¿Hay anomia en Chile?

Se continúa señalando la necesidad de administrar graves conflictos sociales mediante la "política de los acuerdos", sea antiguamente con todas las fuerzas políticas abrazadas en la Moneda o más contemporáneamente en cocinas o baños.

Por Edmundo Arlt

La anomia se produce cuando surge la pregunta sobre los objetivos socialmente aceptados y los medios para conseguirlos. Asumiendo esta premisa como verdadera, es posible preguntarse por las maneras en que se resuelven inconsistencias o contradicciones entre los objetivos y los medios. Existen al menos cuatro formas. La primera consiste en concentrarse en los objetivos que pueden alcanzarse mediante los medios disponibles y socialmente aprobados. Llamaremos a esto conformidad. El uso de medios dudosos para alcanzar dichos objetivos será denominado innovación. En tercer lugar, está el uso estricto de los medios prescritos hasta el punto de ignorar las consecuencias negativas de su aplicación, incluso cuando esto signifique alcanzar los objetivos socialmente aceptados. Estamos ante una situación de ritualismo. Las últimas dos situaciones implican una reformulación de la relación entre objetivos y medios. En un caso, se renuncia tanto a los objetivos como a los medios prescritos. En términos extremos, hablamos de eremitas, desertores o alcohólicos. A esto le llamaremos retiro.

Finalmente, encontramos la situación en la que se rechazan tanto los objetivos como los medios, pero, a diferencia del retiro, existe el deseo de crear un nuevo sistema de objetivos y medios, aunque estos sean socialmente rechazados. Este caso corresponde a la rebelión (Merton 1938).

Solo el caso de la conformidad logra mantener un equilibrio entre los medios y los objetivos, ya que, para no volverse innovador, debe atenerse a ambos sin ignorar sus consecuencias. La innovación siempre implica el riesgo de que el uso de medios dudosos sea penalizado. Por otro lado, el conformismo no toma en cuenta las consecuencias negativas de un apego excesivo a la relación entre objetivos y medios, convirtiéndose así en ritualismo. Es por ello que todas las situaciones, excepto la conformidad, pueden considerarse anómicas (Parsons 1951).

Este aparato conceptual, correctamente aplicado a la realidad, permite complejizar la idea de los fines y medios socialmente legítimos. Esto resulta especialmente relevante cuando intelectuales cercanos al conservadurismo cultural utilizan el concepto de anomia únicamente para referirse a la rebelión. Sin embargo, este uso del término no supera lo que podríamos llamar el «sabihundismo«, es decir, aquel que conoce el concepto, pero no lo comprende plenamente.

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Pensemos, por ejemplo, cómo se etiqueta como "anómico" a quien participa en una protesta, genera movimientos contrasistémicos o altera el sagrado orden público. La pregunta por sus objetivos ni siquiera se plantea, pasando rápidamente a una mera criminalización de los medios empleados. En cambio, una sociología adecuadamente aplicada debería ir más allá del análisis de "conductas desviadas". Pensar de manera más compleja (Kropotkin 1913).

Según la definición propuesta anteriormente, la rebelión claramente utiliza medios considerados ilegítimos, pero no queda claro por qué razón ocurre esto si no se analizan los fines perseguidos. El Estallido Social, por ejemplo, no fue un fenómeno exclusivo de Santiago, sino de carácter nacional. Sus objetivos no alcanzaron ribetes de proyecto político porque fueron rápidamente burocratizados por todos los partidos políticos. No obstante, la pregunta por los motivos del uso de medios ilegítimos sigue sin poder responderse aquí. Pero sí puede plantearse una reflexión sobre el sistema educativo.

Es evidente que el sistema educativo chileno enfrenta serios problemas para cumplir sus dos funciones a nivel de sociedad: ascenso social y control social. La estratificación interna del sistema --dividido en colegios privados, particulares y públicos--, resultado de décadas de subvención estatal a los colegios particulares subvencionados (entendidos como empresas), ha generado tales desafíos para la educación pública que esta no logra afrontarlos con éxito. Un ejemplo es la desaparición de la aristocracia escolar tradicional que producían los "colegios emblemáticos", todos de carácter público. Con esta medida, justificada bajo el discurso de la "democratización de las aulas", se le quitó a la clase media la posibilidad de convertirse en una nueva élite académica y continuar su biografía aristocrática asistiendo a universidades emblemáticas. Fenómeno que sociólogos de la plaza sólo lo observan a través de la prensa.

De esta forma, la débil promesa de ascenso social que ofrecía el Estado se trasladó hacia los colegios particulares subvencionados, los cuales debieron dejar de lucrar y transformarse en fundaciones. Si bien la función de control social de la escuela lleva décadas cuestionándose, priorizando un enfoque basado en la niñez y antiadultocéntrico, no hay evidencia de otro período en la historia contemporánea de Chile con tantos problemas escolares relacionados con el control social. Baste mencionar, para satisfacer al concertacionismo cultural y al neofascismo, los casos de los "overoles blancos" o los constantes hechos de violencia escolar posteriores a la pandemia.

Una hipótesis interesante sería preguntarse si el abandono progresivo de las escuelas por parte de la clase media ha impuesto una complejidad excesiva en las escuelas, especialmente en las públicas, en cuanto al control social. Tampoco está claro si la promesa de ascenso social ofrecida por los colegios particulares subvencionados puede resolverse meramente con una enorme inyección de recursos públicos para lograr un arancel diferenciado en las universidades. También las que sólo tienen el mero cartel de. Sin analizar todos los casos relevantes, es imposible no mencionar que en Chile, hace ya mil días, viven ciudadanos sin la totalidad de sus derechos fundamentales constitucionales. Esta situación persiste porque el Estado se ha negado sistemáticamente a resolver políticamente los conflictos generados por un sistema extractivo anómico en términos ritualistas. Me refiero específicamente a la Macro-Zona Sur, nombre policial usado por el Estado chileno para designar al Wallmapu.

La rebelión también se manifiesta en las distintas expresiones del neofascismo global: desde el trumpismo, pasando por el neofascismo europeo, hasta la vuelta del neopinochetismo. El ritualismo del capitalismo actual, post-crisis de 2008, también tiene características claramente chilenas. Las consecuencias negativas del ritualismo en el capitalismo chileno son fáciles de identificar. En primer lugar, una creciente deuda pública destinada a subvencionar al sector servicios, el cual, aunque brinda un simulacro de derechos sociales en la práctica, es ineficiente y representa enormes costos para el Estado, que debe garantizarlos si no quiere perder aún más legitimidad.

No solo afecta al sistema educativo y a los colegios particulares subvencionados, sino también al sistema de salud, donde clínicas reciben pacientes FONASA. Más interesante aún es el caso de las Instituciones de Salud Previsional (ISAPRE), que durante décadas estafaron a sus asegurados y, gracias a su fuerza política, lograron pagar su deuda sin prisión preventiva y en cómodas cuotas. También podemos mencionar que el mercado pequeño y concentrado tiende a formar oligopolios que constituyen cárteles, como sucedió con las "colusiones", que, aunque investigadas, no han tenido consecuencias reales en el mercado. Nunca se ha visto que el Estado obligue a una empresa a ceder cuotas de mercado; más bien, los oligopolios se complejizan y continúan operando, como es el caso del papel higiénico, la carne de pollo o, más significativamente, las farmacias. Se trata, en definitiva, de la privatización de la medicina moderna.

La anomia como retiro no es fácil de observar sin una investigación profunda. Quizás un indicio interesante sea si el fracaso de los procesos constituyentes, especialmente el primero, significó una deflación del poder político equivalente a su inflación durante el Estallido (Luhmann 2011). Tras el fracaso del proceso, muchas personas politizadas describieron su ánimo desde la "decepción" hasta la "traición", lo cual afectó evidentemente al actual gobierno neoconcertacionista. Clásicos lugares para indagar sobre el retiro anómico quedan fuera de mi alcance inmediato. Podríamos pensar en la reducción de la vida pública hacia la privada, también en grupos de mensajería instantánea, en las infinitas posibilidades que ofrece internet para un retiro anómico o en la reducida tasa de natalidad en diversos países, también en Chile. Otros fenómenos incluyen el aumento del consumo de drogas, legales e ilegales; la participación en tendencias new age, desde pintar mandalas hasta cuestionar las vacunas; o investigar la tasa de suicidios como indicador de anomia (Durkheim 1897). Un fenómeno interesante de retiro anómico es que en Alemania el 71% de las personas evitan leer noticias mientras navega en internet. Personalmente, dejé de leer noticias durante dos días después de terminar de leer un artículo que despejaba todas las dudas del siguiente hecho: las Fuerzas de Defensa de Israel disparan a matar a la población palestina en busca de comida...organizada por ellos mismos.

Es difícil responder si estamos frente a una innovación eminentemente chilena después del primer proceso constitucional. El gobierno actual fue, como he mencionado, una administración neoconcertacionista. Piénsese cómo es posible que una fuerza política que llegó al poder prometiendo renegociar la totalidad de los tratados de libre comercio y refundar el poder político-policial del Estado, ahora espere la extorsión estadounidense en materia de aranceles y un símbolo de rebelión como "Negro Matapacos" varios múltiplos de tres.

Las innovaciones que vemos en Chile tienen expresiones globales, como el feminismo y un nuevo estilo de la clase media que busca el ascenso social mediante políticas públicas diseñadas por ONG y justificadas por históricas desigualdades. También es mundial el neofascismo, ya sea en versiones nacionalistas con militarismo explícito o neoliberal con la transformación de Dios en la "mano invisible del mercado". En Chile, nuestra versión neofascista, el neopinochetismo, encuentra en el migrante su chivo expiatorio para movilizar políticamente a un proletariado abandonado por la izquierda liberal. Este neofascismo ha comenzado en diversos lugares a llevar a cabo profundas reformas autoritarias a la democracia liberal burguesa, buscando progresivamente redefinirla. Casos como Hungría, Polonia, y ahora, Estados Unidos ejemplifican este punto.

El conformismo es muy fácil de identificar. Al mirar patrones culturales de la acción, la "autocomplaciencia" del concertacionismo cultural es el primer signo de conformismo. Se continúa señalando la necesidad de administrar graves conflictos sociales mediante la "política de los acuerdos", sea antiguamente con todas las fuerzas políticas abrazadas en la Moneda o más contemporáneamente en cocinas o baños. Se continúa señalando que tener puestos en importantes empresas culpables de la actual situación, como las Administradoras de Fondos de Pensiones, no es algo que debería ser un tema político relevante. Qué mejor ejemplo de este conformismo que levantar una candidata presidencial manchada con el dinero de la dictadura. Candidata hija de uno de los héroes del gobierno de Allende. La autocomplacencia concertacionista es un fenómeno complejo que involucra todo el rediseño del llamado Chile actual (Moulian 1997).

Ni la Pandemia ni la crisis del 2008 obligaron a la sociedad mundial a realizar cambios sustanciales. Pensándolo mejor, es falso que Chile carezca de innovación. Por primera vez en su historia, la izquierda organizada debe ponerse detrás de una candidata comunista a la presidencia. En las ironías de la historia, el presidente que siempre quiso emular a Salvador Allende no será recordado más que como la antesala de alguien que sí podría hacerlo. Esto no implica imaginar un Área de Propiedad Social ni la nacionalización de recursos naturales, sino recuperar el espíritu reformista radical y las demandas no articuladas durante el Estallido, como la reforma del sector servicios subvencionado para convertirlo nuevamente en derechos sociales. Veremos en qué termina Jeannette Jara.

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