El ascenso y caída de los Verdes en Alemania: El legado de Habeck y Baerbock

“Baerbock, a diferencia de Habeck, no posee el 'aura' de la vieja política verde. Su cualidad no reside en explotar de manera competente los clásicos problemas del partido, como hacía Habeck, sino en posicionar la política identitaria en Alemania, sobre todo un difuso feminismo.” Por Edmundo Arlt – Corresponsal en Berlín El último comidillo político en Alemania envuelve a la exministra de Relaciones Exteriores verde, Annalena Baerbock, además de antigua candidata a canciller en las elecciones federales de 2021. Baerbock dirigió junto al experimentado Robert Habeck al partido Verde hasta que ambos renunciaron a sus liderazgos y a sus curules en el Parlamento tras el desastre electoral de las últimas elecciones, donde el neofascista AfD se convirtió en la segunda fuerza política del país, solo por detrás de la alianza democristiana (CDU/CSU). Robert Habeck decidió retirarse a la vida privada, de la cual probablemente saldrá hacia el lobbismo, como lo hizo el legendario político verde Joschka Fischer. El período de Habeck como ministro federal de Economía y vicecanciller será probablemente recordado como uno con más aciertos que errores, pero con un gran error central. Los aciertos se referirán, también probablemente, a su manejo positivo de la crisis energética producida por el comienzo de la guerra ruso-ucraniana, en la cual Alemania nunca sintió escasez de gas en sus hogares. También al polémico cierre definitivo de las plantas de energía nuclear, sellado con un amplio consenso político en la era Merkel, así como a distintos proyectos comprometidos para la transición hacia la energía verde. Los indicios sugieren que, tras bambalinas, Habeck fue un político hábil en la negociación entre partidos, en especial en la contención del neoliberalismo impulsado por el ministro federal de Finanzas, el políticamente desaparecido liberal Christian Lindner. Te puede interesar | Intervención humanitaria en Gaza: La necesidad de una acción militar para detener el genocidio Su gran error fue, sin duda, la llamada “ley de calefacción” (Heizungsgesetz). Dicha ley imponía a todos los bienes inmuebles alemanes un plazo para transitar hacia una nueva tecnología de calefacción (Wärmepumpenheizung), sin dejar totalmente claros ni el financiamiento ni las sanciones. El debate político fue durísimo, y el gobierno se vio obligado a ablandar el proyecto en cuanto a la duración de los plazos para la instalación de la nueva tecnología, así como en las eventuales sanciones. No hay ley que le haya costado más políticamente a los Verdes en Alemania que el intento de cambiar el sistema mediante el cual la gente se defiende del frío. Baerbock, a diferencia de Habeck, no posee el “aura” de la vieja política verde. Su cualidad no reside en explotar de manera competente los clásicos problemas del partido, como hacía Habeck, sino en posicionar la política identitaria en Alemania, sobre todo un difuso feminismo. A diferencia de Habeck, otro hombre blanco más en política en política, Baerbock buscaba resaltar un perfil distinto al de las parlamentarias socialdemócratas, que suelen inspirar de alguna manera un “aura” burocrática. También frente a las parlamentarias de la derecha democristiana, que transitan entre damas aristocráticas, como von der Leyen, o damas socialcristianas, como la legendaria Angela Merkel. Tampoco se parecía a las damas de izquierda dispuestas a defender el socialismo. Esta política identitaria le permitía a Baerbock presentarse en el marco de una nueva política exterior, esta vez feminista. La nueva política exterior alemana no sería verde, sino feminista, algo que había que explicar. En términos concretos, la política exterior feminista era la última expresión del idealismo político  en las relaciones internacionales: ese idealismo que aún confía en el derecho y en las instituciones internacionales (Angell 1910). Pero esta vez no se dirigiría a un fortalecimiento burocrático de dichas instituciones o del derecho internacional, sino a una política centrada en los excluidos, sobre todo niños, niñas y mujeres. El debate político, como suele suceder en estos casos, giró en torno a argumentaciones del tipo “las mujeres son más competentes que los hombres para dirigir la política exterior”. Sin embargo, llevada a la realidad, esta política significó un abandono obsceno de la población afgana que trabajó para la invasión de Afganistán, incluidas funcionarias mujeres, mientras se condenaba al mismo tiempo la barbarie que ellas padecían bajo el gobierno talibán. Algo similar se repitió cuando Baerbock tuvo que fijar una posición en los primeros meses de la guerra en Gaza. Qué decir del rol de Alemania en la cruenta guerra ruso-ucraniana, donde lo más recordado son sus videos vestida con casco de combate yendo a ver la situación en directo. No hay ninguna política exterior de Annalena Baerbock que pueda ser recordada, tampoco una de carácter feminista. Pero Baerbock también se distingue de Habeck en otro aspecto. Mientras es esperable que Habeck, después de su retiro, pase al lobbismo, Baerbock optó por no retirarse. Una vez que estuvo claro que el gobierno del cual era ministra se disolvería pronto, comenzó a buscar un nuevo puesto que le permitiera continuar con su carrera política. Sus ojos se posaron en el rol de presidenta de la reunión de la Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York, cargo de un año de duración. Para ello, Baerbock no utilizó una estrategia basada en la sororidad, sino en la maquinación política. Helga Schmid diseñó exitosamente el acuerdo nuclear entre Irán y la UE3 en 2010, acción que la consagró como una diplomática rigurosa y profesional, lo cual demostró en otros puestos. En tiempos en los que el mundo enfrenta una guerra europea en ucrania, un genocidio en Medio Oriente y un neofascismo liderado por Donald Trump, era evidentemente clave que la presidencia de la mencionada reunión recayera en una diplomática competente. Resultó, sin embargo, que el puesto terminó en manos de Annalena Baerbock. Baerbock ha comenzado a usar políticamente su nombramiento hace pocos días. En sus redes sociales se presenta como una mujer alemana adulta, cosmopolita, exitosa y liberal. En uno de sus videos posa como si estuviese trabajando, para después bajarse de un taxi enfocando la cámara en sus zapatos, para finalmente cerrar la puerta. El mensaje que acompañaba al video era: “Are you ready?”.
 
Ver esta publicación en Instagram
 

Una publicación compartida por Annalena Baerbock (@abaerbock)

La portavoz de la política exterior feminista se había transformado en Carrie Bradshaw, afirmaba Der Spiegel. Han aparecido otros videos en la misma dirección. Tras su nombramiento, Baerbock enfrentó por primera vez a la prensa internacional. Un periodista del medio Arab Daily News le preguntó si se distanciaba de sus dichos como ministra del Exterior, cuando señaló que el bombardeo de infraestructura civil utilizada por Hamás estaba legitimado. Baerbock, acusando implícitamente de mentiroso al periodista, afirmó que no existía una cita suya defendiendo esa situación. El periodista Tilo Jung, conductor del popular pódcast Jung & Naiv, fue el primero en recordárselo en sus redes sociales: Baerbock afirmó claramente en una sesión del Parlamento que, si Hamás utiliza infraestructura civil para fines militares, convierte a esa infraestructura en objetivo legítimo. Baerbock tiene que organizar una reunión a la cual no podrán asistir los representantes de la Autoridad Nacional Palestina, pues el gobierno de Donald Trump les ha revocado sus visas. Una Asamblea General en la que el genocidio en Gaza será discutido. Con su historial, es difícil esperar un trabajo impecable.
Estas leyendo

El ascenso y caída de los Verdes en Alemania: El legado de Habeck y Baerbock