Ganar con el cuerpo: La aguerrida historia de las prostitutas chilenas

La historiadora y profesora de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (UMCE), Ana Gálvez Comandini, nos trae un importante trabajo de Nueva Historia Social. Se trata de "«Ganar con el cuerpo». Experiencias e identidad en el comercio sexual en Santiago de Chile (1896-1940)" (Ediciones LOM), allí posiciona a las trabajadoras sexuales de inicios del siglo XX para revisar su historia y el papel que jugaron en esa convulsa época de nuestro país.

Robinson Silva Hidalgo*

La investigación que sustenta este texto aporta de manera concreta a un conocimiento más acabado del pueblo chileno, sus resistencias y estrategias para conseguir un lugar en el mundo. Es particularmente importante el trabajo de Ana Gálvez para contribuir a los estudios de género y darles fondo histórico a las mujeres y, con ello, a la sociedad en su conjunto, en definitiva, una obra relevante de la pujante historiografía chilena de las últimas décadas.

A continuación, Ana Gálvez aporta y profundiza en cuestiones que ponen en perspectiva su trabajo.

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– ¿Cómo llegas a encontrar en las prostitutas un sujeto histórico para desarrollar tu trabajo?

Esta línea de investigación la vengo desarrollando desde el pregrado. En mi tesis de pregrado trabajé la historia de las mujeres de fines del siglo XIX y comienzos del XX desde la literatura de la época; en novelas icónicas como Juana Lucero de August D´halmar, El Roto de Joaquín Edwards Bello, La vida simplemente de Oscar Castro, La Luz viene del Mar de Nicomedes Guzmán, La viuda del conventillo de Alberto Romero, entre tantas otras novelas, encontré siempre, y de manera muy marcada la presencia de las prostitutas en la vida de los arrabales y sectores populares. Este trabajo de cruce entre literatura e historia, lo desarrollé más ampliamente en mi tesis de maestría, donde combiné la literatura con los discursos médicos para estudiar las representaciones de la prostitución desde dos prismas: literario y científico, esta tesis está disponible en el repositorio en línea de la Universidad de Chile.

Para la investigación doctoral, y cuyo producto es el libro, quise ir un paso más allá, y hacer un estudio histórico de la prostitución, pero desde las voces de las propias mujeres en el pasado, ya había estudiado lo que decían los hombres de ellas: literatos, médicos y políticos, pero ahora el desafío era hacer una historia desde la perspectiva de estas mujeres. A ello me aboqué en la investigación, navegando en los archivos judiciales de Santiago, buscando causas penales y civiles donde estas mujeres hablaran y así fui reconstruyendo una historia, una experiencia histórica de mujeres que tradicionalmente no han tenido presencia como sujetos históricos, o como sujetas con historia.

 

– Trabajas la idea de "ganar con el cuerpo" en el título de tu libro, para referir que las mujeres definían como trabajo su actividad, ¿Cómo es esa cuestión desde la experiencia histórica que investigaste?

Ganar con el cuerpo fue una frase recurrente, ocupada por varias mujeres en los archivos judiciales para referirse a su oficio de prostitutas. Muchas decían trabajo de prostituta, pero la gran mayoría decía no trabajo en nada, me dedico a ganar con el cuerpo.

Eso viene a tensionar las categorías de trabajo de la época, porque, finalmente, si bien la prostitución era un oficio que utilizaban sobre todo mujeres muy jóvenes para ganarse la vida en las ciudades, muchas de ellas ponían su oficio en la periferia, en los márgenes de lo que era considerado un trabajo, básicamente porque no existía un reconocimiento social del trabajo sexual como trabajo, no obstante, sí existía entre las prostitutas la conciencia y la idea de que prostituirse era una forma de ganarse de la vida en las ciudades.

– A inicios del siglo XX se vivía una crisis social enorme, la prostitución se instala allí como una estrategia de sobrevivencia ¿O es más que eso a tu juicio?

Aquí me parece importante señalar algo que no se menciona o analiza mucho desde el punto de vista de las migraciones desde los sectores rurales a las ciudades, a fines del XIX y comienzos del XX, y es que la mayor población migrante hacia ciudades como Santiago y Valparaíso fueron mujeres. El censo de 1907 indica que la tasa de feminidad en Santiago fue de 110 mujeres por cada 100 hombres, por tanto, eran ciudades en expansión, crecimiento, con población migrante interna, que tenía una alta presencia femenina. También sabemos que las mujeres de los grupos populares tenían los trabajos peor remunerados del mercado, por ser labores vinculadas al trabajo doméstico y de cuidados, como la costura, la lavandería, el servicio doméstico, el comercio informal de alimentos y, entre ellos, la prostitución.

Al estudiar trayectorias de vidas de algunas de las mujeres que se dedicaron al oficio de prostituta, podemos ver que este no era el único oficio que desempeñaban durante su vida, lo iban alternando o combinando con servicio doméstico, costura, y trabajos en fábricas (donde las mujeres ganaban alrededor de un 50% menos que los hombres por el mismo trabajo).  Además, muchas de ellas eran jefas de hogar y debían sostener la vida de madres enfermas, hermanos pequeños, hijos, esposos, etc. Entonces, el comercio sexual puede ser considerado un trabajo en este contexto, fue un trabajo, al igual que los de lavanderas, costureras y empleadas domésticas, que sirvió a las mujeres para ganarse la vida en una ciudad muchas veces ajena.

Por otra parte, la emancipación sexual de las prostitutas respecto de los designios morales burgueses sobre la sexualidad femenina también es interesante de analizar, ya que ellas rompían con el molde de la mujer como madre/esposa y ángel del hogar. No obstante, su presencia y la tolerancia social hacia sus servicios eran parte de la doble moral sexual de la época, para que existieran mujeres puras y vírgenes para el matrimonio, se necesitaba de estas otras mujeres, las no respetables, para que los hombres pudieran desahogar sus pasiones y no corromper a las mujeres de familia. En el fondo, ambas dimensiones son parte de una misma lógica sexual, donde deben existir mujeres respetables y no respetables.

 

– Es relevante el trabajo sexual en relación a la represión que vieron y viven ¿Qué encontraste en relación a la tensión policía/justicia/médicos con las trabajadoras sexuales de ese tiempo?

En las causas judiciales revisadas, las violencias que vivieron las prostitutas de la época estaban vinculadas principalmente a violencia ejercida por parte de agentes del Estado, léase policías, médicos, inspecciones sanitarias. En estas relaciones de poder jerarquizadas, era donde las mujeres más denunciaban abusos físicos y económicos. Por otra parte, también estaban los abusos y violencias de las dueñas y dueños de las Casas de Tolerancia (nombre de los prostíbulos en los reglamentos municipales desde 1896 hasta 1931), violencias que iban desde lo físico, golpes y maltratos, hasta endeudamientos impagables por ropa y comida.

La tensión se produce cuando las prostitutas se rebelan contras estas violencias y prácticas abusivas, por ejemplo, violando la clausura de locales, ejerciendo prostitución ambulante o callejera, no presentándose a las revisiones médicas, haciendo tratamientos de mitigación de signos de enfermedades venéreas antes de las revisiones médicas, fugándose de los prostíbulos cuando estaban disconformes con el trato y condiciones de trabajo y denunciando a regentas y regentes de prostíbulos en la policía. Todo ello nos habla de mujeres que tomaban decisiones activas sobre sus vidas y condiciones laborales, y no de simples sujetos pasivos, víctimas inactivas de la sociedad de la época, como se las ha representado históricamente.

– Si proyectaras los resultados de tu investigación al trabajo sexual hoy ¿Dónde se acerca y dónde no al presente de esa actividad? 

Con la Fundación Margen (Sindicato de las Trabajadoras Sexuales de Chile), hicimos un análisis del libro, de las historias de vida de las mujeres que rescaté de los archivos judiciales, en ellas encontramos varias continuidades y cambios.

Respecto de las continuidades, puedo mencionar que muchas de las mujeres que se dedican actualmente, libremente, al trabajo sexual, lo hacen para ganarse la vida, como un trabajo de subsistencia como cualquier otro, y que habiendo ponderado a lo largo de sus vidas costos y beneficios, han decidido asumir los costos, que es principalmente el estigma social de prostitutas, a cambio de los beneficios económicos y de tiempo que tiene este trabajo respecto de otros, donde ganaban el sueldo mínimo en largas jornadas de trabajo.

Por otra parte, también encontramos que muchas de estas mujeres, en su gran mayoría son jefas de hogar y con su trabajo han sostenido a sus familias y educado a sus hijas e hijos. Otra persistencia en el tiempo son las violencias por parte de los agentes del Estado, sobre todo de las policías, que las persiguen y violentan física y verbalmente. Al igual que en el pasado, muchas de ellas mantienen clientela de muchos años, con quienes terminan entablando relaciones de amistad y, a veces, amorosas.

Dentro de algunos cambios, puedo mencionar, en primer lugar, que a diferencia de las mujeres del pasado en la actualidad las trabajadoras sexuales se reconocen como trabajadoras y están organizadas políticamente para exigir al Estado el reconocimiento del trabajo sexual.

Actualmente la categoría prostituta y prostitución es una categoría estigmatizante para las trabajadoras sexuales en Chile, y yo solamente la utilizo en mi investigación porque es parte del vocabulario de mi temporalidad de estudio, pero no tengo dudas que, tanto en el pasado como en el presente, el trabajo sexual ha sido un trabajo desempeñado por las mujeres, principalmente, de los sectores populares. Otro cambio y permanencia está en los espacios de ejercicio del trabajo sexual, en el pasado se realizaba en los prostíbulos o casas de tolerancia, en cafees [sic] asiáticos y clandestinamente en la calle.

La prostitución en las casas de tolerancia implicaba no solo el comercio sexual, era también un espacio de sociabilidad masculino, donde se iba a remoler, bailar, cantar, jugar naipes, cacho y otros juegos de mesa y apuestas, se iba a comer y también a alojar por varios días a los prostíbulos. Eso se fue perdiendo paulatinamente debido al código sanitario de 1931, los prostíbulos fueron prohibidos en Chile, norma que persiste hasta la actualidad, pero se permite la prostitución individual o independiente, esta cláusula se estableció en 1931 por el pánico moral y sexual de la trata de blancas.

Sumado a esto, los nuevos hábitos sociales y laborales de las ciudades modernas, vinculados a trabajos con jornadas fijas y establecidas, los matrimonios monogámicos para una sociedad productiva y ordenada, fue haciendo que la modalidad del prostíbulo «casa» fuera desapareciendo y fue reemplazado por las boites y cabarets, donde las relaciones sociales y sexuales entre trabajadoras y clientes se fueron haciendo cada vez más impersonales. No obstante, en el presente, las trabajadoras sexuales han buscado la forma de agruparse, porque siempre están más seguras en grupo que aisladas, al igual que en el pasado, muchos negocios legales tienen una fachada, pero el gancho es el comercio sexual.

Por último, otro cambio importante es la migración externa. En el periodo de estudio del libro, el 99% de las prostitutas eran chilenas, en la actualidad un gran contingente de trabajadoras sexuales son migrantes externas, y algunas de ellas participan activamente en la Fundación Margen.

*Universidad Austral de Chile-Valdivia

Fotografía principal: Portada LOM

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