El Corrector Implacable es una sección de opinión donde se desmenuzan titulares, publicaciones, noticias y columnas para revelar lo que realmente esconden: contradicciones, generalizaciones y, por supuesto, esos deliciosos momentos en los que la retórica se derrumba bajo su propio peso. Porque a veces es necesario corregir. En esta entrega veremos "Pubertad interrumpida: niños trans inician tratamiento hormonal en medio de controversias" publicada en https://www.biobiochile.cl/noticias/nacional/chile/2024/05/29/pubertad-interrumpida-ninos-trans-inician-tratamiento-hormonal-en-medio-de-controversias.shtml
Por el Corrector Implacable.
La diversidad de expresiones de la sexualidad humana incluye aquella en la que una persona experimenta la convicción profunda de habitar un cuerpo que no corresponde con su identidad. Este fenómeno, descrito como «natural» por su carácter intrínseco, abarca un espectro amplio. En un extremo, se encuentra la exploración del sexo y género sin un destino definido; en el otro, el deseo de transicionar de manera que la sociedad perciba al individuo de acuerdo con su identidad auténtica. Mientras el primer caso se asocia con personas transexuales --quienes suelen buscar cambios médicos--, el segundo corresponde a personas transgénero, cuya transición puede ser social o legal sin intervenciones médicas.
La psiquiatría, junto a otras disciplinas, aborda este fenómeno bajo tres criterios para identificar trastornos mentales (no enfermedades): 1) sufrimiento significativo, 2) deterioro en el funcionamiento cotidiano, y 3) clasificación estadística de síntomas. Es decir, si de manera estadísticamente relevante aumenta la cantidad de personas que no pueden manejar competentemente su vida cotidiana porque toman demasiado café tiene sentido incluir este fenómeno en dichas clasificaciones. Actualmente, manuales como el DSM de la Asociación de Psiquiatría de EE.UU. y el ICD de la Organización Mundial de la Salud definen la „disforia de género" sin patologizar automáticamente a todas las personas trans. Esto se debe a que no todas experimentan dolor o incompetencia cotidiana, aspectos clave para diferenciar un trastorno de una identidad legítima.
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En un escenario ideal, el tratamiento para la disforia de género requeriría equipos multidisciplinarios (psicología, psiquiatría, endocrinología, trabajo social, etc.), dada la vulnerabilidad extrema de esta población. Las estadísticas son contundentes: el 40% de adultos transgénero en EE.UU. ha intentado suicidarse, enfrentan mayores riesgos de violencia sexual y otros delitos, y obstáculos sistémicos en acceso a vivienda, empleo y educación. En México, la esperanza de vida de las personas trans es de 35 años, frente a los 75 de la población general, un dato que refleja la violencia estructural que enfrentan.
El debate se intensifica al abordar los derechos de menores trans. ¿Cómo garantizar su bienestar y prepararlos para una sociedad que, en muchos casos, les es hostil? Aquí surge el dilema del Estado moderno: equilibrar la autonomía relativa de los niños --reconocida en marcos legales-- con la supervisión parental. Conflictos como el de una niña transgénero cuyo padre rechaza su identidad exponen tensiones profundas. Por ejemplo, ¿debe el Estado permitir que padres nieguen el derecho a la identidad de género de sus hijos? Estas preguntas, como señala la legislación chilena, carecen de respuestas simples y exigen diálogos interdisciplinarios.
En este contexto, el periodismo y la ciencia tienen un deber ético: informar con rigor, evitando prejuicios que refuercen estigmas. Lamentablemente, el reportaje Pubertad interrumpida: niños trans inician tratamiento hormonal en medio de controversias de Sabine Drysdale (Radio Bío Bío) incumple este principio. Al cuestionar el "enfoque trans afirmativo" --que prioriza la autopercepción del paciente--, Drysdale omite información clave. Por ejemplo, aunque la Triptorelina no está oficialmente aprobada como bloqueador puberal, su uso off-label está respaldado por entidades como la FDA, la Asociación Médica Americana, la Asociación Americana de Psicología, y la Sociedad de Endocrinología. Estas instituciones avalan su uso en casos de disforia de género, monitoreando efectos secundarios graves pero estadísticamente raros. Al omitir este contexto, Drysdale sugiere que los médicos actúan con negligencia, creando una falsa percepción de ilegalidad.
El artículo también manipula datos de forma selectiva. Por ejemplo, cita la Revisión Cass --que recomienda suspender bloqueadores puberales en nuevos tratamientos en el Reino Unido--, pero ignora críticas de la Asociación Endocrinológica de EE.UU. y guías clínicas alemanas, que respaldan dichos tratamientos bajo supervisión multidisciplinaria. Además, los casos presentados por Drysdale solo muestran familias enfrentadas a ideologizados médicos y burócratas, omitiendo testimonios de familias y pacientes satisfechos con el enfoque afirmativo. Un ejemplo flagrante es la mención al estudio jurídico Comunidad y Justicia --que brindó asistencia pro bono a una familia insatisfecha con el procedimiento estándar-- sin revelar su sesgo ideológico ultramontano posible de observar en la publicación de una revista con artículos del tipo Tomás de Aquino: el rebelde o La buena fortuna de santo Tomás de Aquino. Tras la publicación, Drysdale reiteró sus argumentos en una entrevista con Tomas Mosciatti, nuevamente sin contrastar posturas. Organizaciones como MOVILH, OTD Chile, y Andrés Rivera denunciaron la desinformación del reportaje, señalando su enfoque sensacionalista y la omisión de voces trans.
Pero la selección aleatoria de datos y la no contrastación de las tesis propias con las contrarias no es propiedad exclusiva del periodismo negligente. También puede encontrarse en instituciones que supuestamente buscarían precisamente el debate informado y complejo. Un ejemplo es un panel de debate organizado por el Instituto de Estudios de la Sociedad titulado Niñez y transexualidad. Reflexiones críticas sobre terapias afirmativas, moderado por la historiadora Josefina Araos, además del psicólogo Juan Pablo Rojas y el filósofo Manfred Svensson en calidad de panelistas. En vez de presentar primeramente los conceptos de manera clara y precisa, por ejemplo, la diferencia entre transexualidad y transgénero, así como de las posibles ventajas de diversos tipos de tratamientos y sus cuotas de éxitos y fracasos, uno se encuentra nuevamente ante personas que buscan más bien ajustar los datos y la evidencia a una agenda ideológica propia, pero nunca siendo sinceros respecto de cuál es esa ideología. Piénsese en el psicólogo Juan Pablo Rojas, quien al comienzo de la presentación señaló haber sido amedrentado por activistas por su cuestionamiento al "enfoque trans afirmativo" durante la legislación la ley de identidad de género. También señalando de paso que la discusión parlamentaría habría carecido de la profesionalidad necesaria pues él era el único psicólogo presente en calidad de experto. Sin embargo, es imposible encontrar una sola mención u intervención de Rojas en la historia de la Ley de Identidad de Género. Tampoco es posible encontrar una respuesta a la pregunta de cómo alguien se concibe experto en una materia tan compleja cuando su tesis doctoral, es decir el escrito que constancia la competencia científica en una disciplina, trata del análisis de una terapia psicológica -- reprocesamiento y desensibilización a través del movimiento ocular -- según la obra de Santo Tomás de Aquino ¿Se tomaría usted en serio a alguien que se presenta como experto en disforia de género cuando su tesis se refiriese a la psicoterapia de esquemas según la obra de Vladimir Lenin? Si esto no bastara para despertar algunas sospechas, Rojas llega a sostener en "calidad de experto" que lo mejor que puede hacer una familia ante un diagnóstico de género es emigrar a lugares recónditos donde se pueda escapar del asedio ideológico. Después de señalar tamaña barbaridad, una madre de un adolescente trans presente en el público interpela a Rojas, pero es prontamente silenciada por la moderadora Araos. El panel termina sin que el público pudiese realizar pregunta alguna.
De las reflexiones anteriores se pueden sacar las siguientes conclusiones. El reportaje de Drysdale constituye un trabajo periodístico negligente que no brinda la información suficiente para un debate extremadamente complejo. En segundo lugar, dicho artículo no es coherente con los estándares de confianza de la agencia internacional The Trust Project, a la cual Radio Bío Bío se circunscribe, y que buscan generar un periodismo sólido en tiempos de mentiras y explotación de la inseguridad. En tercer lugar, no es posible encontrar una preocupación sólida para con la población más vulnerable que existe en nuestras sociedades, sino más bien el aprovechamiento político-ideológico de una polémica revisión, como lo es el Cass Review. Finalmente, esta forma reconfiguración ideológica de los debates también puede observarse en organizaciones como el Instituto de Estudios de la Sociedad, pero también en otras organizaciones parecidas.
Todos los tratamientos y enfoques deben ser discutidos hasta las últimas consecuencias. El horizonte siempre debe ser el bienestar de las y los pacientes, especialmente si estos se encuentran en la niñez o la adolescencia. Los tratamientos hormonales que involucran el bloqueo de la pubertad deben ser monitoreados y ejecutados por equipos multidisciplinarios en un tiempo que permita una observación compleja del cuadro clínico. Si se sospecha que en Chile los tratamientos se están llevando a cabo de una manera que pone en riesgo la salud del paciente, el rol del periodismo es recabar los antecedentes necesarios y llevarlos a la justicia para perseguir las responsabilidades correspondientes. Que el Reino Unido haya decidido descontinuar un tratamiento no significa automáticamente que ese tratamiento sea esencialmente peligroso o negativo. Hasta ahora ha sido el único país democrático que ha tomado esta decisión.