Denominación de Origen se ha convertido en una esas películas en que el público nacional se mira en un espejo, ocurrió con Caluga o menta (Gonzalo Justiniano, 1990), pasó con El chacotero sentimental (Cristián Galaz, 1999), también con Taxi para tres (Orlando Lübbert, 2001), con Machuca (Andrés Wood, 2004), entre otras tantas obras que configuran el imaginario cinematográfico popular del país.
Aniceto Hevia
En marzo de 2023 que el Instituto Nacional de Propiedad industrial (INAPI), otorgó el sello de Denominación de Origen a la Longaniza de Chillán, ante lo cual la comunidad de San Carlos reclamó que gran parte de la producción local acababa comercializándose en el mercado chillanejo y que, por cierto, la suya era de mejor calidad. Frente a esta impugnación, uno de los propulsores de la certificación afirmó a Diario La Discusión lo siguiente: "esta denominación es de las longanizas de Chillán, no de San Carlos. Aquí no hay por qué generar polémica, no existe […] creo que todos fabricamos bien y ojalá ellos hagan lo mismo que hicimos nosotros". Leyendo esto, pareciera que la película, dirigida por Tomás Alzamora, entra en este intersticio, pues problematiza los intentos y obstáculos para conseguir este sello, mostrándonos a quienes impulsan este proyecto, quienes se suman, quienes desconfían y quienes "no se meten". Todo ocurre en San Carlos, el lugar donde los chanchos son alimentados con el arroz más austral del mundo; donde se vio a Violeta Parra transcurrir cuando era aún una niña; donde surgieron Los Ángeles Negros, autores de baladas que acompañan la banda sonora del Chile popular y, por cierto, de esta película.
Denominación de Origen suma espectadores y salas de exhibición. El pasado sábado, el público penquista ovacionó a su elenco y su director en Teatro Biobío. Hasta ahí llegó Luisa Barrientos (Luisa Marabolí); Tío Lelo (Exequias Inostroza); DJ Fuego (Roberto Betancourt); junto a Tomás Alzamora, sólo faltó Juan Peñailillo (Alexis Marín). Cuando alguien del público le consultó cómo había surgido la idea inicial de la película, el director contestó que el triunfo del rechazo en el primer plebiscito constitucional constituyó un gatillante para buscar respuestas a lo ocurrido y abrir la posibilidad de enfrentarnos a nuestra propia idiosincrasia que, en virtudes y desgracias, nos induce a vivir como vivimos.
A propósito de Denominación de Origen y sus implicancias, Tomás Alzamora contestó las consultas de Resumen.
– Por sobre consideraciones teóricas, has planteado que este modo de narrar se fue desenvolviendo junto con el elenco, que el concepto de falso documental no es representantivo, pues la película tiene mucho de verdad: sus locaciones, sus personajes y muchas de sus historias. ¿Cómo ves esta relación?
Bueno, respecto al modo de narrar, viene de una búsqueda de poder encontrar un sistema que me acomodara, donde pudiera ser libre, divertirme y no sentir esa presión de la técnica y el perfeccionismo del cine, del plano contraplano, del dolly, de la luz perfecta. En esa búsqueda, con la que no quedé muy conforme en la Mentirita Blanca, agarré la Hi8 de mi mamá y empecé a filmar y entrevistar gente. Y donde le iba preguntando a la gente, la gente inventaba cosas, improvisaba, emitía ideas, lo encontraba muy divertido, y ahí dije: ¡ya! esta película tiene que ser más o menos así.
Encontraba que había libertad y que cada vez que echaba a grabar, nunca tenía muy claro que iba a ocurrir y no podía controlar lo que pasaba. Obviamente yo ponía algunas semillas para que sucedieran cosas, pero después el resto era creación pura, y ahí fue cómo se fue desarrollando este modo de narrar.
Y bueno, siempre tuve un amor y una obsesión por las locaciones reales, por la gente real. Encuentro que es impresionante la fuerza que tienen ellos, es decir, que mi cabeza y creo que ningún guionista podría escribir estos personajes, que se han escrito por más de 40, 70 años, como Tío Lelo. Entonces fue muy linda la cocreación, donde yo esbozo y diseño unos bocetos de personajes, pero el resto yo me agarro de lo que ellos son y de lo que han construido durante su vida.
– Es importante mencionar que el Hip-Hop fue una de tus primeras formas de expresión y ante ello surge la pregunta respecto a si esta vertiente se manifiesta en la película, según tu perspectiva.
Efectivamente, para mí esta película es un Hip-Hop, más allá de que en algún momento tenga un Trap y tenga un Rap, también en otras secuencias. Para mí esta canción es un Hip-Hop que se trata de ritmos, de contar, de sentir, de ser ágil, pero al mismo tiempo tiene también una protesta y una denuncia social, que eso es el Rap.
– En la reciente exhibición de Denominación de Origen en Teatro Biobío, mucho público manifestó su identificación con la película, algunos incluso afirmaron ser de San Carlos y reconocerle en sus imágenes. Ahí plantaste que la película también era una reivindicación ante el centralismo. ¿Sería interesante cómo entiendes esta disputa?
Exactamente, es una reivindicación ante el centralismo y que es algo que viví desde muy pequeño, al ser de San Carlos. Y es que a San Carlos no llegaba nada, no llegaban recursos, no llegaban muchas actividades, porque todo llegaba a Chillán o llegaba a Concepción, en ese momento, porque antes era una pura región y ahí sí que no llegaba nada a San Carlos.
Ahora que ya somos región nueva ('uble), por lo menos llegan más recursos y más cosas a San Carlos porque estamos más cerca de la capital regional. Pero esta cuestión del centralismo es una cuestión que yo viví desde muy pequeño. Entonces es muy interesante también cómo yo agarro esta sensación después que te vai' dando cuenta que se repite a lo largo de todo Chile y en distintos países.
Entonces, esta película también viene como a levantar las manos y decir: acá estoy, acá estamos, existimos. Esto es lo que tenemos, escúchenlo, mírenlo.
– Has planteado que existió o existe una reticencia por parte de las cadenas de salas de cine en exhibir Denominación de Origen, cuestión que sucede en general con las películas chilenas. ¿Cómo crees que se debe abordar esta situación desde una política cultural nacional?
No hay ninguna política pública, ninguna ley que proteja al cine chileno. Existe un convenio imaginario que fue firmado en algún momento y que nadie lo respeta o muy pocos lo respetan en condiciones muy malas y después hacen lo que quiere.
Creo que debería haber una ley, que el Ministerio de las Culturas les exija a estos grandes exhibidores que debieran poner por cierto tiempo películas nacionales, mantenerlas independientemente de su rendimiento, porque es una responsabilidad social, cultural de nuestro país. No puede ser que el Estado esté invirtiendo 1.000, 2.000, 3.000, 4.000 millones de pesos en producir películas, pero después esas películas no se puedan ver en ningún lado, solamente en cines independientes.
Debería exigirse en este monopolio que tienen los cines que se forran vendiendo cabritas [palomitas] y que, entre toda esta plata que ganan, darle un espacio a la cultura chilena y defenderla y protegerla.
Al mismo tiempo debe haber también un trabajo articulado, por ejemplo, con el Ministerio de Educación, donde se incluya a películas chilenas en sus planes para que los niños cuando salgan del liceo, del colegio, ya hayan visto más de 20 películas chilenas y digan: "sí yo he visto cine chileno, me encanta y estoy familiarizado", porque hay gente que ni siquiera lo conoce. O sea, tú le preguntai a una persona con un buen nivel de educación, cuántas películas chilenas han visto y nadie se acuerda de ninguna, o dicen El Chacotero Sentimental, Kramer, dos películas.
Debe ser un trabajo no solamente una ley de cuota de pantalla, sino que también debemos empezar a formar y a invertir en la creación de nuevas audiencias.
– Equeco es también la productora de Historia y Geografía, que también alude a contradicciones en el seno de la sociedad chilena. Cómo interpretas este posicionamiento en el marco cinematográfico nacional, a qué responde.
No responde a ninguna búsqueda en particular, sino que a nosotros como productores, como amigos, como personas no hace sentido esa temática. Nos hace sentido hablar de eso, no hay una búsqueda ni comercial, ni nada tan consciente, sino que es lo que nos hace sentido a nosotros hablar de las temáticas que nos mueven, que nos hacen vibrar.
Entonces, responde más bien a nuestros corazones a nuestra alma, a nuestra visión política de trabajar en esos proyectos que creemos que al cine le hace falta y a la sociedad en general, más que al cine solamente.
– En estos días se celebra el Día de los Patrimonios. ¿De qué manera Denominación de Origen dialoga con estas celebraciones?
La película es un abrazo al patrimonio, a levantar lo que muchas veces no nos enorgullece, porque preferimos mirar para afuera, a Estados Unidos, a Europa, a andar comiendo sushi, no sé. Y esta película revive y pone en valor de una manera linda, bella, simpática, cariñosa, nuestro patrimonio, el arroz más austral del mundo, la longaniza de San Carlos, el choripán, sus pobladores, nuestra arquitectura, nuestros ambulantes.
Entonces, dialoga de una manera maravillosa, porque creo que es un registro audiovisual que incluye muchas cosas, mucho patrimonio. Hay lugares en San Carlos patrimoniales que están registrados en la película que ya no existen, procesos, edificios, gente. Es un abrazo a nuestro patrimonio y a nuestra identidad.
Imagen principal extraída de lacolinadigital.cl