La explotación intensiva del lago Poopó ha conseguido casi acabar con el ecosistema acuático. Comunidades indígenas que vivían ancestralmente de la pesca y la agricultura han quedado en el total desamparo y pobreza en Bolivia.
Por Nicolás Salazar
El país altiplánico es escenario de una catástrofe ambiental sin precedentes. El lago Poopó ubicado en el departamento de Oruro, fue el segundo más grande después del Tiquicaca.
Diversos impactos generados por la industrialización y el modelo capitalista como el Cambio Climático y la extracción masiva y sin control de agua para la agricultura y la minería, han terminado por secar el Lago Poopó.
En la actualidad, botes abandonados, suelo desnudo y pobreza ha dejado la sequía del ecosistema.
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Desde hace años las comunidades se manifiestan ante los hechos como el ocurrido en noviembre de 2014, cuando denunciaron la muerte de millones de peces en las orillas del lago.
Simiano Valero, representante del pueblo indígena Uru Murato, ubicado desde hace siglos en la ladera oriental del lago expresó que, "desde nuestros ancestros nos denominamos cazadores, pescadores y recolectores. Por eso nos llamamos Hombres del Lago, pero ahora la estamos perdiendo".
El Lago Poopó alguna vez superó los 2.300 kilómetros cuadrados. Ahora solo quedan unos cuantos humedales, animales muertos y el desierto altiplánico.