Por Joaquín Pérez
En pleno Estado de Emergencia, con el toque de queda más largo del mundo en tiempo de pandemia, con militares en las calles reforzando las ya militarizadas policías chilenas, tres homicidios ocurridos este fin de semana, dos en Santiago y uno en Talcahuano, vienen a sembrar un enorme signo de interrogación sobre el rol y vigencia de esta medida.
En la madrugada del sábado 7 de noviembre, un joven de 21 años era ejecutado en el cerro Centinela de Talcahuano, luego de la quema de dos casas en el mismo sector y como forma de revancha, según los medios.
Al día siguiente, domingo 8 de noviembre, a plena luz del día (09:56 AM) se produce un doble homicidio en el Barrio Meiggs en Santiago, donde un hombre y mujer murieron apuñalados.
A esto se suman las constantes denuncias de realizaciones de «funerales narcos» escoltados por policías, junto a una serie de hechos criminales desarrollados con total impunidad por bandas de narcotraficantes en diversas ciudades del país.
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Estadísticas oficiales del Ministerio Público develaron que durante el primer semestre del 2020 los homicidios pasaron de 516 a 740. En este sentido, al comparar los meses de marzo a junio del año 2019 con el presente 2020, se presenta un incremento del 43,4%.
Lo brutal de esta estadística, que rebela la pérdida de control de la seguridad pública a pesar de todas las medidas excepcionales vigentes, deja en evidencia que la labor de las policías no se concentra en la persecución del crimen o el delito, sino que principalmente en reprimir derechos civiles y políticos de las y los ciudadanos, acompañados de la violación de derechos humanos.
En las ciudades, el clásico y reiterado discurso de la derecha sobre combatir la delincuencia con más policía y represión, hoy tras meses de cierre de fronteras, con militares y toque de queda, ha quedado al desnudo y se muestra impotente frente al control territorial que ejerce, por ejemplo, el narcotráfico.
Es tan desastroso el panorama desde el punto de vista del discurso para la derecha que, en las provincias del Sur, sus adeptos se revuelcan de impotencia y se vuelven contra sus propios líderes, ya que por años les prometieron que con Estados de Excepción Constitucional, con militares apoyando el control del territorio, con toques de queda y herramientas represivas, lograrían controlar lo que ellos denominan el «conflicto mapuche».
Sin embargo, durante todos estos meses, y con todas esas herramientas desplegadas, las acciones de resistencia mapuche se han multiplicado como nunca se ha visto desde el inicio del ultimo levantamiento mapuche (1997).
Fotografía principal: Agencia UNO