Las elecciones que se celebraron en septiembre de 2021 se repetirán esta jornada debido a una serie de irregularidades, como muchas personas que no pudieron votar, por lo que terminaron por declararlas ilegales. Según las encuestas, la primera opción para encabezar el gobierno regional lo tiene la CDU, esta vez en una versión con tintes neofasicistas y ultraderechistas, lejana a la versión socialcristiana que caracterizó el periodo de Angela Merkel.
Por Edmundo Arlt, corresponsal en Berlín
La capital teutona es uno de los 16 estados federales alemanes, siendo junto a Bremen y Hamburgo, una ciudad-Estado. También es la ciudad donde las sombras del fascismo acompañan al extinto socialismo real mediante edificios y "gente del Este". Donde al caminar con el metro en marcha se pueden escuchar lenguas de todos los continentes.
Berlín es también donde todo funciona mal. Esto incluye a las últimas elecciones que no cumplieron los estándares mínimos para poder ser declaradas limpias. El año 2021, durante las elecciones federales y nacionales, muchos que llegaban a votar no podían hacerlo. Las razones eran varias. Hubo mesas que carecían de papeletas suficientes; otras que tenían votos de otros distritos; otras que tenían listas de inscritos distintas a las personas que se encontraban en las filas para votar.
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Lo hizo todo peor que el Gobierno autorizara la histórica maratón de la ciudad el mismo día de la votación. A este evento de carácter mundial, detenido por la pandemia del Covid-19, concurren miles de corredores y corredoras, debiendo no sólo cortar el tráfico en variados puntos sino también dedicar una gran cantidad de contingente policial. Por un segundo imagine al viejo Otto llevando a su esposa Gudrun en auto a votar con una ciudad completamente cortada y sin tener idea cómo llegar a su lugar de votación.
Pero la repetición de la elección no es sólo motivo de chiste para toda Alemania, sino que tiene profundas consecuencias políticas. Después de un período de gloría de diez años gobernando Berlín posterior a la caída del muro, y una pasajera coalición con la socialdemocracia, la Unión Democratacristiana (CDU) no ha logrado ganar la alcaldía mayor de la ciudad en los últimos veinte años. Sin embargo, está a punto de conseguirla de la mano de Kai Wegner, quien lidera con cuatro puntos de ventaja (25%) sobre la socialdemócrata y actual alcaldesa mayor, Franziska Giffey (21%). En tercera posición, se encuentra la ministra de transportes Bettina Jarasch del partido verde (17%). Hoy Berlín es gobernado por una coalición de socialdemócratas con la primera mayoría, verdes con la segunda y el partido Die Linke («La Izquierda"). Pero la importancia de la elección no se resume a la posible vuelta de la derecha al gobierno.
Una victoria en Berlín sería un importante triunfo para la actual dirección nacional de la CDU, la cual no sólo lidera en las encuestas a nivel nacional por sobre los partidos de la coalición gobernante de socialdemócratas, verdes y neoliberales, sino también ha representado un giro ultraconservador en el partido. Este cambio ha sido liderado por Friedrich Merz, actual líder de la CDU y el más fuerte opositor al ala socialcristiana de la excanciller, Angela Merkel.
Tomando en consideración las victorias del neofascismo en Italia y Suecia, Merz ha comenzado un proceso de radicalización descrito por la prensa alemana como un "trumpismo light". Dos ejemplos resumen esta radicalización. A pocos meses de comenzada la guerra entre Ucrania y Rusia, Alemania había recibido más de un millón de refugiados, por sobre todo mujeres y niños. Apelando a un viejo estereotipo alemán, el del extranjero que vive del Estado de bienestar, Merz acusó a los refugiados ucranianos de hacer "turismo social" pues venían a Alemania sacando ventaja de las ayudas para después volver a su país.
El segundo ejemplo es más reciente y directamente relacionado con la campaña política berlinesa. Una tradición alemana es comprar grandes cantidades de fuegos artificiales en las vísperas de año nuevo. Este año fue especial pues se registraron variadas escenas de hombres jóvenes lanzando fuegos artificiales contra personal sanitario, policial y de bomberos, así como a sus vehículos. También de hombres disparando al aire frente a cámaras televisión. La CDU berlinesa, viendo una oportunidad política, solicitó a la policía los nombres y país de origen de los detenidos. Si bien la información era fragmentaria e imprecisa, esto no les importó a los democristianos que impulsaron una campaña mediática para instalar la idea de que la mayoría de los detenidos eran musulmanes, en especial refugiados afganos. Sin embargo, una contrastación de la información demostró que los detenidos debido a ataques con fuegos artificiales sumaban 38, siendo dos tercios de ellos ciudadanos alemanes menores de 21 años.
Pero esta campaña mediática fue también aprovechada a nivel nacional. En uno de los programas políticos más relevantes del país, dirigido por el periodista Markus Lanz, Merz no dudó en señalar a la minoría musulmana como la culpable de las escenas vividas en Berlín. Según el líder de los democratacristianos, dicha minoría no sólo tendría un profundo desprecio por el Estado de derecho y las normas de la sociedad alemana, sino que socializaría a los niños como "pequeños pachás" que despreciarían la disciplina escolar, en especial ante sus profesoras.
Haciendo gala del habitual provincianismo alemán, los análisis políticos siguen insistiendo que la apuesta de Merz es quitarle votantes al partido neofascista Alternativa para Alemania (Afd). Sin embargo, las encuestas señalan que este partido también ha subido. Tanto así que los neofascistas no sólo ganan en intención de votación a los democratacristianos en los estados federales de Brandemburgo y Mecklemburgo-Pomerania Occidental, sino que también son el partido con la mayor intención de voto en los estados federales de Sajonia y Turingia. De esta manera, Merz ha logrado tanto un giro ultraconservador en su partido como el hacer aceptable el discurso del neofascismo. Una victoria en Berlín sería una fuerte confirmación de que su apuesta está en la dirección correcta.
Pero todo podría ser peor. Todas las encuestas señalan que es imposible que la CDU consiga una mayoría absoluta, por lo tanto, necesitaría un compañero de gobierno. Una coalición con los verdes es muy improbable, una con los neofascistas es aún imposible, no así una con socialdemócratas y neoliberales.
Todo esto sucede en la víspera de la mayor reforma a la ley migratoria de la historia de Alemania a presentarse en abril, la cual tensionará aún más el debate sobre un país incapaz de reconocerse en su propia diversidad.