El siguiente es el segundo de una serie de reportajes titulados «Que el conocimiento Fluya como el Agua» que abordan la situación de diferentes cuerpos de agua en el Biobío y otros territorios. Todo bajo el objetivo de divulgar el conocimiento científico y socioambiental en la población y las comunidades.
Por Esteban Flores Haltenhoff *
En 2018 se publicó el "Plan de protección de humedales 2018-2022", del Ministerio de Medio Ambiente. En este plan se incluye un listado de humedales que pretenden ser "protegidos" en Chile, con el fin de "detener su deterioro". El análisis del plan, la metodología y fuentes usadas para definirlo, así como las áreas propuestas como objetivos de protección necesariamente requieren ser estudiados y debatidos por las comunidades y la academia, para así lograr una propuesta de protección efectiva y multipropósito que garantice la restauración de estos ecosistemas y a la vez permita a las comunidades una correcta convivencia con ellos, minimizando los impactos negativos sobre la naturaleza y generando la mayor cantidad de beneficios ecosistémicos..
El siguiente reportaje busca preparar a las comunidades para una participación efectiva de cara a la propuesta del Plan de protección de humedales 2018-2022, que pretende proteger 940 hectáreas (equivalentes a 1450 canchas de fútbol) del sistema de humedales "Tucapel Bajo – Paicaví – Vasco da Gama – Rocuant- Andalién ". Para ello, entrega información recopilada de investigaciones realizadas sobre este antiguo brazo abandonado o paleocauce del río Biobío (paleo=antiguo // cauce=canal por donde corre el río), que lo conectaba con la bahía de Concepción, esperando que sirva para nutrir el debate sobre la eficacia de la protección de humedales en contexto ecológico y social, buscando que les permita influir realmente en la categoría de protección que se le debiera entregar a este sistema hídrico, así como las medidas que se debieran implementar para su conservación y restauración.
El sistema hídrico "río Biobío, Humedales Paicaví-Vasco da Gama-Rocuant-Andalién y Bahía de Concepción"
Lo primero que debemos tener claro al momento de estudiar los cuerpos de agua es que la naturaleza no entiende de división política o administrativa, como regiones, provincias, comunas, o planes reguladores, sino que su funcionamiento se rige por dinámicas ecológicas del territorio -como precipitaciones o temperatura- y de los atributos propios de las cuencas hidrográficas, como la topografía del lugar, los tipos de suelo y la flora, entre otros factores que no suelen ser de conocimiento general entre las comunidades debido a la escasa educación ambiental de nuestro país.
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Es por esto que para una planificación territorial efectiva es imprescindible que las divisiones políticas del territorio y su ocupación, consideren la continuidad de la naturaleza. Para proteger y regenerar los ciclos ecológicos se debe comprender que los impactos humanos sobre el agua fluyen como el agua misma… Desde los sectores más altos del terreno hacia el mar, a lo largo de los lugares más bajos.
La división administrativa del territorio hace que un mismo río, laguna o humedal, cambien de nombre al cambiar de comuna o región, generando que la población pierda la percepción de "unidad de estos ecosistemas húmedos".
Así se va fragmentando la pertenencia territorial de las comunidades locales, al dividir a los habitantes entre gente del "cuerpo de agua 1" y la gente del "cuerpo de agua 2", dejando de sentirse habitantes de un único sistema hídrico que deberíamos ser capaces de proteger en colectivo.
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Igual de preocupante, pero con implicaciones más directas, es que la construcción de los planes reguladores comunales, es decir la planificación territorial, también se fragmenta quedando las medidas de protección o las actividades que se permiten en las áreas naturales a discreción de cada municipio, las capacidades de sus funcionarios y el nivel de influencia de los distintos actores sociales.
Un ejemplo claro de manejo fragmentado de un sistema de humedales corresponde al corredor de humedales que une al río Biobío con la bahía de Concepción. Este Paleocauce, o actual brazo abandonado del río Biobío, drenaba antiguamente parte del agua que viajaba por el río Biobío y/o precipitaba en el valle (y aún lo hace durante grandes tormentas, como explicaré más adelante), directamente hacia la bahía de Concepción como un único y continuo "río".
Pero actualmente este sistema no solo es víctima constante del avance del cemento y las inmobiliarias que han rellenado y canalizado estas zonas húmedas, sino que también se ha dividido en las mentes de las personas, "creando" fragmentos imaginarios del humedal al cambiar su nombre en cada comuna, aunque en realidad nace en el paleocauce del río Biobío que pasa por la comuna de Concepción (donde primero se nombra "Humedal Tucapel Bajo" y luego "Humedal Paicaví"), luego por la comuna de Hualpén (llamándose "Humedal Vasco da Gama") y finalmente entra en la comuna de Talcahuano (donde recibe el nombre de "Humedal Rocuant-Andalién" porque en su extremo norte se une con la desembocadura del río Andalién) Así, un mismo sistema hídrico recibe al menos 5 nombres en escasos kilómetros, eliminando de nuestras mentes la idea de un funcionamiento conjunto, del corredor biológico y ecosistema.
La imagen 1, muestra gráficamente la continuidad ecológica de este corredor, el cambio de nombres del cuerpo de agua en cada comuna, la división administrativa del territorio y los polígonos aproximados de protección de la estrategia regional de conservación del ministerio de medio ambiente.
Historia geológica del Paleocauce
Probablemente si usted ha vivido en la zona ha escuchado alguna vez frases del tipo "Concepción estaba lleno de humedales y lagunas" o "todo Hualpén era pantanos" y la verdad es que si retrocedemos suficiente en la historia del territorio estas frases tienen bases reales.
Esto se debe a que el territorio ocupado actualmente por las comunas de Concepción, Hualpén y Talcahuano, es un sector muy plano, y apenas más alto que la costa, por lo que los cambios en el nivel del mar producen grandes variaciones en el paisaje y en las dinámicas de la desembocadura del río Biobío. La cuenca del Biobío de 24.260 km2 (área que alimenta al río Biobío cuando llueve) descarga hacia el mar en su desembocadura en promedio 1.000 m3/seg, más todos los sedimentos que el río recibe en su trayecto desde la cordillera de los Andes (árboles, tierra, piedras, restos animales, contaminantes humanos, etc…). y es en este encuentro de "aguas" y sedimentos donde las energías naturales modelan el valle que actualmente habitamos, siendo la energía de las olas, y las crecidas del Biobío las principales fuerzas que dibujan los paisajes penquistas.
Isla y su equipo en el año 2012, publicó un estudio que demuestra que el nivel del mar hace 6000 años estaba cerca de 5 metros más alto de lo que está hoy, inundando gran parte de las zonas planas. En la imagen 2, modificada de Link y su equipo (2019), se observa que la desembocadura del Biobío, descargaba sus aguas hacia el océano en cuatro direcciones, hacia al Golfo de Arauco (como lo hace actualmente), a la bahía de San Vicente a través del actual humedal Lenga, hacia la bahía de Concepción a través del corredor de humedales que es objetivo de este reportaje, y hacia el río Andalién por sobre el valle de la Mocha.
Al comparar este mapa con el del año 2006 podemos constatar la disminución en el nivel del mar, retrocediendo las zonas inundadas y generando que el río Biobío siga su camino hacia la costa drenando sus aguas directamente hacia el Golfo de Arauco, dejando desconectados los corredores de lagunas y humedales en los brazos que el río "abandonó"o paleocauce, pero que siguen recibiendo aportes subterráneos del Biobío, además de las aguas lluvias que corren hacia esas zonas más bajas del territorio.
La urbanización del paleocauce….
Si bien existía presencia histórica mapuche en el Valle de la Mocha mucho antes de la llegada de las tropas españolas, esta ocupación era de baja escala y mantenía dinámicas de consumo y producción asociados a las estaciones del año, permitiendo un cohabitar entre humanos y ecosistemas.
El verdadero proceso de "urbanización" de esta zona se produce desde 1751, cuando un terremoto estimado en magnitud 8.5, acompañado de un tsunami, destruye la antigua Concepción, actual Penco, y obliga a los sobrevivientes a migrar hacia los pies del cerro Caracol. Esta nueva ubicación está fuera de las zonas inundables por tsunamis y por las crecidas del río Biobío, pero además entregaba acceso a múltiples fuentes de agua dulce que bajaban de la cordillera de la costa, permitiendo la agricultura y el aprovechamiento de la abundante biodiversidad del sector.
Esta ubicación privilegiada permite el crecimiento de la ciudad y luego dio origen al desarrollo del puerto de Talcahuano en 1790, ubicado en un sector resguardado del mar abierto por la península de Tumbes. La intensa explotación de la naturaleza, tala extensiva de bosques nativos, incendios para generar zonas de pastoreo y agricultura, y la incipiente minería de carbón, generan un aumento explosivo de la población y por ende un crecimiento de zonas urbanas, hasta su magnitud actual, donde ya se han unido la zona urbana de ambas ciudades, ocupando gran parte del paleocauce que unía el río Biobío con la bahía de Concepción.
La invasión humana no sólo destruye las zonas húmedas, impermeabilizando el territorio mediante el "avance del pavimento» y rellenando las zonas bajas, sino que también genera gran cantidad de contaminantes que terminan en el paleocauce y su corredores de humedales, como son los desechos humanos (cada vez menos con los avances del tratamiento de aguas servidas), pero también restos de cigarros, aceite de autos, detergentes, basuras, heces de animales domésticos, toda clase de compuestos químicos que usan las actividades humanas y gran cantidad de materiales no reciclados (o llamados comúnmente basura) que, al llover, corren arrastrados por el agua por sobre el cemento hacia zonas más bajas del territorio, es decir los paleocauces.
Los efectos negativos sobre la ecología de los humedales están ampliamente estudiados, se destruyen ecosistemas para la fauna y la flora, se limita la captura de carbono de los humedales y se deteriora la calidad de sus aguas, no solo por el exceso de contaminantes, sino también por la reducción de la capacidad de depuración del ecosistema que depende del área de plantas acuáticas que existe en el sistema (en palabras simples, depende de la cantidad de plantas que se comen los contaminantes que vienen en el agua). Para más información en esta línea , recomiendo las publicaciones de Carolina Rojas y su equipo, una de las cuales queda a disposición en las fuentes al final de este reportaje.
Habitando el Paleocauce
Las constantes inundaciones por lluvias, las casas siempre húmedas durante el invierno o las constantes "visitas" de animales a los barrios, son experiencias con las que conviven las poblaciones que han sido construidas sobre los rellenos cada vez más comunes en este paleocauce, es decir zonas residenciales ubicadas dentro de las zonas de inundación históricas de nuestro territorio.
La gota que rebalsa este análisis (para usar un lenguaje más que explícito) es la inundación del 2006, que nos demostró lo que la cultura urbana llama "memoria del agua" y la frase "el río siempre vuelve (me permito adaptarla) a sus paleocauces" es absolutamente real.
La inundación de ese año se produjo por intensas lluvias en toda la cuenca del Biobío, incluso en zonas donde históricamente nevó, por lo que gran parte en donde antes caía nieve ahora cayó agua líquida y corrió rápidamente hacia la desembocadura y sin quedar almacenada en los bellos cerros de la cordillera de los Andes.
Esta crecida venía viajando por el río y depositó sus aguas en estos paleocauces, recibiendo estas zonas bajas y húmedas el superávit de agua, funcionando como zonas naturales de amortiguación de crecidas, como siempre lo fueron y cómo lo seguirán siendo cada vez que el río crezca. Es aquí donde una famosa frase cobra sentido: "Las crecidas son obras de la naturaleza (me permití modificar la original "son obras de Dios"), las inundaciones son culpa de los humanos".
Dejando claro que cuando los humanos decidimos habitar las zonas inundables inevitablemente nos exponemos a lo que llamamos "catástrofes naturales", pero que no son más que el resultado de no comprender las dinámicas naturales del entorno que habitamos o (me encantaría estar equivocado) el resultado de la desmesurada ambición de humanos que son capaces no solo de destruir la naturaleza, sino de jugar con la vida de otros humanos con tal de maximizar su ganancia.
Este tipo de evento de precipitaciones intensas tiene un origen similar a los que ocurren actualmente en el norte y centro de Chile, como lo ocurrido esta semana en Santiago, con aluviones en la cuenca del Maipo, y que según los modelos de cambio climático serán cada vez más frecuentes, ya que el aumento en las temperaturas subirán aún más la línea de nieve, generando más áreas con lluvia líquida, pero además se producirá menor cantidad de tormentas aunque de mayor intensidad como ya nos contaba Garreaud en 2015, por lo tanto correrá más agua en menos tiempo, lo que generará más inundaciones en las desembocaduras y zonas bajas.
¿Cómo habitar correctamente estas zonas inundables?
Lo primero es entender las dinámicas del agua de cada territorio, comprendiendo la continuidad de los flujos, recuperando la riqueza de la memoria y saberes de las comunidades que han habitado estos ecosistemas, utilizando modelos computacionales de inundaciones, estudios arqueológicos e históricos.
Con esta información debemos generar procesos educativos formales y comunitarios que recuperen el conocimiento ecológico y la valoración de sus hábitat de parte de las comunidades, generando planificación comunitaria de nuestro territorio, diseñando barrios adaptados para convivir con las inundaciones (parques inundables en las zonas de mayor riesgo, casas elevadas mediante palafitos y no rellenos, pavimentos porosos que permitan que el agua penetre en el suelo y no corra por la superficie.. entre otras múltiples alternativas que ya se aplican en muchos lugares del mundo), pero que también permita maximizar la experiencia de convivir con la naturaleza, aprovechando todos los beneficios ecológicos y económicos que nos entrega, así como mejoras en la salud física y mental de las comunidades que pueden reconectarse con los ciclos naturales y las múltiples formas de vida que aún conserva este degradado paleocauce.
Para terminar, espero lograr plasmar un concepto clave: el uso del territorio por las comunidades requiere conocer no solo como el sistema interactúa actualmente, sino también entender que la naturaleza cambia con el tiempo y responde a ciclos temporales que la corta vida de una persona no es capaz de percibir.
P.D: Mi más sincera admiración a Luisa Valenzuela y su equipo, defensores del fragmento Vasco da Gama, así como para todes quienes defienden los fragmentos Paicaví y Rocuant. Que su lucha sea inspiración para quienes vengan y nos permita avanzar hacia el buen vivir en nuestro territorio. "NO SOMOS LOS DEFENSORES DE LA NATURALEZA; SOMOS LA NATURALEZA DEFENDIÉNDOSE"
El anterior reportaje se nutrió de las siguientes fuentes:
Garreaud, R. (2013) Warm Winter Storms in Central Chile
Ministerio de medio ambiente, (2018) Plan Nacional de protección de humedales
También puedes ver estos videos de Resumen sobre el deterioro de los Humedales en el Gran Concepción