Por Alejandro Baeza
La prohibición de las cuentas de medios de comunicación rusos en YouTube y reducción de su alcance en Facebook (de Google y Meta respectivamente, dos de las megacorporaciones más grandes del mundo) marcan un punto de inflexión enorme en la forma de entender la difusión de información por internet y deben impulsar una reflexión mayor respecto.
Esta decisión estuvo basada en la idea que tanto RT como Sputnik se dedicaban a transmitir propaganda del Kremlin y efectivamente es así, ambos medios desde que comenzó la invasión de Rusia a Ucrania se han dedicado a justificarla. El motivo de esta columna no pretende relativizar aquello, sino plantear si esto es motivo suficiente para censurar.
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Es una cuestión fundamental que empecemos ya cuestionar el inmenso poder que empresas privadas como estas plataformas de redes sociales tienen a la hora de decidir a qué tipo información podemos acceder.
¿Podrían en el futuro censurar medios de comunicación de un país que está siendo invadido por Estados Unidos u otra potencia occidental al estar en el lado opuesto en un conflicto armado? Probablemente sí, si extrapolamos este comportamiento.
En este sentido entonces, las críticas liberales en cuanto al control que China hace respecto al contenido al que puede acceder su población al realizar ciertas búsquedas para que sólo aparezcan las versiones oficiales aprobadas por oficinas de control de información, parecen rebotar en un espejo y este tipo de control comienza a figurar sus primeros pasos en el mundo occidental.
Como planteé en una columna en este mismo medio publicada hace unas semanas, si fuera carne el discurso liberal ethos de la mentalidad europea y de Occidente, lo correcto sería permitir todas las opciones sobre la mesa y que cada persona elija libremente con qué quedarse de cada una para formarse su propia opinión, y no que ésta venga pauteada por un organismo que decide qué se puede ver y qué no.
Se produjo un verdadero punto de inflexión en la materia, pues si bien el caso de «Cambridge Analytica» planteó las discusión del análisis en bigdata en redes sociales y el uso de algoritmos para intencionar el comportamiento de grupos humanos, tanto en materia electoral como en otras áreas y la persecución política a periodistas que contradicen las versiones oficiales de gobiernos occidentales, siendo el caso más conocido el de Julian Assange, eran la forma de control más usual de control en este lado del mundo, ahora, derechamente la censura de medios disonantes pareciera ser un paso más allá de la cooptación de la «neutralidad» que supuestamente debiese darse en la red, la que tal vez sólo existió en sus orígenes como una hermosa idea.
Reitero mi idea, tanto RT como Sputnik se han dedicado estas semanas a justificar la invasión de Rusia a Ucrania y efectivamente son instrumentos propagandísticos, pero de la misma forma como lo es la Deutsche Welle de Alemania o la BBC del Reino Unido, sólo por dar ejemplos de medios oficialistas que hacen lo propio con las versiones de sus Estados.
Contraproducentemente a lo buscado, esta absurda censura muy probablemente esté provocando alimentar a conspiracioncitas y admiradores de Putin a seguir apoyando al invasión y que crezca en general el respaldo a ésta en quienes tienden a desconfiar de la prensa en general.
¿Pero qué podemos hacer? En un mundo donde el acceso a internet y, por ende, donde la información a través de ésta es cada vez mayor, se debe legislar para garantizar una neutralidad efectiva en la red y limitar la capacidad que empresas privadas y potencias hegemónicas tengan para decidir qué informar y qué censurar.
Si Chile, siendo un país pequeño, fue pionero a nivel mundial al promulgar una ley de neutralidad hace más de 10 años en relación al uso de datos por parte de los ISP, puede serlo también en cuanto a garantizar el acceso neutral y libre a la información que pueda estar disponible en las plataformas y marcar nuevamente un camino al resto del mundo, con todo el debate respecto a las fake news y fomento del odio que también implicará.
La batalla por la información es fundamental en el mundo que vivimos, someternos a las decisiones arbitrarias de potencias mundiales y megacorporaciones no tiene porqué ser el derrotero. ¿O queremos que todo Occidente y lo que ellos consideran como su área de influencia se termine transformando en una «gran China» donde controlan todas las noticias a las que nos permiten acceder? Parece una terrible distopía, de nosotros depende que así se mantenga.