Un ejército mercenario vino a sobreponerse al antiguo ejército chileno con raíces ciudadanas, consolidándose como el brazo armado de las oligarquías criollas. El Ejército de Chile es heredero de una tradición clasista, golpista, anticonstitucional y mercenaria.
Esta historia se arrastra desde los inicios de la república. Entre 1829 y 1830, tras una guerra civil, quedó disperso y despojado el ejército con raíces en los pueblos chilenos, dejando así el control de las armas en manos de un grupo de mercenarios que obedecían los mandatos de la oligarquía nacional, entonces liderada por el mercanchifle golpista Diego Portales.
Como pocas instituciones, este ejército mercenario ha sido fiel a sus principios: jamás ha dejado de defender a la oligarquía y a las clases poderosas.
Tras su reorganización en la «República Conservadora», ha aparecido una y otra vez masacrando a los pueblos y a los obreros de la patria.
El historiador chileno Gabriel Salazar ha señalado que el Ejército mercenario chileno ha masacrado a los obreros desde 1818 hasta el golpe de estado de Pinochet, en 23 oportunidades. La Coruña, San Gregorio, Marusia, Santa María de Iquique y Pampa Irigoin son parte importante de su vergonzosa historia.
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Las masacres también se produjeron en los levantamientos contra el autoritarismo y centralismo santiaguino de 1851 y 1859, así como en el golpe de estado contra Balmaceda en 1891. Una y otra vez ha aparecido el partido militar de la mano de la oligarquía para restablecer los amenazados privilegios de las clases altas.
Y también para la expansión territorial y económica de sus intereses, como pudo verse con la mal llamada pacificación de la Araucanía, el genocidio del pueblo mapuche a partir del siglo XIX, o como en la dictadura de Pinochet, cuando la bota militar impregnada de ejecuciones, desapariciones forzosas y robo permitió la creación, entre otras cosas, de las odiadas AFP, las empresas que hacen negocios con las jubilaciones de chilenas y chilenos.
¿Quién podría enorgullecerse de esa historia?
Solo quien la haya transformado, quien la haya falseado, podría sentir orgullo de eso. O bien aquellos que piensan que el pueblo chileno son los ricos y lo demás es masa influenciable y vendible; ella no pesa ni como opinión ni como prestigio, como señalara uno de los patriarcas ilustres del clan Matte.