Resulta paradójico que un Ecuador en completo declive económico, social y de gobernabilidad, tras dos gobiernos neoliberales fallidos (Lenin Moreno y Guillermo Lasso) escogiera votar por tercera vez un neoliberal (Daniel Noboa) para salir de la grave crisis que vive en país, donde el poder económico y control territorial del narcotráfico ha crecido significativamente en los últimos años.
Por Joaquín Pérez
Las imágenes de los cadáveres por las calles de Guayaquil durante la pandemia, desnudando la total inoperancia del Gobierno, las bandas de narcotraficantes controlando las cárceles, barrios y zonas completas, además de las acusaciones de los vínculos del saliente presidente Guillermo Lasso y del hoy electo presidente Daniel Noboa con la temida mafia albanesa son parte del panorama político social de los últimos años en Ecuador
Las últimas elecciones en Ecuador resultaron ser bastante particulares, la imagen de los dos candidatos votando este domingo con chalecos antibalas, habla claro de la realidad que vive el país y que se manifestó tan nítidamente en la primera vuelta, cuando días antes de esta votación se produjera el asesinato de uno de los candidatos (Fernando Villavicencio) lo que marcó el curso de los acontecimientos de ahí en adelante.
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Antes del asesinato, la candidata correista Luisa González triunfaba en todas las encuestas en primera vuelta, pero los candidatos de derecha levantaron el discurso Bukele que la población de Ecuador de alguna forma digirió. Extrañamente los mismos que gobernaron el país y que lo llevaron a los niveles de corrupción y violencia actuales, se propusieron como solución a la crisis, con la receta mágica de la mano dura, aplastando derechos civiles y libertades políticas.
La suerte estaba echada para el correismo ya desde la primera vuelta, no solo porque la derecha se uniría en segunda vuelta tras Noboa, el hijo del empresario bananero, sino principalmente porque el correismo no logra cerrar la herida abierta con importantes sectores populares, especialmente con el indigenismo desde los años en que fueron Gobierno y privilegiaron políticas desarrollistas que chocaron con temas ambientales y culturales de los pueblos originarios.
Además de sectores juveniles y feministas que no conectan con el discurso católico del correismo, que en el caso de Luisa González llegó incluso a oponerse al aborto. La segunda vuelta se cerró con un 52% para Daniel Noboa, frente a un 47,7% de la candidata correísta Luisa González.
La derecha logra mantener el Gobierno y el correismo amplió su base en regiones y el parlamento, sin embargo, aún no lograra debido a su limitada base social y falta de acuerdos con sectores populares que hoy le son esquivos.