Las constituciones de Chile: quitársela a los militares

[resumen.cl] El plebiscito que celebra hoy 25 de octubre, es histórico en muchos sentidos. No solamente por ser un espacio que se vio obligado a entregar la clase dominante a causa de las intensas movilizaciones populares, sino también porque eventualmente podría representar la primera constitución en los 200 años de república que no será hecha en gobiernos de militares.

Una constitución sin militares, otro punto interesante del proceso soberanista y constituyente que comenzó en octubre de 2019. Y es que desde nuestra emancipación del imperio español, la política chilena estuvo asolada por el ejército y su visión del país como un regimiento.

La independencia de Chile estuvo cargada de un espíritu modernizador, en la búsqueda de construir una república liberal. En los primeros años del país se vivió un periodo de ensayos constitucionales que la historiografía conservadora y derechista denominó «anarquía», debido a que el viejo orden colonial intentó ser cambiado por un Estado moderno y un poder descentralizado con autonomía y deliberación territorial, lo que llevó a una serie de conflictos con los sectores terratenientes criollos y la «aristocracia» santiaguina quienes finalmente contrataron a un ejército mercenario que derrotó en Lircay al ejército patriota que había conseguido la independencia. Con esta victoria, los criollos dueños de haciendas y fundos junto a su nuevo ejército servicial, impusieron en 1833 de la mano de Diego Portales, una constitución que aseguró su dominio heredado de los tiempos coloniales y que duró casi 100 años (a punta de guerras civiles, masacres y la más dura represión).

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Este orden colapsó en 1919 cuando se vivió un estallido social de trabajadores, artesanos, estudiantes que exigieron una asamblea constituyente para una nueva carta magna. El nivel de protestas fue tal, que la oligarquía tuvo que ceder y convocar a una asamblea que sesionó y deliberó en 1924. Tras un golpe de Estado y la traición de Alessandri a sus promesas, la constitución del 25 es promulgada en un gobierno militarizado y sin responder a las grandes demandas de la ciudadanía.

Sin embargo, los contados derechos conseguidos significaron un avance respecto a la constitución portaliana y permitió un impulso industrializador -en manos principalmente del Estado-, junto con el fortalecimiento de la clase trabajadora en sindicatos, organizaciones obreras y partidos políticos, que fueron consiguiendo progresivamente más derechos para el pueblo chileno que alcanzó su cénit de madurez política cuando eligieron el programa político de la Unidad Popular, que avanzó estas conquistas a una velocidad nunca vista.

El golpe de Estado de 1973 donde la CIA utilizó al ejército chileno, no sólo significó la derrota de Salvador Allende y el proyecto que encabezaba, sino fue una derrota a décadas de conquistas sociales que costaron sangre, sudor y lágrimas. La oligarquía chilena y transnacional borró a punta de muertes, desapariciones y toda clase de violaciones a los derechos humanos, casi 50 años de acumulación de derechos participación política de la ciudadanía. La dictadura impuso el modelo neoliberal a modo de experimento en el mundo con su correlato en la constitución de 1980, en que dejó la salud, la educación, las pensiones, el agua y un sinfín de elementos básicos para la vida, en manos del Laissez faire o «dejar hacer» al mercado.

Tras décadas de lucha del pueblo chileno en contra de diversos aspectos de este modelo, finalmente el 18 y 19 octubre de 2019 todos los descontentos ante los abusos del sistema explotaron en un Estallido Social incontrolable que tiene a la elite política y económica aún en jaque con sus esperanzas puestas en que este plebiscito pueda descomprimir la rabia de un pueblo agotado de tanta injusticia.

Construir una constitución alejada de la mano de los militares (pese a que el gobierno en funciones los mantenga en las calles como único salvavidas de sobrevivencia, utilizando la pandemia como excusa) es un logro de todo un pueblo que por primera vez en 200 años de república, podrá ser parte de un proceso deliberante y constituyente. No todo depende del voto -que sí, es necesario en este momento- sino de mantener la movilización popular a toda costa, pues lleva más de un año demostrando ser la única forma de hacer valer nuestra opinión en el debate y que no nos vuelva a ocurrir lo de 1988, en que por dejar la democracia en un grupo pequeño de iluminados, terminamos sufriendo 30 años de neoliberalismo brutal.

Es nuestra tarea ser parte de la democracia -por primera vez en la historia-, asaltarla y ocuparla, que seamos nosotros y nosotras quienes demos forma al país que necesitamos y que queremos, y no los militares que ya han castigado al país que dicen defender más que lo suficiente.

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