Esta fue una semana en desarrollo lento, aunque fue marcada por algunos hechos decisivos. En Europa, la OTAN finalmente se dio cuenta de que Rusia desde el comienzo había hablado en serio al advertir que llegado el caso responderá a una agresión en forma decisiva. Con Todo. Y especificó que eso incluye el uso de armas atómicas. La advertencia fue formulada hace más de un año, pero recién ahora la OTAN comenzó a lamentarse de que la advertencia va muy en serio.
Los finteos de guerra continúan, pero se nota que más que nada se trata de acciones de Relaciones Públicas, para salvar la cara y no mostrarse apocados. Al menos por ahora la guerra parece menos inminente.
En el Oriente Medio, la guerra insensata parece empeñada en demostrar que lo que más odian los árabes son los otros árabes. Y sus masacres siguen apegadas a viejas y apolilladas doctrinas de dominio regional, como si para ellos fuese incomprensible que exista la posibilidad de un entendimiento racional y práctico, entre pares.
En economía, Estados Unidos aparece cada vez más solo y económicamente más debilitado. El empeño por reducir la cesantía cayó a menos de la mitad de las metas que se esperaban, y hay consenso ahora en que los nuevos empleos son mayoritariamente de bajas remuneraciones, de jornadas parciales y de corta duración.
El comercio detallista sigue estancado y, agravando las cosas, el dólar ha subido de precio en los mercados monetarios, lo que hace aún más difícil para Estados Unidos competir con sus productos de exportación en los mercados internacionales, por lo que sigue habiendo déficit comercial…
Pero, encima de todo, a Estados Unidos lo acaba de abandonar el penúltimo de sus aliados supuestamente incondicionales. Se trata nada menos que de Israel, que desestimó las presiones de Washington y acudió a sumarse a los asociados del súper banco mundial, el AIIB de China, que en el hecho ya fue reconocido por el Fondo Monetario Internacional como legítimo equivalente para el desarrollo de la economía mundial.
Ahora se quedaron solitos Estados Unidos y Japón. Y muchos opinan que el poderío mundial del dólar ya está en su etapa de crepúsculo.
Las noticias más relevantes esta semana se centraron en Irán. Por supuesto, el principio de acuerdo de Irán con Estados Unidos, Rusia, Alemania, Francia y Gran Bretaña tuvo relevancia histórica. Sin duda marca el comienzo de una nueva etapa para las relaciones internacionales, y se da por descontado que cualquier intento de destruir el acuerdo chocará frontalmente con las más decisivas potencias del mundo.
En cuanto a un posible ataque de Israel contra Irán, ello sería un error que tendría un precio pavoroso para el propio Israel. Y eso es algo que todos lo saben. Incluso el belicoso Benjamín Netanyahu.
Por lo pronto, el inminente término de embargos y sanciones internacionales contra Irán ya se tradujo en una caída del precio del petróleo, hasta 48 dólares el barril.
En realidad, la estatura internacional de Irán parece agigantarse como nación bien articulada y extremadamente libre de la corrupción que obviamente está cundiendo en el resto del mundo.
Pero Irán, como el resto de las naciones del Asia Central está enfrentando en estos momentos una crisis que es más dramática y menos negociable. Es la crisis del medio ambiente que se está expresando en un contraste dramático de lluvias torrenciales y cortas en algunas zonas, seguidas por una sequía que mata de sed a las siembras y al ganado.
El inmenso lago salado que llamamos Mar Caspio, está contrayéndose cada año dejando kilómetros y kilómetros de playas muertas, por reducción del caudal de los ríos. Y la evaporación hace que el agua de ese mar aumente su saturación de sales en un proceso que extermina toda su fauna, como en el caso del Mar Muerto.
El gran lago Baikal, por su parte, que es de agua dulce, y es el más extenso del mundo, ya ha perdido casi la mitad de sus aguas, y lo mismo ocurre con los grandes lagos de Turquía y Armenia, donde nacen los ríos Tigris y Eufrates.
Y las fértiles cuencas de esos ríos, que eran tan fecundas que se supone que allí estaba el Jardín del Edén, ahora se han reducido a una mínima parte y el desierto amenaza con tragárselas aún más.
Es decir, mientras Irán parece renacer por su inserción saneada en la comunidad internacional, al mismo tiempo le está tocando ser uno de los ejemplos más dolorosos del cambio climático.
Ese cambio climático que la mayoría de la gente se resiste todavía a tomarlo en serio, suponiendo que el peligro se puede seguir chuteando hacia el futuro y sin darse cuenta de que ya millones y millones de personas están sintiendo el golpe de ese futuro que se convirtió en un Ahora. Un implacable AHORA.
Aquí en Chile se hace sentir muy fuerte la indiferencia de la mayoría ante el cambio climático. No parece que se tomara en cuenta la tragedia de los agricultores del norte chico, donde las plantaciones de palto han muerto de sed en una proporción de calamidad y cientos de miles de esos árboles se han visto convertidos en leña.
En cambio esa misma mayoría de los indiferentes se muestra encantada de que las lluvias súbitas sobre el desierto del norte se estén haciendo más frecuentes y nos regalen más a menudo el espectáculo maravilloso del desierto florido.
Y no dan cuenta de que esa belleza es síntoma de un proceso peligroso. El proceso que ahora recién se hizo sentir al interior de Copiapó, al precio de ya 25 personas muertas y otras 125 desaparecidas bajo el aluvión de barro producto de un inesperado aguacero torrencial.
¿Se fija Ud?… Sequía atroz por un lado y cortos diluvios destructores, cuyas aguas pasan erosionando, sin llegar a ser la bendición que el agua debiera ser siempre.
Según los más importantes centros de estudio científico sobre el cambio climático, uno de los efectos más destructores de ese cambio, en la etapa actual, es la desaceleración de las grandes corrientes oceánicas, que son como lentos ríos que desplazan masas inmensas de agua marina. De hecho, en nuestro Chile, la sola Corriente de Humboldt, que controla y define nuestro clima, desplaza cada día una masa de agua oceánica mayor que la totalidad de agua dulce que llevan todos los ríos que surcan todos los continentes.
Estas aguas de la Corriente de Humboldt son frías, pues vienen de las regiones antárticas. Y por ser frías contienen mayor cantidad de oxígeno disuelto, que permite toda forma de vida acuática, desde el plancton microscópico hasta las ballenas.
La riqueza de sus frías aguas trae como contrapartida el desierto del norte, pues las nubes se forman por evaporación de las aguas tibias que quedan al oeste de la corriente, y al ser arrastradas hacia tierra por el viento, se elevan y pasan a gran altura, hasta chocar con la cordillera donde al fin la nube se convierte en lluvia y en nieve.
La llegada de las nubes a las montañas provoca el llamado Invierno Boliviano, que origina los ríos de Tarapacá y Antofagasta, así como los oasis y los manantiales bolivianos que permiten el abastecimiento de gran parte del agua dulce que se consume en el norte de Chile.
Las alteraciones de ese fenómeno producen ocasionales lluvias que bajan hasta el desierto. Existen fuertes indicios de que el fenómeno que afectó al interior de Copiapó se relaciona con el debilitamiento de la corriente de Humboldt. Y si eso continúa, cambiará el régimen de lluvias en el norte chileno, de un modo y con una intensidad que todavía no conocemos.
Al costo del empobrecimiento de la fauna marina, es posible que en los próximos años surjan en el norte extensiones de verdor semejante al de las tierras que hay al otro lado de la cordillera, en la misma latitud. Recordemos que la exuberancia vegetal y selvática de Rio de Janeiro, por ejemplo, se da exactamente en la misma latitud que Antofagasta.
¿Será, quizás, posible que ese mismo fenómeno pueda neutralizar la desertificación que ya está llegando hasta la misma Región Metropolitana?… Por desgracia, todavía son impredecibles los efectos reales provocados por fenómenos aleatorios que recién se están empezando a conocer.
En cambio se ha estudiado ya bastante en detalle el caso del debilitamiento de la corriente del Golfo, que se carga de altas temperaturas en el Océano Atlántico Central, donde, en la latitud de las islas Canarias, el agua oceánica alcanza en ocasiones hasta 30 grados Celsius.
Esas aguas tan cálidas son notoriamente más livianas que las aguas frías. Se dilatan y empujan hacia el norte, subiendo por las costas del oeste de Europa, donde tienen un efecto de calefacción que permite que, por ejemplo, en Gran Bretaña e Irlanda el clima sea muchísimo más cálido que en las costas del noreste de Estados Unidos y el Canadá, a pesar de que están en la misma latitud.
Las aguas de la Corriente del Golfo, al llegar a las latitudes sub-Árticas, se enfrían y se sumergen, y emprenden así el viaje de regreso al sur, dejando paso a la masa de agua cálida que sigue subiendo hacia el norte.
Pero ahora, con el cambio climático, el derretimiento de los hielos del Ártico inyecta agua dulce y fría que ocupa el espacio en que se desplaza el ciclo del Golfo. La corriente se frena, pierde fuerza, y la energía calórica de las aguas que se quedan en el Golfo eleva la temperatura hasta mayores profundidades del mar y al mismo tiempo emite vapor y aire caliente que se transforma en tormentas tropicales y huracanes.
La célebre película "El día después de mañana" ofreció una visión fantasiosa y exagerada de una alteración violenta de los efectos reguladores de temperatura que proporcionan los océanos.
La interrupción de la corriente del Golfo provocaría un período de frío glacial en toda Europa y en el noreste de Estados Unidos. Igualmente, el recalentamiento intenso de grandes masas de aire en las zonas tropicales provocan que se produzca no sólo el viento horizontal que nos es familiar, sino también un viento vertical, por el ascenso de masas de aire caliente y liviano.
Sabemos que a muy corta distancia vertical, apenas 8 kilómetros por encima de la superficie, el aire atmosférico es glacial, con una temperatura que puede llegar a 30 grados bajo cero. Ese aire glacial y pesado suele descender ante el empuje del aire ascendente muy cálido, y provoca descensos dramáticos de la temperatura en la superficie terrestre.
Y muy claramente, se han producido descensos de temperatura y tempestades de nieve que paralizaron gran parte del noreste de Estados Unidos este año, así como grandes zonas de Europa.
No ha sido el Día después de Mañana, pero sí ha servido de muestra para que al fin los gobiernos de Europa, Canadá y Estados Unidos, hayan resuelto diseñar programas concretos para hacer frente al cambio climático.
Pero la clase política en nuestros días pareciera estar afectada por una epidemia de estupidez. En Washington, en enero, en plena glaciación por ese debilitamiento de la corriente del golfo, el senador republicano James Inhofe se apareció en la sala de sesiones llevando una pelota de nieve que había recogido en la calle, y la mostró, con aire de triunfante sabiduría, para decir que el calentamiento global y el cambio climático son puras paparruchas populistas del gobierno.
El desdichado senador no se había enterado, por ejemplo, de que los refrigeradores y los aparatos de aire acondicionado, a la vez que generan aire frío por delante, por detrás generan aire muy caliente.
Y así del mismo modo, mientras en el noreste de Estados Unidos se padecía una racha de frío glacial, en el suroeste, en el dorado estado de California, el cambio climático está teniendo efectos que la prensa norteamericana califica de "infernales".
El calor y la sequía ya han arruinado a más de la mitad de los agricultores que tenían plantaciones de paltos, de almendros y de nogales. De hecho se dio a conocer que para producir un solo kilo de paltas se necesitan 140 litros de agua.
En la práctica, el agua ya se convirtió en un valioso artículo comercial, y las grandes empresas ya comenzaron a comprar acuíferos, derechos de agua sobre ríos, e incluso han logrado reclamar exclusividad de almacenar el agua de la lluvia. Ya el año pasado, el agricultor Garry Harrington, de Oregón, fue detenido, multado y condenado a 3 meses de cárcel, fíjese Ud., por haber excavado dentro de su granja un estanque para recoger y almacenar el agua de lluvia que cayera en su propio terreno.
O sea, ya la misma lluvia ha sido privatizada en Estados Unidos. Ahora en California se produjo una reacción de furia de la gente al conocerse que la gigante transnacional Nestlé, esa la de Milo y la leche en polvo, había comprado subrepticiamente una cantidad inmensa de agua, un verdadero lago artificial, y que ahora está vendiendo esa agua a precios bastante elevados, a diversas industrias e incluso está embotellando agua potable para vendérsela a la gente, a muy buen precio, por cierto.
Esto, en momentos en que el gobierno de California tuvo que decretar un racionamiento forzoso en el consumo de agua de las familias y las instituciones. Se estableció una reducción del 25% del consumo de agua registrado en los medidores domiciliarios, y excederse del consumo se sanciona con fuertes multas.
Pero, oiga, el gobierno de California eximió del racionamiento a diversas empresas de la gran industria, incluyendo a las petroleras que extraen su producción mediante fracking, o sea, con inyecciones a presión de grandes cantidades de agua con aditivos químicos.
Se ha indicado que un pozo petrolero de fracking utiliza alrededor de 100 mil metros cúbicos de agua limpia al año, eso, además del agua reciclada de las operaciones anteriores.
Así, en el Atlántico Norte tanto como en el Caribe, y en nuestra chilena corriente de Humboldt, como en la Polinesia, y en el Océano Índico como en el Mediterráneo, el cambio climático ya tiene malheridos a los mares. En el Mediterráneo, cada año se pierden miles de hectáreas de la mejor tierra del Delta del Nilo, por el avance del agua marina.
Esta agua de mar además satura los humedales subterráneos, volviéndolos salobres al extremo de hacer que la tierra quede estéril. Se teme que en un plazo de no más de 15 años, se perderá un 30 % de todo ese territorio, que es el más rico de todo Egipto.
Y ahora, con el comienzo de uso por Etiopía del Nilo, para irrigación y generación hidroeléctrica, se teme que Egipto pueda terminar lanzándose en una desesperada aventura militar, para asegurarse las aguas del río Nilo, sin las cuales Egipto simplemente desaparecerá, con sus cien millones de habitantes.
Ya en crónicas anteriores habíamos analizado el tema del agua como el más potente detonador de las tensiones emergentes. Se sabe desde hace varias décadas que hay guerras del agua que parecen inevitables, como las de África, y las de Anatolia y Siria, donde están las fuentes de los principales ríos de la región, incluyendo el Jordán que es la arteria madre del agua de Israel.
Pero al margen de esas guerras entre estados rivales, están latiendo y cobrando fuerza otras tensiones que sin duda canalizan la exasperación de la gente según se van dando cuenta de lo que significa al final la economía neoliberal de mercado, que concentra todo el poder financiero, político y militar, en una oligarquía implacable. Ese 1% de los amos del dinero, apoyados por el 10% que son sus sirvientes y mercenarios.
Aquí en Chile, la dictadura nos privó de los derechos de agua dulce, los privatizó, y después nuestros democráticos parlamentarios aprobaron otra ley que privatizó nuestro mar entregándoselo en exclusividad a 7 postores millonarios.
Oiga, hace no muchos años habrían tildado de loco y de alarmista a quien diera un alerta de que toda el agua, los ríos, las vertientes y hasta las norias de las casitas de campo, pasarían a ser propiedad de empresas todopoderosas.
Y ahora, así como bromeando, podríamos preguntarnos ¿Irán a privatizar el aire también?… Pues fíjese Ud. que ya en innumerables condominios, edificios corporativos y hoteles, en toda Asia, el aire que se respira es procesado, purificado y sanitizado, formando una atmósfera interior respirable y de excelente calidad, que circula como una leve brisa, y por la cual, por supuesto, los usuarios pagan un precio mensual.
Dicen que no es barato, pero que tampoco es excesivamente caro ese aire que las empresas están vendiendo para evitarnos el aire polucionado, malsano, hediondo y cargado de microorganismos peligrosos, que es el aire de la calle. El aire que respira esa gentecita que llaman "populista" cuando se ponen exigentes.
En los años 60, a finales de su gobierno, el presidente Eduardo Frei Montalva señaló en un discurso que como nación no podemos permitir que nuestro pueblo se divida en dos grupos antagónicos. El grupo de los que tienen hambre, y el grupo de los que tienen miedo.
Ahora no parece que sea el hambre la que motiva al grupo más grande, más multitudinario. Ahora parece el motivo parece más bien que podría definirse como rabia. Como repugnancia. Los que no cambian mucho son los otros, los que tienen miedo.
Y de hecho cada vez con más frecuencia los que tienen miedo tratan de meternos miedo, agitando el fantasma de un nuevo golpe militar que según ellos está siempre latente.
Bueno, amigos, hoy es Domingo de Resurrección para los cristianos. La muerte y el sufrimiento son ingredientes indispensables de las religiones bíblicas, son los ingredientes con que se cocina la esperanza, el perdón y la fe.
Pero los simples humanos no tenemos resurrección. Lo que tengamos que hacer, hemos de hacerlo mientras nos quede aunque sea una hebra de vida para ponerla en juego. Después, tenemos que decir como las madres solteras: "A lo hecho... ¡pecho!".
¡Hasta la próxima, amigos! Cuídense, es necesario. Hay peligro.
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