Agresión a profesora: la responsabilidad del MINEDUC y la crisis del modelo de educación privatizado

Como Movimiento por la Unidad Docente, nos conmueve y lamentamos profundamente el incidente ocurrido el lunes pasado, en el que la profesora Elena Cano fue agredida por un estudiante que, según se ha informado, es una persona en condición de espectro autista. Manifestamos nuestro apoyo y solidaridad a nuestra colega, a la comunidad del Liceo de Trehuaco y a su familia. 

Frente a esta situación, con preocupación observamos discursos que, sumándose al lamento de lo ocurrido, desvían el problema de fondo que este hecho, cual punta de un iceberg, esconde. Seamos claros y honestos: este tipo de situaciones no se resolverán con el actual proyecto de Ley de Convivencia Escolar que se tramita en el Congreso y no lo hará porque el problema es más complejo y profundo para que sea resuelto administrativamente por una ley.

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Al menos existen dos aspectos que deben considerarse. En primer lugar, la irresponsabilidad del actual MINEDUC que ha impulsado leyes sin generar ningún cambio material para sostener las nuevas exigencias planteadas a las escuelas, como tampoco los instrumentos orientadores para ello. Un caso concreto y que se relaciona directamente con el tema que hoy concita la atención nacional, es el hecho de que, habiéndose promulgado en marzo del 2023 la Ley TEA y en diciembre la Circular sobre su implementación, dos años después, siguen enormes vacíos, como los Tutores Sombra. Hoy existen fallos de Tribunales de Justicia que señalan que tratándose de escuelas que reciben fondos públicos, debe ser el Estado quien debe prestar el apoyo a través de un Tutor Sombra en la Escuela. A la fecha el MINEDUC no se ha pronunciado sobre este tema tan importante para las familias y los establecimientos escolares, los que se ven tensionados y conflictuados, precisamente por la negligencia ministerial. No basta con declarar el valor de la diversidad y que todo estudiante tiene el derecho a educarse, es responsabilidad de las autoridades generar las condiciones para ello y éstas, hoy no están. Las escuelas y sus docentes deben enfrentar solas/os, con los mismos escasos recursos de siempre, la atención a estudiantes que naturalmente requieren más apoyos. El problema, por tanto, jamás serán las y los estudiantes, ni las/os docentes, ni la escuela con sus equipos directivos.

En segundo lugar, cabe preguntarse ¿es la escuela responsable de proporcionar todas las soluciones a este tipo de conflictos? Las políticas neoliberales de las últimas décadas han profundizado la desintegración de la sociedad y debilitado la vida en comunidad.

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La escuela neoliberal de nuestro país hoy está tensionada producto de estas políticas que, en la práctica, hacen muy difícil generar los apoyos que requieren las y los estudiantes denominados con necesidades educativas especiales. A la base de esta tensión está la colisión de un enfoque de derechos con uno de mercado. Un claro ejemplo es el Programa de Integración Escolar (PIE) en las escuelas, el que tiene cupos limitados de estudiantes para apoyar a quienes la política financia; sin embargo, de existir más estudiantes que esos cupos asignados, la escuela debe atenderlos igual, ¡sin otorgar mayor financiamiento ni profesionales de apoyo! y, peor aún, el financiamiento que se otorga a los limitados cupos (7) está sujeto a vaivenes de la asistencia, es decir, es un presupuesto variable.

A esto se suma la enorme burocracia exigida a las profesoras de educación diferencial (a quienes además no se les reconoce su especialización) que las lleva a dejar de lado su prioridad pedagógica por responder a aspectos administrativos. Esto está ampliamente documentado en la literatura y se ha planteado al MINEDUC, pero todo sigue igual.

Avanzar en una política real de inclusión y diversidad requiere crear las condiciones materiales para ello, como ampliar las horas no lectivas del profesorado en general y, por cierto, también, desarrollar un proceso sistemático y universal (no con cupos ni postulaciones) de formación continua en el profesorado. A esto se debe agregar, la importancia de la formación inicial desde un enfoque de derechos, trabajo colaborativo e inclusión.

En definitiva, lejos de todo populismo que criminaliza al estudiante que agredió a la profesora, las y los educadores debemos ir al fondo del problema. Esos problemas que vivimos en carne propia cotidianamente. No debemos ir muy lejos para buscarlos, sabemos cuales son, por lo mismo debemos estar en una vigilancia pedagógica ante discursos populistas, criminalizadores y facilistas que llevan la explicación a situaciones individuales o locales, escondiendo premeditadamente las causas de fondo que son la ineficacia del MINEDUC y el modelo de educación de mercado.

Por una escuela como espacio de paz, de alegría de aprendizaje y del desarrollo feliz del trabajo docente.

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