La madrugada del pasado miércoles, en La Florida, vecinos lincharon al joven Matías Villarino, que al ser víctima de un intento de robo, se escondió, según se ha indicado, en el patio de una casa. La Policía de Investigaciones (PDI) confirmó que su muerte se debió a una asfixia, mientras su madre, Cecilia Walther, indicó: «Matías estaba amarrado con una huincha, lo inmovilizaron, así que no se pudo defender. ¡Cómo pudieron hacerle esto, cómo!». A hechos como este, es que múltiples medios de prensa les han denominado "detenciones ciudadanas".
Aniceto Hevia / resumen.cl
De vez en cuando, las llamadas "detenciones ciudadanas" aparecen en las franjas noticiosas con connotaciones diversas, esta vez sus repercusión estuvo marcada por el desenlace conocido. Por su parte, el alcalde de la comuna, Rodolfo Carter (ex UDI), comprometió asistencia judicial a las cuatro personas hasta ahora imputadas por el homicidio «para defenderlos ante tribunales. No para que sean declarados inocentes, sino que para que se explique el contexto que esto ocurrió». En 2017, también en La Florida, Cristián Espinoza, de 38 años, murió al ser linchado por transeúntes luego de ser acusado por una persona de robar su teléfono celular.
Los hechos difundidos como "detenciones ciudadanas", aluden al momento en que personas retienen a otra, convencidas de que ha infringido algún daño o perjuicio, generalmente un robo o su intento. En buena parte de los registros se puede apreciar el intento de castigo a través de golpizas y otras agresiones, como desnudamientos, mientras se espera la llegada de efectivos policiales al lugar. Habitualmente, la situación es grabada con teléfonos y luego difundida, incluso en algunas cuentas especializadas en divulgar registros de delitos o conductas consideradas reprobatorias. Finalmente, estas imágenes acaban por ser transmitidas por canales de televisión, cuando los hechos alcanzan mayor repercusión.
El cortometraje «Rapaz» recrea uno de estos hechos. Se puede visionar a través de OndaMedia. Su director, Felipe Gálvez, con ocasión de su exhibición en Cannes el 2018, explicó que la obra está construida a partir de los diálogos aparecidos en múltiples registros audiovisuales. En «Rapaz», un joven acusado de robar un celular es interceptado por un transeúnte que ha salido de una charla en la cual un comerciante le enseña a "emprender" y un instante antes, alguien le asegura: "triplicai la ganancia", si se suma al negocio de reventa de alguna cosa. En eso, una muchedumbre se agolpa alrededor del capturado, mientras el interceptor va perdiendo protagonismo, no continúa, su acto fue reflejo. No obstante, el hecho ya está constituido y alguien se impone espetándole al detenido: "Vo’ tení la culpa de todos los males de este país, chuchetumare". La condena que profiere lo coloca en lugar de autoridad por sobre el resto y el aprehendido. Entre tanto, una mujer dice que quienes realmente roban son "los políticos", pasando desapercibida. Otra, le cuestiona la potestad a quien ya se ha convertido en celador y juez del joven, pero su planteamiento resulta impotente. Muchos de quienes están ahí parecen querer resarcirse de algo, mientras se ensañan, presencian y graban el hecho con sus teléfonos.
Las posibilidades que el salario medio tiene de permitir condiciones de vida adecuadas son inexistentes. La privatización de servicios públicos y su funcionamiento a través del sistema subsidiario impone una lógica mercantil, desplazando la noción de derecho social propia de los Estados modernos. De forma exponencial, se incrementa la cantidad de personas sin expectativas en lo que el sistema laboral formal les pueda ofrecer y, en una muestra de instauración de esta realidad, al acto de comprar y revender minucias se le ha denominado "emprendimiento", como un eufemismo ante el grave hecho que el mundo laboral no responda a la expectativa de distribuir la riqueza socialmente producida, al contrario, sea un escenario de evidente desigualdad y explotación. Por otra parte, se incrementa la actividad delictiva, sobre todo en la población juvenil inmersa también en adicciones. ¿Para qué trabajar? ¿Qué se gana? Son preguntas que emergen en los discursos de quienes integran este segmento, gran parte del cual acaba por perjudicar a quienes también tienen escasos recursos. «Rapaz» nos muestra dos expresiones de este contexto de empobrecimiento generalizado: el potencial "emprendedor" y el posible ladrón. Ahora cabe preguntar ¿cómo se interpreta que estos linchamientos o agresiones sean tratadas y divulgadas como ejercicios de ciudadanía? ¿a quién le es útil este modo de representarlas?
Podríamos admitir la legitimidad del acto de justicia al margen de una institucionalidad ineficaz o que deliberadamente establece la impunidad, sin embargo, las mentadas "detenciones ciudadanas" no constituyen actos de justicia, al contrario. Felipe Gálvez en «Rapaz», así como Vittorio de Sica en "Ladrón de bicicletas" en 1948, muestra cómo estas constituyen momentos catárticos en que un grupo transfiere la culpa de la frustración colectiva a quien han capturado, convirtiéndole en un chivo expiatorio de lo que les degrada. En tanto, quedan pausados los cuestionamientos hacia responsables políticos y quienes usufructúan del régimen imperante. Ellos/as están fuera de su rango próximo y gozando del blindaje y la distancia proporcional a la desigualdad que provocan.
El correlato moral del fascismo es la cobardía y bien vale volver a preguntar por qué los medios de comunicación caracterizan estos actos como práctica ciudadana.