El Mundial de Catar se ha caracterizado por los cuestionamientos al país organizador lo que ha provocado «protestas» que no pasan de lo simbólico. No obstante, han habido otros momentos en que éstas han sido más concretas, uno de esos casos fue cuando la Unión Soviética se negó a jugar contra Chile en el Estadio Nacional en noviembre de 1973 por un cupo de repechaje para la copa de Alemania Federal en 1974, que ante la negativa de la FIFA de pedir cambiar la sede al ser el mayor centro de detención y tortura de la dictadura, prefirió quedar fuera del Mundial.
Por Alejandro Baeza
Definido por Amnistía Internacional como «El Mundial de la vergüenza», el torneo celebrado en el emirato absolutista de Catar (escrito a veces como «Qatar» por su grafía en inglés) ha estado envuelto en diversas polémicas desde que fue anunciado como sede en 2010, por el régimen de carácter teocrático donde la sharía se impone de manera brutal donde las principales víctimas las mujeres y las disidencias sexuales, la represión política, la falta de libertades y graves denuncias por violaciones a los derechos humanos.
No obstante, estas críticas se hicieron aun más grandes cuando se comenzaron a conocer las condiciones laborales en que se estaban realizando los trabajos para habilitar al país como sede, donde la necesidad de mano de obra fue llenada con trabajadores migrantes provenientes mayoritariamente de Nepal, Bangladesh, India, Pakistán, Sri Lanka, Kenia o Filipinas, quienes fueron casi en su totalidad engañados respecto tanto a las condiciones en que trabajarían, salarios y el tipo de labores a realizar y que según estimaciones han costado 6.500 muertes.
Esto ha provocado protestas por parte de delegaciones que no pasan de lo simbólico, como la mano en la boca del equipo de Alemania antes del partido contra Japón, la utilización de la bandera del orgullo como jineta de capitán por parte de Manuel Neuer y diplomáticos del país europeo ante la represión criminal que sufre esta población en Catar.
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Por su parte, el capitán de Inglaterra, Henry Kane, hizo lo propio con una jineta que decía «no discriminación» y el equipo se arrodilló antes del partido, como lo hacían los jugadores afroamericanos en la NFL ante el abuso policial racista en Estados Unidos. En una conferencia de prensa, el presidente de la federación de fútbol de Dinamarca, Jakob Jensen, señaló críticas a la FIFA por su prohibición de referirse y criticar a Catar o el Mundial, selección que había anunciado jugar en su camiseta sin el escudo también como medida de rechazo.
Si bien estas escasas protestas pueden llegar a ser valiosas debido al sufrimiento de la que mucha gente de clase trabajadora ha sido sometida, son sólo simbólicas y no afectan en absoluto el desarrollo normal de la Copa.
Un caso distinto fue lo que ocurrió en las clasificatorias para el Mundial que organizaba Alemania Federal para 1974. En ese entonces, Chile clasificó en abril de 1973 como el cupo de la Conmebol sudamericana para el repechaje, confirmándose en mayo de ese año que su rival por parte de la UEFA europea sería la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
El viaje para el partido de ida en Moscú estaba programado originalmente para el mismo 11 de septiembre, que por razones obvias no pudo llevarse a cabo y debió esperar una semana, efectuándose el 17 de septiembre.
Tras del golpe de Estado, el régimen había decretado la prohibición de salir del país, pero como una medida propagandística -como desde siempre se utiliza el fútbol o los eventos deportivos masivos- permitió a la selección ir a la URSS con la condición de que nadie hiciera declaraciones políticas, puesto que sus familiares estaban bajo vigilancia militar, particularmente para jugadores asociados con simpatía a la Unidad Popular como lo eran Carlos Caszely o Leonardo «Pollo» Véliz, quienes además manifestaban su preocupación por el médico de la selección chilena, Álvaro Reyes, detenido por su posición izquierdista.
El encuentro se realizó el 26 de septiembre con un empate sin goles como resultado, relatado tanto por chilenos como soviéticos, como un encuentro en que los locales mostraron dominio pero no pudieron romper el esquema absolutamente defensivo de la visita. El equipo chileno fue recibido por un fuerte abucheo de las 60 mil personas presentes en el estadio.
El partido de vuelta estaba programado para el 21 de noviembre en el Estadio Nacional de Santiago. No obstante, la URSS se negó a jugar en esa sede debido que estaba siendo utilizado como el mayor campo de concentración y tortura del país tras el golpe de Estado y por el que pasaron alrededor de 7 mil prisioneros políticos.
Los soviéticos enviaron una carta a la FIFA explicando que «por consideraciones morales, los deportistas soviéticos no pueden en este momento jugar en el estadio de Santiago, salpicado con la sangre de los patriotas chilenos».
Pese a que la URSS pidió otro recinto, tanto el régimen de Pinochet como la FIFA no cambiaron su posición. Finalmente, la Unión Soviética prefirió quedar fuera del mundial y no viajó a Chile.
La dictadura, por su parte, en un acto de macabra teatralidad organizó un encuentro «fantasma» en un estadio donde los presos fueron escondidos e hizo correr en una cancha sin rival a la selección para que el capitán, Francisco «Chamaco» Valdéz anotaran un gol en una portería vacía dándole supuestamente el triunfo a Chile (algo absurdo, pues el resultado al no presentarse el rival es de 2:0).
Así, la selección «clasificó» al Mundial de Alemania Federal de 1974, del que fue eliminado en la fase de grupos.