Stephen King, novelista y David Cronenberg, director y escritor ocasional, son conocidos por sus temáticas de horror sobrenatural, amor por el grotesco y situaciones angustiantes. También tienen material realista y dramático desconocido para el público general y aclamado por la crítica. Pero en estos tiempos de coronavirus, se evidencia un paralelismo aún más fuerte que comparten en sus primeros trabajos: la infección como desencadenamiento del apocalipsis debido a la negligencia de las autoridades.
Miguel Ogalde Jiménez / resumen.cl
Stephen King es un novelista estadounidense, originario de Portland, Maine, conocido por sus trabajos literarios sobre hoteles fantasmas (El resplandor, 1977), entidades sobrenaturales que matan niños en forma de payaso (It, 1986) o cementerios indios que reviven a los muertos (Pet Semantary, 1983), muchas de estas producciones literarias como simbolismos de su adicción al alcohol y la cocaína. Su lado más dramático incluye Las cuatro estaciones, de 1982, una colección de novelas cortas en que destaca Rita Hayworth y la redención de Shawshank, texto que sirvió de inspiración para la película Sueños de libertad, de 1994, muy poco asociada con Stephen King.
Sin embargo, una novela que actualmente es casi desconocida es The Stand, traducida por la editorial Debolsillo como Apocalipsis, una épica de ciencia-ficción y fantasía oscura de más de 1500 páginas en su edición completa en español. La trama nos cuenta sobre una supergripe que mata al 99,4% de la población y los que quedan vivos inician una lucha contra un demonio oscuro y poderoso que comienza a juntar un ejército en Las Vegas, además de un arsenal de armas nucleares, para poder borrar definitivamente la humanidad. Este libro está valorado como una de las mejores novelas de King, tanto en ambición dramática como desarrollo de personajes y nivel de entretenimiento. Lo interesante es que al escritor no le gusta esta novela porque la escribió como su propia versión de El señor de los anillos, algo que encuentra infantil y eso es evidente con los paralelismos religiosos, la lucha entre el bien y el mal y una persona de origen humilde (Stu Redman, un campesino y Frodo Baggins, un hobbit) contra un señor todopoderoso que representa las tinieblas (Randall Flagg y Sauron).
Donde esta novela toma fuerza en el contexto actual es en las primeras quinientas páginas, antes de que se establezca la clásica lucha de los buenos contra los malos, en los pasajes donde muere, literalmente, todo el mundo. La rápida escritura de King va pasando de personaje en personaje, mostrando cómo estas personas normales, inmunes al virus por alguna razón, ven cómo se enferman sus seres queridos ante la negligencia de las autoridades. Las escenas de Larry Underwood, un músico fracasado, encontrando los cadáveres de gente que sucumbe a la gripe en Nueva York es sobrecogedor. Ahí es donde se encuentra lo mejor de la prosa del escritor, en el impacto emocional que tendría en nosotros el observar, sin poder hacer nada, al mundo que conocíamos caer despedazado a nuestro alrededor. Si bien el coronavirus no acaba tan rápido con la gente, sí vemos reflejada la angustia que significa la muerte avanzando cada vez más rápido y la pregunta de si la sociedad que conocemos colapsará para abrir paso a algo más.
David Cronenberg es un cineasta y escritor canadiense, nacido en Toronto, asociado principalmente con el body-horror, subgénero del terror en que el cuerpo humano sufre transformaciones monstruosas para generar en el espectador una sensación de asco y malestar. Probablemente su película más conocida es La mosca, de 1986 (su única película ganadora de un Oscar y por Mejor Maquillaje), un remake de una película de los cincuenta que a la vez está basada en un cuento que, se dice, está inspirado en La metamorfosis, libro de Franz Kafka de 1915. Dos de sus películas realistas más reconocidas por la crítica cuentan con Viggo Mortinsen: Promesas del este, film del 2007 sobre el tráfico sexual, escrito por el creador de Peaky Blinders y Una historia de violencia, del 2005, primera de sus películas con nominaciones de peso en la Academia, Mejor Guión Adaptado y Actor Principal.
Si bien Cronenberg, además de La mosca, es valorado por películas como Videodrome (1983), muy actual sobre los peligros de la tecnología, La zona muerta (1983), basado en una novela de Stephen King y Naked Lunch (1991), adaptada de la repulsiva novela de William S. Burroughs, Cronenberg tuvo una etapa en la que estaba obsesionado con las enfermedades venéreas y la perversión del sexo. En 1975 estrenó Shivers (Escalofríos), sobre un conjunto de departamentos a las afueras de Montreal infestado por parásitos transmitidos por vía oral o sexual que impulsaban al portador a comportarse con una lujuria desenfrenada y depravada. Después, en 1977 filmó Rabid (Rabiosa), donde contrató a la actriz porno Marilyn Chambers para que interpretara a Rose, una muchacha que después de una cirugía experimental, desarrolla un aguijón en su axila que la obliga a chupar sangre para alimentarse y a cada persona que ataca la convierte en zombi, expandiendo una plaga por Canadá, donde el personal de salud se ve completamente superado por la crisis. El tema de la infección desencadenada en las dos películas queda a la imaginación del espectador, pero se entiende que el apocalipsis en ambos casos es inevitable. Largometrajes de una hora y media no alcanzan a contar el colapso y reconstrucción de la civilización como 1500 páginas o 193 números de cómic, como en The walking dead. Acá Cronenberg más que querer hacernos pensar en qué pasaría luego de que la sociedad como la conocemos muriera, es reflexionar acerca de las horribles sensaciones que sentiríamos al atestiguar cómo las personas a nuestro alrededor se convierten en algo degenerado e impensable, parecido a las primeras quinientas páginas de Apocalipsis. El énfasis que hay en evitar el contacto con los infectados a toda costa, el encerrarse en las habitaciones para evitar un destino terrible y darse cuenta que lo que sea que está causando todo el alboroto se expande mucho más rápido de lo que da tiempo de reaccionar, son temas muy actuales que están mejor tratados en estas películas de bajo presupuesto que en varias producciones de Hollywood recientes.
Los paralelismos que se dan entre el brote viral en las películas, el libro y la realidad son abrumadores. En Apocalipsis, King relata a pulso cómo el sistema de salud estadounidense va colapsando sin piedad, cómo los mismos doctores van siendo contagiados y muriendo de la supergripe, sin poder encontrar una cura y las autoridades, desesperadas, solucionando el pánico y el desorden causados por el virus a punta de metralleta, incluso narrando crudamente cómo unos militares entran a un estudio periodístico a asesinar a reporteros que estaban cubriendo la pandemia. En Cronenberg, especialmente en Rabid, vemos cómo el sistema de salud incapaz de localizar a tiempo a la paciente cero, sin tener idea de cuánta gente está infectada realmente, tampoco siendo capaces de aislar la expansión de la plaga de rabia y los infectados, generalmente de clase trabajadora, como camioneros y garzonas, andando sueltos por ahí, contagiando a familiares y amigos, informando a la gente que hay una peligrosa plaga cuando ya es muy tarde.
Esto recuerda a lo que ha pasado en estos últimos meses en el mundo y nuestro país, con las autoridades internacionales siendo negligentes y permitiendo que la gente haga sus viajes por avión como si nada. Con una persona contagiada es suficiente para traspasar el virus de nación en nación. En Chile, el primer caso de COVID-19 fue confirmado el 3 de marzo y la suspensión de algunas actividades comenzó el 18 del mismo mes. ¿Cómo puede esperarse combatir este virus si las autoridades se demoran tanto en iniciar las medidas mínimas?, ¿si se tiene a doctores y doctoras muriendo por el mismo virus que buscan combatir debido al colapso del sistema de salud, que les hace trabajar en condiciones inhumanas y exponerse más de lo debido? Se reflejan, lamentablemente, la peor de las visiones que tuvieron, hace tanto tiempo, Cronenberg y King sobre la gente que tiene que saber exactamente qué hacer en estos casos y no lo hacen, dejando al resto a la deriva. Alan Moore, escritor de Watchmen, habla sobre cómo las personas están inclinadas a creer en teorías de conspiración para sentirse a salvo: es mucho más seguro pensar que todo esto es un gran plan de los Iluminatis, los Reptilianos o el Nuevo Orden Mundial que sencillamente aceptar que quienes tenían que hacer su trabajo fallaron y las demás personas están pagando el precio.
Viendo los paralelismos en sus obras, King y Cronenberg son creadores principalmente conocidos por horrores sobrenaturales, supuestamente despojados de carga política; ambos son rechazados por las academias (King minimizado por escritores elitistas como Harold Bloom y David Foster Wallace por comercial, Cronenberg, exiliado de las nominaciones importantes al Oscar hasta que comenzó a hacer dramas criminales por morboso); ambos tienen trabajos dramáticos prácticamente desconocidos, pero han generado un seguimiento popular con enorme impacto cultural y ambos supieron ver, más de cuarenta años antes, los ecos del coronavirus, una epidemia mundial que pondría en jaque al capitalismo de mercado causada por la negligencia de las personas a cargo de la salud pública.
Nada mal para un par de freaks que, según los críticos de salón, abusan del gore como impacto dramático.