La novela Juegos de Villanos se sitúa alrededor del 2009, cuando no había celulares inteligentes ni el terremoto de 2010 obligaba a una reconstrucción del centro de Talca o a su reorganización. Comienza cuando el detective privado Miguel Cancino se debate entre aceptar la investigación acerca de una desaparición y proseguir con sus actividades principales, que son la venta de libros usados en una galería de Manuel Montt y la postergación permanente de su tesis de pregrado. Si Cancino acepta, tendrá que husmear en su pasado talquino y en una realidad tan anacrónica como corrupta.
TN: Primero, en una novela negra debe haber un protagonista fuera de lo corriente.
JG: Hay características que Cancino comparte con detectives de algunas novelas negras: se me ocurren ahora la soledad, el gusto por la literatura, la amargura, el desencanto, el buen olfato, entre otras, y en consecuencia, creo que no hay tanta originalidad. Sin embargo, hay matices: Cancino le teme a su sombra; todavía intenta modificar estructuras de pensamientos molestas de otros personajes, incluso, se vuelve majadero; es torpe, transparente, bastante inseguro, malo para los combos, de modo que se podría pensar que no reúne las características de un buen investigador privado. No obstante, hay algo en él que provoca que la gente quiera hablarle y eso, pese a que algunas veces sea abrumador, lo ayuda en sus investigaciones.
TN: Segundo, debe haber un tema interesante alrededor del crimen que justifique la narrativa.
JG: Ives Reuter señalaba que la novela negra es un estudio de caso. El crimen es la llave para entrar en esa verdad que debió ser escondida para no provocar un escándalo extenso y pronto olvidado. Una desaparición, un crimen son el reflejo de algo mucho peor. He ahí la diferencia entre el relato de enigma y la novela negra. En el policial de enigma solo basta saber quiénes son los malhechores y se puede asumir que las causas son menos importantes que la investigación. Creo que en la novela negra ese tema interesante es consecuencia de la corrupción que se filtra a través del crimen. Ese asunto particular está basado en un acontecimiento ocurrido en los años 80. Tuve que actualizar algunos hechos, agregué sucesos para comenzar la intriga y modifiqué detalles, que probablemente ahora serían inverosímiles.
TN: Tercero, debe haber un malo (o varios) tan malo como bueno es el detective.
JG: Como se comentó en los Careos literarios (diálogos sobre la narrativa criminal realizados a comienzos de octubre de 2019), la novela negra es la oportunidad de reflexionar acerca de la sociedad. Francisco Miranda señaló en esa oportunidad que cuando la sociedad es criminal, la literatura criminal es solo literatura, de modo que los personajes son esos entes ficticios que pululan en esta sociedad (criminal). Por ello, podemos echar mano de referentes bastante representativos de perversidad y estupidez.
TN: Cuarto, no puede dejar de haber al menos un personaje del sexo opuesto de la mayor relevancia.
JG: Una o dos mujeres lo intranquilizan. Sin embargo, más adelante, Cancino se asociará con la detective Ester Molina, que aparece en este número de Trazas Negras en mi cuento "Toda la carne a la parrilla".
TN: Quinto, debe desarrollarse en un ambiente exótico o inhabitual, a menudo desconocido para el lector corriente.
JG: No sé si Talca es un lugar muy exótico. Sin embargo, se me vienen a la mente novelas criminales que también se sitúan en regiones (durante toda la investigación o en parte de ella): Punta Arenas, (Ramón Díaz Eterovic); Copiapó (Juan Ignacio Colil y Gonzalo Hernández); La Serena (José Gai); Valparaíso (Verónica Silva Oliva); Linares (Valeria Vargas); Parral y Rancagua (Cecilia Aravena y Eduardo Conteras) y podría seguir. Así que no hay novedad si se sitúa gran parte de este relato en Talca, donde hay buenos cultivos para investigar como en todo infierno grande.
TN: Sexto, debe haber una razón plausible para el crimen o delito que se narra.
JG: Puedo enumerar algunas en Juegos de Villanos: dinero, mucho dinero, como casi siempre; infiltrados, impostores o traidores, según algunos; mentes añejas, enfermas y sádicas. No quiero adelantar más.
TN: Séptimo, todo buen relato criminal debe ir acompañado de un método de matar que sea particular a la historia.
JG: Leandro Urbina señaló, en los Careos literarios, que en nuestra literatura las desapariciones son una constante y, a su vez, constituyen nuestra obsesión. Por lo tanto ese método podría pensarse como particular a nuestra triste historia. No intento emular las fórmulas de crímenes de la edad de oro de la novela policial inglesa.
TN: Octavo, nunca está demás una pista oculta, algún truco para desorientar al lector o una sorpresa.
JG: Estos trucos, más que "trampas", con son las primeras impresiones del detective o sus ayudantes; son las hipótesis que se vienen a la mente según la ideología o los conocimientos de los personajes. Cancino las considera como posibilidades, como probablemente lo haría yo en su lugar.
TN: Noveno, un factor de éxito en el género es la presencia de acción, ritmo y movimiento, todo ello acompañado de la correspondiente emoción.
JG: Intenté mantener en Juegos de Villanos un suspenso que, de alguna manera, se oponía a la existencia nostálgica y depresiva de Cancino. Es complejo encontrar un equilibrio. Dejo a disposición de los lectores mi cuaderno de reclamaciones.
TN: Décimo, se requiere un final explosivo o inesperado.
JG: No busqué la sorpresa. En el clímax privilegié el suspenso, pero me significó dolores de cabeza para idear una salvada de pellejo de Cancino. No estoy adelantando mucho, porque es difícil que el narrador protagonista muera, a no ser que de pronto se interrumpa el diario o el testimonio. En el desenlace, pienso que más que apelar al efecto de lo inesperado, fue la lógica del personaje la que configuró un final algo triste y solitario.
Este artículo ha sido publicado en el cuarto número de la revista que puede ser adquirida a través de su sitio web trazasnegras.cl