Mark Aguirre / TopoExpress
Hace dos años que Arabia Saudí empezó a bombardear sistemáticamente el Yemen con la ayuda de Estados Unidos y Gran Bretaña. El Presidente yemení Abdu Rabbu Mansour Hadi -el hombre de Riad y Washington en Sanaa- había sido depuesto por una alianza entre los huzíes y el ex-Presidente Saleh y querían reinstalarlo.
La crisis era una disputa local por el poder y no una lucha entre Riad y Teherán por el control del Yemen como acostumbran a presentar. Pero era una buena oportunidad para hacer un lucrativo negocio vendiendo armas "ayudando" a su mejor aliado en la región. Los saudíes consideran a Yemen su patio trasero y están llenos de dólares. Una guerra inmoral e injusta que hacen todo lo posible por ocultar a los ojos de la opinión pública.
De cualquier forma las bombas no están consiguiendo su objetivo, al menos en el campo de batalla. A pesar de la destrucción y el sufrimiento que están trayendo, los yemeníes han sostenido al gobierno huzíe-saleh durante estos dos años. Los saudíes, furiosos, iniciaron una invasión terrestre con ayuda del Emir de Dubai a la vez que bloqueaban por mar, tierra y aire las fronteras del Yemen. Querían dar un castigo ejemplar a la pobre pero digna población yemení.
Las bombas han destruido la infraestructura del país; al menos 12 mil personas han muerto, la mayoría civiles, a causa de las mismas; y se calcula entre tres y cuatro millones los desplazados por el conflicto. Hay que recordar que Yemen es el país más pobre del mundo árabe. Un país que importaba antes de la guerra la mayor parte de la comida, la gasolina y medicamentos que consumía
Pero dos años de guerra están mostrando que los saudíes son incapaces de derrotar militarmente a sus enemigos. Lo que que iba a ser un paseo militar para sacar a los huzíes de Sanaa se está convirtiendo, según Naciones Unidas, en la mayor catástrofe mundial humanitaria. Las tropas invasoras están estancadas desde hace más de un año en los frentes de Taíz, Mareb y al-Beida, incapaces de ganar territorio sustancial a la alianza nacionalista huzíe-saleh, que controla las áreas más pobladas y cuenta con el apoyo de las tribus más poderosas. Los saudíes están dilapidando su dinero petrolero en una época de bajos ingresos sin conseguir otra cosa que aumentar la rentabilidad de los accionistas de las compañías que fabrican armas.
El príncipe Mohammed bin Salman, el inexperto y mimado hijo del rey Salman, convertido en ministro de defensa y a cargo también de los ingresos petroleros, apostó su futuro político a la guerra del Yemen. Incapaz de ganarla en el campo de batalla está cambiando de estrategia, apretando la soga del bloqueo hasta el punto de sofocar al Yemen. Cree que la catástrofe humanitaria que está creando obligará a los huzíes a negociar y aceptarán salir de Sanaa, salvando de esta manera su cara y su carrera política.
Las últimas masacres saudíes son parte de esta nueva estrategia criminal de forzar tanto como sea posible el bloqueo. Hace un par de semanas al menos 16 civiles fueron asesinados por bombas lanzadas desde aviones en un mercado de Qat en Joja, un puerto de pescadores en el mar Rojo, donde acostumbran a llegan barcos desde Eritrea. Días después, el jueves 16 de abril, 42 refugiados somalíes -entre ellos mujeres y niños- que regresaban a Somalia con el visto bueno de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) murieron acribillados por disparos de un helicóptero Apache. Debieron confundir la embarcación al estar próxima a Hudaydah, el puerto más importante yemení en el mar Rojo, que sigue en manos de los huzíes. El 80% de las importaciones entran por él en una coyuntura en la que el 90% de la comida es importada. Rusia, que sigue ganando peso en la región después de su exitosa presencia militar en Siria, ha advertido a Riad de las consecuencia que tendría un ataque al puerto.
Asfixiar a Yemen es una apuesta muy arriesgada, porque la región, en términos geopolíticos, no es lo que era hace dos años, y no es fácil que un crimen de guerra y contra la humanidad de esa naturaleza sea aceptado sin que nada ocurra. Tanto Irán como Hezbollah ayudarían a los yemeníes, si estos se lo pidiesen, para evitar una catástrofe humanitaria de esa envergadura. Hasta ahora la única evidencia de su implicación en la guerra es el envío de cargamentos de armas pequeñas y la ayuda de expertos en el programa de misiles. Su participación en la guerra cambiaría su dinámica, llevándola a territorio desconocido.
La situación es ya alarmante por el impacto que la nueva estrategia saudí está teniendo entre la población. Naciones Unidas empieza a hablar de que la situación humanitaria está llegando a un punto de no retorno. Se calcula que de los 27,5 millones de habitantes que tiene Yemen, 17 sufren un estado de inseguridad alimentaria y 7 viven una situación de emergencia alimentaria. Unas cifras que se han duplicado en los últimos cuatro meses.
El príncipe Mohamamed bin Salman viajó recientemente a Washington para reunirse con el presidente Trump. La nueva administración tiene que decidir si reasume las ventas -de miles de millones de dólares- de armas de Obama a los saudíes. Conociendo el militarismo de la nueva administración es muy probable que las ventas continúen. El Reino se ha convertido en el mejor comprador de armas estadounidenses. Por algo Arabia Saudí no esta en la lista de países musulmanes "malditos" a los que Trump quiere castigar con la nueva política de visados, a pesar de la tremenda participación de saudíes en el ataque a las Torres Gemelas en Nueva York. Por cierto el Rey Felipe VI viajó recientemente a Riad a apoyar su bloqueo vendiendo barcos militares. Los del PP, PSOE y C's le respaldaron en el parlamento. Los capitalistas españoles también quieren hacer negocio ayudando a forjar la mayor crisis humanitaria. Luego vendrá el hipócrita rasgo de vestiduras.
Activistas de derechos humanos han advertido que si la guerra no se para ahora y occidente no deja de vender armas a los saudíes la comunidad internacional estará marcada por la vergüenza durante años. Millones de personas, entre ellos niños y mujeres, están amenazados de morir de hambre en los próximos meses si no se para de una vez esta guerra de la vergüenza. No al negocio de dinero por sangre.