[resumen.cl] Los Juegos Olímpicos de Tokio han sido escenario de visibilización de conflictos y emplazamientos políticos donde se ha sacudido el peso histórico de discriminaciones y violencias a las cuales se han visto sometidos los pueblos, donde el caso de la deportista Ana Peleteiro pasó a formar parte de las luchas plasmadas en estas jornadas.
El racismo ha sido un tema en los Juegos Olímpicos modernos desde sus orígenes. Sin duda las postales más emblemáticas de la lucha contra el racismo las dieron el velocista Jesse Owens al ganar 4 medallas de Oro en los JJ.OO. de Berlín el año 1936, en pleno régimen nazi y con Adolf Hitler en las tribunas.
En 1968, años de la lucha por los derechos civiles de la población afrodescendiente en los Estados Unidos de Norteamérica, la emblemática fotografía de los atletas negros estadounidenses Tommie Smith y John Carlos, medalla de oro y de bronce respectivamente en los 200 metros planos, se transformaría en la postal de dichos JJ.OO.
La acción, bien vale recordar, significó una durísima sanción de la Federación de Atletismo de los Estados Unidos, quien los suspendió y pidió su expulsión de la Villa Olímpica por hacer el saludo del poder negro, misma federación y comité olímpico que toleró el saludo nazi y todas las manifestaciones de propaganda fascista en los JJ.OO. de Berlín en 1936.
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Tommie Smith y John Carlos debieron sufrir posteriormente la persecución que el propio estado racista y segregador de los Estados Unidos tuvo en su contra por años.
En los recientes JJ.OO. de Tokio la atleta gallega Ana Peleteiro, ganadora de la medalla de bronce en salto triple, tras su gesta interrumpió al periodista que la entrevistaba para la televisión estatal española (TVE) quien la calificó a ella y al atleta Ray Zapata, dominicano que compite por España, como "personas de color» al hablar sobre sus hazañas deportivas.
Con cargado acento gallego, Ana Peleteiro respondió: «No somos de color, somos negros. De color son ellos, que cambian más de color que el sol», en un gesto de dignidad y orgullo.
Más tarde en entrevista a otro medio español sostuvo: «A mucha gente le joderá que los dos medallistas de España ayer fuéramos negros. Pero es la evidencia de un cambio. De que la mezcla es súper buena, de que la mezcla enriquece a un país, de que la mezcla es lo mejor que hay. Quien no lo quiera ver es porque es tonto porque no hay nada más bonito que mezclar dos cosas buenas, joder».
El caso de Ana Peleteiro es muy especial, porque además de su negritud se une en ella se parte de una nación sin Estado, como Galicia, su bandera y su idioma invisibilizado, teniendo que competir por la bandera española y responder frente a los medios en castellano.
La atleta de Ribeira, una localidad portuaria en la ría de Arousa (Galicia) nunca se ha guardado sus opiniones, con las que públicamente se ha manifestado contra la ultraderecha y en defensa del feminismo, la eutanasia y el idioma gallego.
Ya hace unos años ante una visita del líder de la extrema derecha española Abascal a Galicia, Ana Peleteiro en su idioma planteó: «Mejor quédate en casa. Lo único verde que hay en Galicia son los montes. De nada».
El último 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, se posicionaba en Instagram con un «ni golpes que lastimen, ni palabras que hieran. No es no».
Y en marzo celebraba la aprobación de la Ley Orgánica de Regulación de la Eutanasia con un recuerdo en Twitter a Ramón Sampedro, pionero gallego en la defensa del derecho a morir dignamente que en 1998 se suicidó con la ayuda de Ramona Maneiro.
En sus redes sociales son comunes las frases en defensa de su lengua para exigir respeto para los topónimos y antropónimos en gallego: «Si te llamas Xulio y te vas a Perú no te van a llamar Julio, tu nombre es Xulio. Aunque sean noticias en castellano, los nombres propios no se traducen. Es Ourense, no Orense».
A finales de 2019, en el programa Land Rober, de la Televisión de Galicia explicó a los espectadores cómo había superado su «complejo» y se había dado cuenta de que «ser gallega es bueno, no es malo». «¿Por qué te vas a poner un complejo encima por tener un acento o tener un idioma?», se preguntó, «si tengo mi idioma, ¿por qué voy a estar cambiando mi idioma, mi acento, mis raíces? Porque Galicia y el gallego son mis raíces».