[resumen.cl] Fue en diciembre 1993 en su calidad de alto funcionario municipal de San Petersburgo que el actual presidente de Rusia, Vladimir Putin, señaló ante un grupo de empresarios alemanes que una dictadura tipo Pinochet sería deseable, distinguiendo que si la violencia tiene como objetivo promover inversiones de capital, es necesaria, recibiendo aplausos de la comitiva.
La crisis entre Rusia y la OTAN vive su episodio más alto en la invasión a Ucrania. Como suele ocurrir en cualquier conflicto, muchas personas buscan elegir a quien «apoyar» para tranquilizar el impulso básico de distinguir entre buenos y malos, y el hecho que Rusia se esté enfrentando a potencias occidentales y Estados Unidos -así como el apoyo que ha brindado a gobiernos como el de Venezuela-, ha significado que muchas personas identifiquen erróneamente a Putin como izquierdista, incluso en grandes medios hegemónicos.
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Nada más lejos de la realidad, Vladimir Putin es un político ultranacionalista, ultraconservador, religioso y anti-izquierdista, de hecho, el Partido Comunista ruso es uno de sus grandes opositores y ha acusado constantemente persecución política.
En este sentido fue que durante esta semana el medio ND Aktuell, uno de los principales periódicos de izquierda de Alemania, revivió un viejo recorte de un periódico de 1994 que recogía la visita de un grupo de empresarios alemanes había realizado días antes a San Petersburgo, en donde fueron recibidos por Putin en su calidad de alcalde subrogante de la ciudad.
En ella, Putin reconoce que una dictadura neoliberal como la Pinochet podría ser la solución para la crisis que atravesaba Rusia en ese momento. En sus declaraciones, distinguió entre existencia de una supuesta violencia «necesaria», para promover o proteger las inversiones del capital privado y otra «criminal» cuando tiene como objetivo eliminar las condiciones de la economía de mercado. «En vista de la difícil trayectoria de la economía privada, -indica el recorte- Putin aprobó expresamente los posibles preparativos de Yeltsin y los militares para instaurar una dictadura al estilo de Pinochet» en el sentido de utilizar la violencia estatal para asegurar la imposición del modelo de mercado a menos de tres años de la caída de la Unión Soviética.
Por cierto, estas declaraciones fueron recibidas con un aplauso tanto por los empresarios y diplomáticos alemanes.
La traducción completa del texto dice lo siguiente:
«Un político de San Petersburgo quiere una dictadura
Pinochet como modelo a seguir
Vladimir Putin, alcalde subrogante de San Petersburgo y presidente del Comité de Relaciones Exteriores de la ciudad de seis millones de habitantes, ha dejado claro a los representantes empresariales alemanes que una dictadura militar según el modelo chileno sería la solución deseable para los actuales problemas políticos de Rusia. Así lo informa la WDR en el reportaje televisivo «Fuga hacia el Este» (Lunes 3 de enero de 1994, WEST 3 de 21.15 a 21.45 horas). Putin respondió a las preguntas de los representantes de BASF, Dresner Bank, Alcatel y otros que se reunieron en el antiguo Consulado General de la RDA en San Petersburgo. Putin distinguió entre la violencia «necesaria» y la «criminal». La violencia política es criminal si tiene como objetivo eliminar las condiciones de la economía de mercado, «necesaria» si promueve o protege las inversiones del capital privado. En vista de la difícil trayectoria de la economía privada, Putin aprobó expresamente los posibles preparativos de Yeltsin y los militares para instaurar una dictadura al estilo de Pinochet. Las declaraciones de Putin fueron recibidas con un amistoso aplauso tanto por los representantes de las empresas alemanas como por el cónsul general adjunto de Alemania que estaba presente».
¿Por qué apoyar a Cuba o Venezuela entonces?
La respuesta es sencilla y se explica en una sola palabra: Geopolítica. La derecha latinoamericana es tan entreguista a Estados Unidos, que regalan los países a cambio de nada. Por eso en nuestro continente no le queda otra opción que apoyar a gobiernos denominados de izquierda, por su oposición a la política hegemónica de Estados Unidos en la zona. Básicamente, con la lógica del «enemigo de mi enemigo».
Por este motivo es que en otras zonas, como en Europa, donde el progresismo está más asociado a la política occidental, es que Rusia promueve y apoya a grupos de ultraderecha, bajo un pragmatismo que le ha rendido muchos frutos.