[resumen.cl] La primera semana de los JJ.OO. de Tokio estuvieron marcadas por la decisión de la gimnasta norteamericana afrodescendiente Simone Biles de no participar en pruebas que no le acomodaban. Llamada a ser una de las figuras de estos juegos. En un mundo del deporte dominado por hombres y blancos, Biles ha construido una carrera en base la superación de la adversidad.
Ya en los JJ.OO. Olímpicos de Río de Janeiro de 2016, Simone Biles soportó una presión tremenda en la cultura de la competitividad y el exitismo de quienes ven el deporte como un negocio o incluso un arma de propaganda en la geopolítica internacional.
En aquellos juegos de Río de Janeiro el editor de International Gymnast, Paul Ziert, le confesaba a un periodista de The New Yorker: "Me siento terrible al decir esto, pero si no logra cinco o seis medallas de oro en estos Juegos será una decepción".
La valiente decisión adoptada por la gimnasta Simone Biles, de parar en medio de la competencia, el explicar la presión que siente sobre ella, exponer públicamente y plantear que se trata de una cuestión de salud mental, y que su salud debe ser su prioridad, demuestra un gesto de defensa de su dignidad como ser humano, valores que el olimpismo parece haber olvidado.
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La decisión de Simone Biles pone en cuestión todo el discurso oficial sobre el éxito y el sacrificio que hay que estar dispuesto a hacer para lograrlo. No es necesario recordar que muchos y muchas de los grandes deportista se han construido en base al maltrato infantil y abiertamente a tormentos físicos. Esta es una verdad que el Comité Olímpico Internacional conoce, pero que se niega a ver.
La decisión de Biles, sin embargo, ya tenía precedentes inmediatos en el deporte de alta exigencia, como lo ocurrido en el torneo de Roland Garros con la negativa de la tenista Naomi Osaka, número dos del mundo, a participar en las ruedas de prensa después de los partidos del Abierto de París.
Línea similar fue la decisión de la también tenista Serena Williams de no participar en los JJ.OO. de Tokio, señalando que no lo hace porque en ellos los protocolos obligaban a las madres a estar alejadas de sus hijos.
Pero no fueron Biles ni Williams las únicas mujeres que se rebelaron en estos JJ.OO., también lo hizo el equipo femenino noruego de voleibol playa para no utilizar una tanga sexista, a la que también se sumó el equipo femenino alemán de gimnasia rítmica por la "sexualización" a la que son sometidas.
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Los Juegos Olímpicos tienen una fuerza especial y siempre han sido un espacio para las reivindicaciones políticas, en general ellas tienen como ejes componente género, raza, naciones oprimidas y clase social.
Las demandas contra el racismo, el sexismo, pueblos mostrando al mundo sus tragedias, agresiones militares o bloqueos económicos. En ese contexto cada una de las 6 medallas obtenidas por Cuba ayer lunes 2 de agosto en Tokio, tienen un significado muy especial.
Tras esas banderas oficiales de los Estados, siempre transcienden pequeños conflictos olvidados, pueblos originarios, comunidades o disidencias sometidas, pero además en medio de todo eso, personas ejemplares, que defienden la dignidad humana, por sobre las marcas y los récords deportivos.
En este contexto ayer lunes se realizó la premiación del lanzamiento de bala femenino, allí la medalla de plata, recayó en la lanzadora de peso estadounidense, Raven Saunders, quien realizó el primer gesto de protesta política que se haya visto en estos JJ.OO. de Tokio 2020.,por el cual el Comité Olímpico ya anunció que estudia sanciones.
Al recibir la medalla y mientras las otras ganadoras posaban para las fotos en el podio, Saunders levantó los brazos en forma de X. Al ser consultada del significado de su acción señalo "la intersección en donde todas las personas oprimidas se encuentran«.
Raven Saunders es una joven afroestadounidense de 25 años, integrante de la comunidad LGBTI, que ha hecho público que lucha contra la depresión, incluso sus intentos de suicidio.
Tras la ceremonia señaló que hizo el gesto con el objetivo de iluminar «a los que están luchando en todo el mundo y no tienen altavoz para explicar su lucha», agregando que: «Si ganar esta medalla es una fuente de inspiración para el colectivo LGTBIQ +, como las personas con problemas de salud mental o la comunidad negra, es supremo para mí».
En Saunder se funden una serie de comunidades discriminadas, su origen popular de clase trabajadora, parte de la disidencia sexual, además afroamericana, y es precisamente esta comunidad la que obtiene gran parte de las medallas para los Estados Unidos: el mismo país que criminaliza, encarcela y asesina a sus hermanos.
Pero Saunder suma además otro elemento: las personas que sufren problemas de salud mental, la sociedad capitalista como su forma de entender la cultura, incluido el deporte, socaba no solo la dignidad humana, sino que incluso su propia salud física y mental.
Raven Saunder y Simone Biles han jugado un papel relevante en hacernos ver esa realidad, siempre ocultada.