En los días posteriores al 18 de octubre de 2019 se supo de David Veloso Codocedo, un soldado de 21 años que arrojó su fusil al suelo y se negó a participar de los procedimientos represivos ordenados por sus superiores, y de una cantidad indeterminada de reservistas que manifestaron su rechazo a obedecer llamamientos en el marco de recién impuesto Estado de Excepción Constitucional por parte de Sebastían Piñera. Estos actos propios de la dignidad humana, que parecen ser extraños o peculiares, en determinados momentos constituyen expresiones masivas y, sus razones, conforman el prisma a través del cual una mayoría interpreta la realidad. La Sublevación de la Escuadra fue expresión de ello y en estos días se han cumplido 90 años de su ocurrencia.
Aniceto Hevia / resumen.cl
En agosto de 1931, los ingresos de parte importante de la población que estaban relacionados con la extracción y venta de materias primas habían caído abruptamente y, desde el Estado, no se implementaban medidas orientadas a contrarrestar el empobrecimiento generalizado. En este contexto, se había instalado el gobierno de Manuel Trucco, el cual buscó implementar diversas medidas que apuntaran a una supuesta «salvación nacional», entre ellas la de reducir los salarios de la marinería y la suboficialidad, además de la supresión de diversas asignaciones, como describió el periodista Liborio Justo en su trabajo publicado en la extinta revista Punto Final el año 1971.
Según este autor, los marinos que entonces estaban en el apostadero de Coquimbo y habían sido informados de tales medidas por sus superiores, elaboraron una carta solicitando al poder ejecutivo retrotraer la medida, no obstante tal misiva no fue hecha llegar ante la prohibición impuesta por el Almirante Abel Hozven, quien tenía a su cargo el acorazado Almirante Latorre, la embarcación más sofisticada en poder de la Armada en tal momento. Ante la imposibilidad de establecer un diálogo tendiente a salvaguardar y mejorar su situación, la marinería fue fraguando una nueva iniciativa.
El 31 de agosto se concentraban numerosas embarcaciones en la bahía de Coquimbo. La tropa aprovechó una fiesta de la oficialidad para reunirse en el acorazado y decidir emprender el plan que hacía tiempo se discutía entre sus miembros. De este modo, a la medianoche de esa jornada, los comités formados en cada embarcación apostada en el lugar debían proceder a tomársela, encerrando a la jefatura en sus camarotes bajo custodia armada. El cumplimiento de tal acción fue avisada con el encendido de los faroles de cada buque durante las primeras horas de la madrugada del 1 de septiembre y el mismo día la marinería proclamó:
«[…] las tripulaciones de la Armada, que hasta aquí han sido esencialmente obedientes y que no han deliberado jamás ante los influjos y reflujos de los apasionamientos políticos, sino que por el contrario, han sido siempre juguetes de los mismos, empleándoseles para levantar y derrocar gobiernos, han visto que todas estas maniobras no han hecho otra cosa, sino que hundir cada día más al país en la desorganización, el descrédito y la insolvencia. Hoy, inspiradas las tripulaciones de la Armada en los más nobles y sanos propósitos de bien nacional, impulsados por un fervor incontenible… hacen uso de su sagrado derecho de pensar y manifiestan a la faz del país los siguientes acuerdos…
-No aceptar por ninguna causa que los elementos modestos que resguardan la administración y paz del país, sufran cercenamientos y el sacrificio de su escaso bienestar para equilibrar situaciones creadas por malos gobernantes y cubrir déficits producidos por los constantes errores y falta de probidad de las clases gobernantes…
-Que jamás, mientras haya a bordo un solo individuo de la tripulación, los cañones de un barco de guerra chileno serán dirigidos contra sus hermanos del pueblo…»
La Sublevación de la Escuadra había sido declarada. La oficialidad y el gobierno, quedaron absolutamente sorprendidos e impotentes. Recién en la madrugada del segundo día de sublevación, la Armada se allanó a una aparente negociación. Si bien intentó que esta tuviera lugar en tierra, la marinería exigió que el diálogo fuese en el acorazado Almirante Latorre, frente al Estado Mayor de las Tripulaciones, garantizando la seguridad de quienes fueran a parlamentar. Finalmente, con autorización del gobierno, el Almirante Edgardo von Schroeders solicitó una lancha para el día 3 de septiembre para acudir al Latorre. Así, en la mañana de ese día se iniciaban las conversaciones.
Paralelamente, diversos sectores se plegaron a la iniciativa de la marinería. Ruth Herrera y Rodrigo Barahona afirman en su trabajo Gobierno y mecanismos de control social en Chile. La sublevación de la Escuadra, 1931 que «los primeros días de septiembre se adhirieron a esta sublevación el Regimiento Maipo y algunos fuertes en Valparaíso por parte del Ejército, la base aérea de Quintero y la denominada Escuadra de Talcahuano, junto con los Arsenales de la Base Naval [actual ASMAR].»
El mismo 3 de septiembre, Diario El Sur de Concepción informaba:
«El Congreso Nacional declara en estado de sitio a varias ciudades del país. Esta resolución gubernativa alcanza a Iquique, Antofagasta, Coquimbo, Santiago, Valparaíso, Concepción y la zona carbonífera"».
Por su parte, Liborio Justo apunta que en este escenario represivo, la tripulación de Talcahuano también se sumó al movimiento enviando hasta Coquimbo la llamada Escuadra del Sur, compuesta por siete buques y cuatro submarinos, quedándose un contingente en tierra y abordo del destructor Riveros, que permaneció anclado. En Talcahuano y Concepción, los estibadores, ferroviarios y otros gremios se adhirieron a la huelga general convocada por la Federación Obrera de Chile (FOCH), para el 4 de septiembre. Y, particularmente, los obreros del astillero se sumaron también al movimiento, exigiendo entre otras cosas:
«Castigo inmediato y confiscación de sus bienes a los que llevaron a la bancarrota al país;
División de la tierra;
Solidaridad de las industrias;
Derechos de asociación de las Fuerzas Armadas;
Reincorporación del personal exonerado;
Que el personal provisorio vuelva a gozar de los mismos servicios que tenía el personal de planta.»
El día 4 de septiembre fue de negociaciones infructuosas, en tanto la huelga adquiría mayor masividad. Ya no circulaba el trasporte público, la policía era sobrepasada y el gobierno llamaba a la formación de una «guardia cívica» o grupos paramilitares para contener a la clase trabajadora organizada. Un telegrama enviado por uno de estos grupos al entonces Ministro de Guerra, Carlos Vergara, el 10 de septiembre de 1931, citado por Ruth Herrera y Rodrigo Barahona, afirma lo siguiente:
"Desde el momento en que se tuvo conocimiento en Copiapó de las actividades insurgentes de las tripulaciones de la Armada, que, olvidando honrosas tradiciones, pretendían envolver al país en una nefasta revolución, el sistema civil se sintió conmovido hondamente y su única solución fue ofrecer sus servicios al Supremo Gobierno, en la forma que fuera necesario.
En efecto, el llamado de reservistas ordenado por U.S. obtuvo un éxito absoluto, no sólo en Copiapó, sino en la provincia entera, lo que habrá podido apreciar por el número de voluntarios que de inmediato, se presentaron a reconocer cuartel, con sincero entusiasmo…»
En la Base Aérea Naval de Quintero, los sargentos apresaban a los oficiales y desarmaban los aviones para que no pudiesen ser utilizados en un eventual bombardeo a los buques. En Valparaíso, la Suboficialidad se sumaba a sus compañeros de Coquimbo. En las calles de las grandes ciudades del país, la declaración de Estado de Sitio, no sofocaba las acciones de distintos sectores de la población. No obstante, el gobierno no estaba dispuesto a ceder en las peticiones de la marinería y de la clase trabajadora adherida a sus exigencias, por cuanto el mismo 4 de septiembre ordenó finalizar las negociaciones y Schroeders volvió a Santiago.
El 5 de septiembre las Escuadras del Sur arribaron a Coquimbo. Liborio Justo, describió este momento así:
«[…] en total 23 unidades sublevadas y a cargo de sus tripulaciones, caso único en la historia naval. ¡Quince mil hombres, después de haberse apoderado de los barcos de guerra y todos los puertos militares con el apoyo de la Federación Obrera de Chile (FOCH) y la simpatía de numerosos cuerpos armados, parecían tener en sus manos la posibilidad de cambiar los destinos del país!».
Ese mismo día, en Talcahuano, comenzaba el primero de los sucesos que marcaron la derrota de la Sublevación. La Academia de Historia Militar le llama "El combate de Talcahuano" y lo relata del siguiente modo:
«Una vez que se tuvo noticias de lo acontecido en Talcahuano, el Estado Mayor de la Tercera División de Infantería basado en Concepción preparó inmediatamente las fuerzas a su disposición para tomar el Apostadero por la fuerza. El comandante de la División, General Guillermo Novoa, militar experimentado y con una larga carrera profesional, contó para esta tarea con los regimientos de infantería "O'Higgins" y "Chacabuco", los regimientos de caballería "Húsares" y "Guías", y el apoyo del grupo de artillería a caballo N°3 "Silva Renard" y el batallón de tren N°3 [...]
Siendo autorizados por el gobierno para proceder con sus planes a las 01:00 horas del sábado 5 de septiembre de 1931, las fuerzas de la División marcharon las primeras horas de la madrugada hasta hallarse en la posición acordada. Avanzando un tramo inicial hasta el llamado Puente Perales, las fuerzas del Ejército pronto se hicieron del control de la ciudad de Talcahuano sin resistencia y, acorde a lo planeado, pudieron posicionar su artillería en el fuerte "El Morro" y en el edificio de la gobernación. Después de que varios intentos por inducir la rendición del repartimiento probaron ser infructuosos, el combate comenzó con las detonaciones de los cañones del grupo "Silva Renard" a las 15:50 horas.
Acorde al plan de ataque establecido por el Estado Mayor, el primer objetivo fue inutilizar al destructor "Riveros", el cual se hallaba anclado frente a la base naval y cuya artillería presentaba una seria amenaza a cualquier intento por irrumpir en el recinto. Una vez que el fuego del grupo "Silva Renard" hubo lidiado con este obstáculo, los regimientos "O'Higgins" y "Húsares" avanzaron por la línea montañosa que rodeaba al puerto por su flanco izquierdo hasta poder irrumpir en el centro de la base sublevada. Destruido el grueso de la resistencia posicionado ahí, el regimiento "O'Higgins" procedió a habilitar la entrada de los regimientos "Guías" y "Chacabuco". Mientras que el resto de las tropas de ejército realizaban una operación de barrido del Apostadero, el regimiento "Húsares" continuó su marcha al norte para posesionarse del fuerte "Borgoño" […]»
Se puede inferir que la mencionada "línea montañosa" alude al sector aledaño al cerro Cornou y por el cual hoy transitan vehículos a través de llamada "Subida el pescador".
De acuerdo al Ejército, el saldo de este hecho fue de 35 heridos y 14 muertos para los sublevados y de 6 soldados muertos que después serían titulados como "Beneméritos de la Patria".
Los antecedentes recogidos por Ruth Herrera y Rodrigo Barahona inducen a pensar que si bien el Ejército había mostrado superioridad militar frente a los sublevados, compuestos también por obreros del astillero naval, el general Guillermo Novoa no daba la rebelión por concluida, pues en un telegrama del 6 de septiembre, enviado al Ministerio de Guerra, expresa:
«Urge reforzar carabineros provincia Concepción con 200 hombres más, tanto por seguridad plaza Talcahuano como región carbonífera. Esto propongo lo más cuerdo. Prefecto Concepción.»
Mientras esto ocurría en Talcahuano, la base aérea de Quintero fue sitiada y, de acuerdo a las declaraciones recogidas por Liborio Justo, el Ministro de Guerra, general Carlos Vergara, había aseverado no importarle atacar las embarcaciones sublevadas con la oficialidad capturada, pues se lo merecían «por cobardes».
Ante el conocimiento de tales sucesos, el Estado Mayor de las Tripulaciones comunicó:
«... al ver la actitud antipatriótica del gobierno y al considerar que el único remedio para la situación es el cambio de régimen social, hemos decidido unirnos a las aspiraciones del pueblo y zarpa junto a nosotros una comisión de obreros que representa el sentir proletario de la nación [...]. La lucha civil a la que nos ha inducido el gobierno se transforma en estos momento en Revolución Social».
En la mañana del 6 de septiembre, la tripulación del Latorre junto las de otras embarcaciones zarparon a mar abierto para protegerse del bombardeo esperado, sin embargo confiaron en el llamado de la oficialidad de acudir nuevamente a la costa, siendo atacados por fuego aéreo, a lo que respondieron con la artillería. Según los registros, dos navíos quedaron inutilizables, obligando a sus sobrevivientes a rendirse. Al día siguiente, la desesperanza cundía en las tripulaciones, algunas de las cuales optaron por rendirse. Horas más tarde, luego de un asedio a través de aviones de guerra, la tripulación del Latorre y de otros buques depusieron la movilización.
Algunos marinos optaron por el suicidio y los sobrevivientes fueron sometidos a Consejos de Guerra y condenados a penas progresivamente atenuadas gracias a la presión de organizaciones populares. Posteriormente, durante el gobierno de Marmaduque Grove, en 1932, conocido como la República Socialista, fueron amnistiados todas los delitos por los cuales habían sido condenados, indican Ruth Herrera y Rodrigo Barahona. Liborio Justo añade que el extrañamiento también fue una de las penas sufridas por los sobrevivientes.
Una de las calles principales del barrio Puchacay lleva el nombre de General Novoa, en referencia a quien dirigió los ataques contra la sublevación en Talcahuano. Una noche de noviembre de 2019, su nombre fue tapado de los letreros urbanos para poner en su lugar el apellido de Camilo Catrillanca, justo cuando conmemoró el primer aniversario de su asesinato por Carabineros.