El proceso de despoblamiento del campo es patente en toda la provincia de Concepción. Particularmente, en Tomé la población rural se calcula en un 18,6%, según datos de la Municipalidad. A nivel nacional la tendencia es similar, junto con la disminución progresiva de población en zonas rurales, también se identifica un envejecimiento de esta. En el último Censo Agropecuario (2021) las personas calificadas como "productoras" fueron 129.607 en total, de las cuales 99.866 son mayores de 50 años, mientras que quienes tienen entre 18 y 49 años, solo suman 29.740.
Aniceto Hevia
En un informe de 2014, la FAO consignó que la agricultura campesina proveía aproximadamente del 80% de los alimentos consumidos a nivel mundial y que esta producción se concentraba en más de 570 millones de granjas, de las cuales las menores a 1 hectárea representaban el 72% del total, a la vez de constituir solo el 8% de las tierras agrícolas (considerando las grandes extensiones controladas por la agroindustria). En un documento de este año, la entidad señala que en Chile, sólo entre 2017 y 2020, el costo diario de una dieta saludable aumentó de 3 dólares a 3.4, registrándose también un incremento en la población impedida de acceder a esta alimentación. En este contexto, las actividades que se realizan en los territorios rurales adquieren una importancia crucial para la vida de la población en su conjunto.
En la localidad de Rancho Grande, entre cerros de la cordillera de la costa, al este de Tomé, vive la familia don Jorge Silva y doña Berta Riffo, quienes llegaron hace casi treinta años al lugar. Él cuenta que durante buena parte de su vida fue trabajador forestal y, cuando llegó, plantó 1.600 eucaliptos, replicando lo que se había acostumbrado a hacer, sin embargo, observó en poco tiempo el impacto de estas plantas de rápido crecimiento en un predio de escasas tres hectáreas, por lo cual decidió arrancarlas antes que agravaran sus efectos y comenzó a trabajar mediante prácticas agroecológicas. Hoy, su predio constituye una expresión de los beneficios de esta agricultura, integrando los procesos de la naturaleza, su diversidad y aprovechando su propio equilibrio. Pero, por otra parte, en esta parcela se evidencia la fragilidad de un proyecto excepcional en medio de un entorno en que predomina el negocio forestal.
Si bien, doña Berta y don Jorge tenían una nutrida experiencia en agricultura, esta fue enriqueciéndose con la colaboración de Pablo Azúa, trabajador del Ministerio del Medio Ambiente e integrante del equipo ejecutor del Proyecto para la Conservación de Especies Amenazadas. Él explica que "veíamos a la agroecología como una herramienta para la conservación de estas especies que habitan alrededor, como es el queule, en el caso de este lugar". Y es que la diversidad de árboles frutales, hortalizas, leguminosas y también de animales de crianza son parte de un circuito que se entiende junto con el bosque. Al respecto don Jorge sintetiza, "aquí usted va a ver que todo lugar dentro del predio cumple una función".
La huella del uso intensivo del suelo con las extensas plantaciones de trigo, desde el siglo 19 hasta la segunda mitad del 20, para luego sostener sucesivas rotaciones de plantaciones forestales hasta la actualidad, han repercutido en su degradación y la pérdida de agua, y este es uno de los motivos de por qué el bosque es fundamental. En el predio de doña Berta y don Jorge, el pequeño bosque se encuentra en un alto contribuyendo a almacenar agua y saturar la capa freática que finalmente drena hacia una vega destinada a la plantación de papas y otros productos. En la ladera está dispuesto un sistema de riego tecnificado que irriga paltos, cerezos, limones, naranjos, una viña de variedades Cinsault, Moscatel de Alejandría y Corinto (conocida como Chasselas), entre las cuales transitan aves de crianza contribuyendo al control de especies y al abono del suelo, además de destinar espacios para que oven y se reproduzcan. También ha destinado un lugar para la preparación de almácigas de especies arbóreas y otras para luego plantar.
De las vides de Cinsault, don Jorge produce un monovarietal que expresa las cualidades de esta variedad tinta. De la última cosecha de Moscatel y Corinto hizo un ensamblaje mostrando cómo se favorecen ambas cepas, librando al vino del carácter empalagoso que generalmente adolece cuando sólo contiene la primera variedad. Cuenta que en la cosecha de este 2022 pudo extraer unos ochocientos litros de la viña, que ocupa una superficie que no excede los 80×30 metros, y que con distintos trabajos de poda y deshoje en determinados momentos, podrá obtener mil litros en la vendimia que avecina.
Los ciclos virtuosos que posibilitan las prácticas agroecológicas han sido visualizadas por vecinas y vecinos que impulsan procesos similares en sus predios. Don Jorge nos habla particularmente de uno de ellos que "comenzó a voltear los eucaliptos por la gran cantidad de agua que consumían... cada vez que venía por acá conversábamos, escuchaba los pájaros que aquí habían, a diferencia de su predio. Hoy día ya tiene frutales y está plantando nativo, y eso me hace sentir bien".
El trabajo involucrado en este predio es inconmensurable y las amenazas que se ciernen sobre él trastocan la tranquilidad de la familia Silva Riffo, pues, como mencionamos, la parcela está rodeada de plantaciones forestales, implicando múltiples riesgos, tales como la posible contaminación de sus cultivos por la aspersión de agrotóxicos en los monocultivos aledaños, la contaminación de las napas subterráneas por la aplicación de estas mismas sustancias, una progresiva escasez hídrica causada por el consumo de agua de tales árboles de rápido crecimiento y también de incendios forestales que pueden alcanzar grandes magnitudes a causa de la propia sequedad de los espacios explotados por las empresas de este rubro.
«Nuestro predio colinda con una plantación de pino de su propiedad... Junto con el huerto, nos encontramos restaurando un sector de bosque nativo, incluyendo especies en peligro de extinción como el queule y el pitao... Es preocupación nuestra que ante un eventual incendio forestal, el sector colindante pudiese verse afectado con el consiguiente daño al huerto y sector de restauración. Por esta razón, es que quisiéramos solicitarles la posibilidad de realizar una franja / cortafuego preventivo en el sector indicado». Así, don Jorge Silva, solicitó en agosto de este año a Forestal Arauco que hiciera un cortafuego preventivo, sin obtener respuesta. En el lugar, nos señala cómo las copas de una franja de pinos ensombrecen su propio predio de tan cerca que están, pues solo les separa un angosto camino. Que pavesas caigan en su parcela y expandan ahí un eventual incendio es absolutamente probable, sin embargo, ante la inexistencia de normas e instituciones que efectivamente prevengan estos hechos, este riesgo permanece latente.
Las situaciones descritas inducen a reconocer la fragilidad de un proyecto que, si bien promueve una economía campesina sustentable, carece del respaldo de una política pública. Los riesgos de ser una experiencia excepcional son altísimos y evidencian la necesidad de un cuerpo normativo y programático contribuyente a un proceso de repoblamiento rural y de conquista progresiva de soberanía alimentaria en el ámbito regional y nacional, corrigiendo la tendencia actual de dejar la tierra a merced de negocios extractivos, degradantes de los ecosistemas y empobrecedores de la población local.
Fotografía principal de don Jorge Silva y doña Berta Riffo.