarse y salir a protestar y a proponer desde y para el pueblo.
En este país movilizado, cosas que no cambian tienen que ver con la represión, más allá de las bajas de carabineros, las responsabilidades políticas están ausentes y peor aun, nadie cuestiona la cultura policial, es decir, la naturalización del mal hacer, de la represión con un tufo pinochetista inaguantable y nos volvemos a preguntar ¿En esto tampoco se pudo hacer nada en 20 años? Es mucho el tiempo perdido, por lo tanto, la urgencia es mayor y esta oportunidad no se puede desperdiciar, el pueblo movilizado ya ha perdido el miedo y sólo cabe estar con los ojos bien abiertos y atentos al desarrollo de este nuevo ciclo.