Luego de varios años de bloqueos y de brutales sanciones económicas por parte de Estados Unidos que no cesaron ni siquiera durante la pandemia, la economía venezolana parece comenzar a ver la luz al final del túnel.
Por Joaquín Pérez
Venezuela ha logrado por fin detener la híperinflación, que paso 191.6% mensual en enero de 2019 a un 7.6% en diciembre de 2021. A partir de la liberalización del uso del dólar se aprecia una recuperación del comercio en varias ciudades del país, debido al consumo desatado por las familias que reciben divisa desde el exterior como la oligarquía local impedida de gastar en el extranjero producto de las sanciones económicas de Estados Unidos.
Sin embargo, esto ya no se trata solo de percepciones, el Crédit Suisse estimó que el Producto Interno Bruto (PIB) de Venezuela se expandió a ritmo de 8.5% en el año 2021, algo más del 5,9% de promedio regional producto del efecto rebote tras la brusca caída del primer año de pandemia (-6,8) y en la misma línea la CEPAL proyecta para Venezuela un crecimiento del 1% anual para este 2022.
Sin duda, el país sigue sufriendo las consecuencias del conflicto político interno y del acoso de parte de los Estados Unidos, el durísimo paquete de medidas impuestas a Venezuela que desató la crisis social y humanitaria más grave de la historia reciente de Latinoamérica, que entre otras sanciones implicaba medidas tan brutales como la prohibición de comprar petróleo a la petrolera estatal PDVSA -que es en la práctica como si a Chile le impidieran exportar cobre- además del bloqueo de sus reservas internacionales, tanto en divisas como en oro.
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Sometida a este hostigamiento desde el 2017, Venezuela debió afrontar la pandemia de COVID-19, sin recursos y sin la posibilidad de acceder a ningún recurso, ni propio ni de créditos, agudizando la crisis humanitaria y migratoria.
Obligado por la realidad en el segundo semestre del 2018, el gobierno venezolano liberó la circulación del dólar en la economía doméstica, ante el descalabro hiperinflacionario que impedía a los productores tener precios de referencias para sus productos.
La liberación del dólar en Venezuela efectivamente permitió ir aumentando la producción de una serie de negocios privados internos, también fue notorio el impacto en la inflación, sin embargo, acarreó otro problema: la desigualdad generada entre aquellos que acceden a la divisa norteamericana y quienes no, que se mantienen en una situación de miseria, incrementando la desigualdad social en un país donde su gobierno dice tener un carácter socialista.
Según estadísticas del Ministerio de Economía y Finanzas de Venezuela, en 2019 el 75% de materia prima y alimentos que ingresaron a Venezuela fueron importados por el sector público, en el 2020 el 92% lo importó el sector privado. En ese mismo año ese volumen aumentó de 3 a 4 millones de toneladas, consecuentemente, el abastecimiento mejoró significativamente. Este fenómeno también impactó en la recaudación de impuestos por parte del estado.
La golpeada industria petrolera sometida además del bloqueo estadounidense, a acciones de sabotaje perpetradas por grupos terroristas impulsados desde el exterior, que llevó a que Venezuela no fuera capaz de cubrir su propio consumo interno, pasó de los 390 mil barriles diarios en el mes de junio del 2020 a cerca de un millón de barriles diarios en diciembre del 2021.
De acuerdo con registros de la CEPAL, las exportaciones venezolanas, fundamentalmente petroleras, crecieron 33% en el 2021.
Venezuela sigue siendo el país de mayores reservas petroleras del mundo, la reactivación de su industria petrolera y la burla a la prohibición de ventas emitidas por Estados Unidos por parte de algunas naciones, será fundamental a la hora de revertir la actual situación económica que vive aquel país, recuperar miles de puestos de empleos y condiciones que permitan revertir el éxodo de migrantes que ha afectado a toda Latinoamérica.
Por ello será fundamental también el giro político que vive la región, la retirada de gobiernos que promovieron la desestabilización del país y que incluso ensayaron la colaboración en una supuesta invasión liderada por Estados Unidos.
Los nuevos gobiernos de centro izquierda deberán terminar con esta política de agresión e intervencionismo, de esta forma se harán un favor a sí mismos, al contener el éxodo migratorio e impulsar el retorno de cientos de miles de desplazados nuevamente a su país de origen.