A propósito de Congreso Futuro: ¿Qué mundo le vamos a dejar a nuestros magnates digitales?

El vertiginoso desarrollo de nuevas tecnologías ha puesto sobre la mesa una serie de urgentes interrogantes respecto al tipo de sociedad que estamos construyendo. Hoy los magnates digitales extienden sus influencias, coronándose en el importante ascenso al poder político a través de la administración de Donald Trump, lo cual les entrega la tranquilidad necesaria a personajes como Elon Musk, quien extasiado en poder realizó el saludo nazi en plena ceremonia, olvidando incluso la historia de Estados Unidos en su lucha contra el fascismo alemán durante la Segunda Guerra Mundial. En este escenario, lleno de nuevas posibilidades distópicas por un lado y utopías digitales por otro, se realizó la decimocuarta versión del Congreso Futuro en Santiago de Chile, el cual justamente tenía como eslogan ¿Qué humanidad queremos ser?

Por Nicolás Cea Casas

Este nuevo mundo, que pareciera transitar hacia un orden multipolar con nuevas potencias, pone en el centro de la agenda mundial a los dueños de las gigantes tecnológicas, los cuales han transformado a la humanidad en sólo un par de años a través de la masificación de las redes sociales, el auge de las compras por internet y ahora último el boom de las inteligencias artificiales generativas. Estas empresas han sabido valerse de la falta de regulaciones para alimentarse de los datos de millones de personas en todo el mundo, ya sea por el uso de sus aplicaciones como Instagram, Facebook o X (antes Twitter) o apoyando de forma aparentemente desinteresada iniciativas de educación, participación ciudadana y medio ambiente en distintos países a través de sus fundaciones y fondos. El uso descarado de estos datos por parte de estas empresas no va sólo en la línea de obtener ganancias, sino también manipular elecciones, procesos sociales y políticos de los países. Una verdadera ingeniería social global digna de un capítulo de la serie británica Black Mirror.

En ese sentido, en esta y en las versiones anteriores de Congreso Futuro pudimos observar iniciativas que invitaban a reflexiones muy necesarias sobre estos procesos que vivimos como sociedad, además de ver avances tecnológicos de enorme potencial: nuevos insumos revolucionarios en medicina e ingeniería, plataformas digitales para la participación ciudadana, herramientas vitales para contrarrestar los impactos de las crisis sociales y ambientales que vivimos y un largo etcétera que pareciera ser la llegada de la promesa del progreso. Sin embargo, es necesario estar alerta, pues no debemos olvidar que todo este ecosistema de nuevas empresas, startups, fundaciones o iniciativas civiles se desarrolla en un ambiente dominado por estas grandes corporaciones del mundo digital.

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Esto presenta un tremendo problema no solo por la falta de regulaciones, sino por algo tan básico como la carencia de insumos en las escuelas para educar en todas estas materias. Así, resulta maravilloso poder asistir y escuchar a la vanguardia de la ciencia y tecnología hablando de las nuevas posibilidades, pero no deja de producir escepticismo ver que las discusiones necesarias siguen estando en la punta del monte del olimpo, alejados de los niños y niñas que el día de mañana serán la población activa y que hoy se cría bajo esta nueva cultura digital desregulada.

Como docentes, enfocadas y enfocados en la tecnología y el espíritu crítico, sabemos que educar para esto es una enorme tarea y que sin el financiamiento que permita dotar a los establecimientos de las tecnologías y el tiempo necesario para abordar estas problemáticas, nuestros jóvenes pasarán a engrosar los dedos de una mano de obra sin la calificación apta para el nuevo mundo digital y sin posibilidad de negociar sus derechos laborales ante máquinas que en sólo una hora hacen el trabajo que 10 personas hacían en cuatro horas. No hay puntos medios en este ámbito: o transformamos estas discusiones académicas en nuevas políticas públicas e iniciativas para la transformación en educación o tendremos generaciones embobadas con el scrolling que solamente conocen la forma de hacer sociedad que ven a través de las redes sociales. Con sus dueños dictando los parámetros de cómo se debe innovar y cómo será el uso de las nuevas tecnologías.

En relación a esto, sabemos que iniciativas como Congreso Futuro son muy necesarias y enriquecedoras, pero hoy como ayer es necesario tomar el conocimiento para que las comunidades educativas problematicen y transformen sus currículos, que las madres y padres acompañen a sus hijos en el uso de las redes y que la sociedad desde sus bases multiplique las iniciativas que garanticen un uso democrático, inclusivo y emancipador de las nuevas tecnologías y saberes. Esta es la única manera de hacer frente al avance de lo que algunos autores han llamado "tecno-feudalismo". Son estos reinos tecnológicos, los que están construyendo el futuro a su medida, para sus ganancias o sus aspiraciones de poblar Marte con sus clones, quién sabe. No podemos dejar que la icónica pregunta «¿Qué futuro le dejaremos a nuestros hijos?» se transforme en una pregunta apocalíptica sobre el tipo de mundo que van a heredar un puñado de delirantes dueños de corporaciones tecnológicas, que tienen sus preocupaciones puestas en disputar con China y TikTok el monopolio de quien puede extraer masivamente datos.

Necesitamos así en nuestras aulas una educación para el siglo XXI, no sólo con más insumos, sino también con nuevos enfoques y éticas que permitan a los niños, niñas y adolescentes convivir de forma sana con las nuevas formas de comunicación, donde puedan diferenciar una noticia real de una fakenews, donde sepan hacer buen uso de las plataformas y donde conozcan los alcances de las tecnologías a nivel social, ambiental y psicológico.

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