Uno de los mitos más llamativos de la dictadura civil- militar (1973-1990), fue el de un supuesto apagón cultural que habría existido durante aquella época. Si bien es cierto, que las libertades para el trabajo creativo de la o el artista bajo el régimen de Pinochet fueron mínimas, que sí hubo represión, control y censura; coincido con el historiador Bernardo Subercaseaux, cuando escribió que lo anterior terminó finalmente por alimentar un arte contestatario, capaz de crear un horizonte de expectativas y de ideales democráticos. Con esto no trato de romantizar el arte de la época, sino de poner en relieve que pese a todas las dificultades las y los artistas desafiaron, denunciaron, resistieron e hicieron del arte una herramienta para combatir al dictador, y que pese o dadas las circunstancias, lo concibieron a través de trabajos que rompieron en gran medida con los lenguajes y modo de producción tradicionales del arte que los antecede.
Nora Fuentealba Rivas
Hacer que el arte deviniera en una herramienta eficiente para congregar a la sociedad, con el objetivo de resistir la opresión que imponía el dictador Augusto Pinochet, y de esta forma, insistir en rearticular la comunidad disgregada por el miedo impuesto, trajo como resultado que las y los artistas, las y los trabajadores culturales se agruparan para promover un trabajo colectivo que pudiese poner en ejercicio la labor mencionada. Fue así, como en 1983 en la ciudad de Santiago, se realizó el Primer Congreso Nacional de Artistas y Trabajadores Culturales de Chile, encuentro a cargo del Coordinador Cultural: Sociedad de Escritores de Chile (SECH), Asociación de Pintores y Escultores de Chile (APECH), Colectivo de Escritores Jóvenes (CEJ), Agrupación de Fotógrafos Independientes (AFI), Asociación Nacional de Folclore de Chile (ANFOLCHI), Comisión Cultura del CODEPU, entre otras. Este evento se realizó casi en paralelo a las inquietudes de las y los artistas penquistas que buscaban a grandes rasgos, reivindicar el sector y colaborar en la defensa de los DDHH, quienes terminan asociándose bajo el nombre de ADA (Agrupación Democrática de Artistas y Trabajadores de la Cultura).
De acuerdo al libro Concepción te devuelvo tu imagen. Resistencia cultural 1972 -1991 de Leslie Fernández, Carolina Lara y Gonzalo Medina, la relación que tuvo el ADA con el Coordinador Cultural no es del todo clara, tal como lo indican los testimonios de algunos de sus entrevistados. Para integrantes como Ricardo Chepo Sepúlveda, miembro del TUE (Teatro Urbano Experimental) y que llegó a ser presidente del ADA, el Coordinador Cultural sirvió de impulso para que las y los artistas penquistas se unieran, esto siempre desde un trabajo autónomo. Mientras que, para Alexis Figueroa, escritor y también integrante del TUE, estos procesos habrían ocurrido al margen de la capital y bajo ninguna forma, habrían sido una inspiración para el ADA. Siguiendo la misma línea, en el texto Arte danza entorno. Crónica historiográfica de Calaucán, Manuela Bunster, cuenta que: "el ADA parte poco después de conocer a Roberto Pablo. Los dos éramos militantes comunistas y me acuerdo de una conversación sobre cómo darnos una organización... Nos agrupamos finalmente bajo el alero de la AGECH... teníamos una forma no sectaria de relacionarnos".
Ahora, independiente de la existencia de un vínculo entre ambas organizaciones, lo cierto es que el trabajo realizado en Concepción si bien podría dar cuenta de cierta sinergia con otras situaciones que estaban sucediendo en Chile, lo que se realizó tuvo un carácter propio y se configuró independiente a otras entidades del país.
El objetivo principal del ADA, tal como se puede leer en el diario El Sur del 30 de septiembre de 1984, fue el de "promover una serie de iniciativas relacionadas con el arte y la cultura que, a diferencia de otros organismos de esta naturaleza, beneficien a grupos de personas e instituciones habitualmente marginadas de este quehacer". Así se logró reunir a más de setentas artistas, según lo narrado por Alexis Figueroa para esta columna. Entre ellas y ellos, artistas provenientes de la literatura, de la música, de la fotografía, del video, de las artes visuales, el teatro y la danza. Vinculando grupos como el TUE, Taller Marca, Calaucán, TAVIC, AFI, grupos de música como: Quillay, Redes, Las Pilguas, Los Hermanos Millar, etc., así también personas del Teatro El Rostro e integrantes de la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Concepción. Todas y todos ellos se conformaron alrededor de una directiva y una dinámica horizontal, pues cada decisión se sometía a votación y discusión antes de ser resuelta, por lo tanto, lo que imperaba era una dinámica multidisciplinaria y colectiva.
La labor del ADA con el tiempo se fue descentralizando y sumando a sus redes centros culturales de lugares como Hualpencillo, Barrio Norte, Laguna Redonda, Agüita de la Perdiz. Así también de comunas como Talcahuano, Lota, Coronel, Chiguayante, Hualqui, Tomé. Además, convocaron a grupos de distintas luchas políticas, pues si bien en un comienzo el ADA tuvo una clara influencia del partido comunista, tal como explica Alexis Figueroa, "no pasaron más de tres meses y el grupo se tornó pluripartidista", abarcando a personas del MIR, PS, Independientes y de la Izquierda Cristiana. A su vez, se sumaron a grupos universitarios, obreros, asociaciones poblacionales y profesiones colegiadas. Por lo tanto, como explica Nicollet Gómez Rojas en una de sus investigaciones sobre la agrupación, sería un error pensar en el ADA sólo como una asociación meramente artística. Lo que va prácticamente en el mismo plano de lo que manifiestan Fernández, Lara y Medina; quienes indican que los integrantes del ADA al asumir una participación activa y comprometida con el contexto, hicieron que su condición de artistas se disolviera para hacer emerger la de trabajador cultural.
Esto sucede porque la obra artística en el ADA dejaba de tener un objetivo en sí misma, asumiendo el arte como una herramienta que podría posibilitar el cambio, y esto no de forma metafórica como se piensa hoy, sino de manera real, ejerciendo obras y acciones artísticas de un gran compromiso político-social; y porque para que esto aconteciera debían generar sistemas de producción y autogestión de acuerdo al contexto represivo, lo que sobrepasa la figura de la o el artista visto en términos convencionales.
Siguiendo estos principios, el ADA realizó diversos espectáculos en poblaciones y acciones artísticas, montando incluso una muestra de toda la agrupación, al menos una vez al año. Un ejemplo de las acciones realizadas por la agrupación aconteció en 1985 y fue concebida para denunciar y exigir la libertad de las presas políticas de la Cárcel de Coronel. Para ello, Jorge de Giorgio y Chepo Sepúlveda, más otras y otros integrantes, se infiltraron en el hotel Ritz de la ciudad con la finalidad de descolgar de allí, hacia el Paseo Peatonal Barros Arana, una gigantografía con la imagen de Arinda Ojeda y la frase: "Estoy presa por pensar diferente". Para que trabajos artísticos como este sucedieran, se preocuparon de la protección, coordinación y vigilancia, para quienes realizaran su labor pudieran hacerlo de manera segura. Cuenta Paola Aste, sobre su trabajo en el TUE, para archivo ATECA: "Es cierto, nosotros interrumpíamos en la calle, pero también es cierto que antes mandábamos a un grupo a estudiar el sector, se estudiaba el terreno, para tener el control de la situación. Teníamos redes, trabajábamos con el ADA".
Con la coyuntura de las negociaciones del plebiscito del Sí y el No, el ADA se disuelve. Sin embargo, su importancia trasciende, ya que no se podría entender la sobrevivencia de muchas expresiones artísticas sin ella, posteridad que va más allá de un legado estético, sino en términos concretos, ya que la agrupación enfrentó de manera directa un impuesto apagón cultural. De esta forma, se hacen parte de un ideal que pretendía que la sociedad, pese a lo que estaba sucediendo, mantuviera la solidaridad y colectividad. Alexis Figueroa, señala: "Para nosotros fue fundamental hacer con nuestro arte una especie de muestra común de las posibilidades de los seres humanos y de las posibilidades del mismo arte. Para ser testimonio, mostrar alternativas y manifestarse contra todo lo que significó el sistema dictatorial y su absoluto desprecio por la condición humana."
Finalmente, creo que es posible declarar que el ADA sobrepasó los límites del arte para hacerlo vida, y erigir una comunidad desafiante y contestaria, en un osado intento de ir contra el dictador, y de reactivar la actividad artística-cultural para que la movilización y humanidad que aún quedaba batallando en las personas no se dispersara y continuase resistiendo, porque en algún momento y de alguna forma la democracia habría de llegar. Al menos eso pensaban.
Imágenes gentileza de la investigación: Concepción te devuelvo tu imagen. Resistencia cultural 1972-1991, de Leslie Fernández, Carolina Lara y Gonzalo Medina.
Fotografía princiupal: Registro jornada ADA en Hualqui, 1986. Archivo Ricardo Sepúlveda