El escritor colombiano, a quien se le informó sobre el galardón el 21 de octubre de 1982, deslumbró en la ceremonia al rechazar el tradicional frac, diciendo: «Con tal de no ponerme frac, soy capaz de aguantar el frío». En lugar de la vestimenta formal, García Márquez eligió una guayabera blanca que simbolizó su arraigo a la cultura latinoamericana, mientras aceptaba el prestigioso premio por su obra Cien años de soledad.
El 8 de diciembre de 1982, el escritor colombiano Gabriel García Márquez recibió el Premio Nobel de Literatura, un galardón que consagró su obra maestra Cien años de soledad y su contribución al realismo mágico. El anuncio de su victoria le llegó el 21 de octubre de ese año, y desde entonces, su nombre resonó con fuerza en todo el mundo como uno de los autores más destacados de la narrativa latinoamericana.
Durante la ceremonia de premiación en Estocolmo, Suecia, García Márquez no solo brilló por su trabajo literario, sino también por su humor y singular irreverencia. Mientras los galardonados tradicionalmente visten frac para la ceremonia, el autor colombiano rompió con la etiqueta y prefirió no usar el tradicional atuendo formal. En su lugar, vistió una sencilla guayabera blanca, típica de su tierra caribeña, y dejó una frase memorable: «Con tal de no ponerme frac, soy capaz de aguantar el frío».
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Este comentario, hecho con una sonrisa, capturó la atención de la prensa y los asistentes al evento. García Márquez, fiel a su estilo, desafiaba las convenciones de la ceremonia, manteniéndose arraigado a su identidad y cultura. En lugar de adaptarse a la formalidad europea, el escritor colombiano optó por la prenda que mejor representaba sus raíces, aun cuando el frío sueco de diciembre era particularmente inclemente.
La guayabera, símbolo de frescura y sencillez, contrastaba con el entorno, subrayando su carácter rebelde y su postura crítica frente a las exigencias sociales. Para él, la premiación no era motivo para abandonar su esencia latinoamericana, y su comentario sobre el frac se convirtió en una anécdota que perdura tanto como su obra.
Más allá de su elección de vestimenta, el discurso de García Márquez, titulado «La soledad de América Latina», fue una poderosa reflexión sobre los desafíos históricos, sociales y políticos de la región. En su alocución, el Nobel colombiano habló de la violencia, la pobreza y la injusticia que marcaron a su continente, pero también de la esperanza y la resistencia de sus pueblos. Con cada palabra, dejó claro que, aunque el premio se le otorgaba a él como individuo, su victoria representaba a toda América Latina.
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La entrega del Nobel no solo reconoció a uno de los escritores más influyentes del siglo XX, sino que también demostró la capacidad de García Márquez para mantener su autenticidad incluso en las situaciones más solemnes. Su guayabera y su frase sobre el frac pasaron a la historia como un símbolo de su fidelidad a sus orígenes, y su discurso reafirmó el poder de la narrativa para dar voz a los marginados y olvidados.
Desde el momento en que recibió la noticia del Nobel el 21 de octubre hasta la ceremonia en diciembre, Gabriel García Márquez demostró, una vez más, que su grandeza no solo residía en sus palabras escritas, sino en su personalidad genuina y su arraigada conexión con su tierra.